Macri no suele incluir a la lectura entre sus hábitos favoritos. Y cuando nombra un título, los autores nacionales brillan por su ausencia. Es el que el líder de Cambiemos prefiere las historias inspiradoras y entre sus propios personajes predilectos brillan Mandela y Gandhi. Mucha paz y nada de amor.
1.
Es posible que Mauricio Macri sea hombre de un solo libro; de ser así, ese libro se llama La sonrisa de Mandela y fue escrito por Michael Carlin, un periodista británico que empezó su carrera en el Buenos Aires Herald. Macri recomienda ese texto a todo humano que se le cruce, en entrevistas, discursos y charlas motivacionales. Es una crónica -a medias periodística y a medias novelada- de la vida de Nelson Mandela.
La sonrisa de Mandela es un texto ameno y hospitalario de 199 páginas, letra grande e interlineado generoso. Existe una autobiografía de Nelson Mandela, pero es más extensa y más controversial y no tenemos evidencia de que la haya leído. La sonrisa de Mandela se lee en un par de viajes. No esperen que el presidente recomiende Radiografía de la pampa de Martínez Estrada o el Facundo de Sarmiento. Él conoce a su gente y sabe que ni sus votantes ni sus militantes buscan textos demasiado extensos ni problemáticos. Alejandro Rozitchner –que es su escriba, su ideólogo, su mano que mueve la pluma- enseña a desconfiar del pensamiento crítico y de las razones excesivamente arduas. Cambiemos se jacta de ser el partido de la gente común, y a los crípticos textos de Carta Abierta les opone la cultura de Suar, Violetta y Gaturro.
2.
En una foto publicada por el sitio web bigbangnews vemos la oficina de Macri cuando era jefe de gobierno de la ciudad. Hay un par de bibliotecas detrás de su escritorio y ni un solo libro. Sobre su mesa de trabajo descansa un ejemplar de El umbral de la Eternidad, la novela del galés Ken Follett que habla de la revolución rusa de los comienzos del siglo XX. En los anaqueles de la biblioteca hay fotos, un equipo de música y una pila de Cds.
En julio de 2011 el periodista Gerardo Rozín invitó a Mauricio Macri para hablar sobre escritores a su programa de televisión “Esta noche libros.” El video puede encontrarse en YouTube. El líder del Pro recomendó calurosamente El Manantial de Ayn Rand. Las novelas de Rand son textos de doctrina neoliberal, donde se canta al poder del individuo y la iniciativa particular. En un capítulo de la serie Mad Men, cuando el protagonista es ascendido a socio de su empresa, recibe como regalo el mismo libro, un catecismo para CEOS y emprendedores.
3.
Pero, en ese mismo programa, el futuro presidente confesó que ninguna lectura dejó huellas en su modo de pensar durante su adolescencia. Si es cierto que los libros de la adolescencia y la juventud son fundantes y que siempre terminamos reegresando a ellos, Mauricio Macri no tiene un lugar al cual volver. Además, el entrevistado dice haber leído biografías de personajes históricos. (Tenemos permiso para desconfiar de esta afirmación porque es un lugar común: todos los políticos se confiesan lectores de “vidas de grandes personajes”, pero nunca son capaces de citar los nombres de esos textos y mucho menos los de los autores de esas biografías).
Salvo una: Esta noche la libertad, el bestseller de Dominique Lapierre y Piere Collins que se ocupa del papel del Mahatma Gandhi durante la independencia de la India. A Macri le gusta mirarse en el espejo de Gandhi y Mandela. “Cada vez que yo quiero matar a alguien, agarro el librito y digo ‘a ver Mandela cómo hiciste la puta madre’”, dijo hace poco. (El Macri de los chistes desubicados es el Macri más auténtico, ese que no está guionado).
4.
Mauricio Macri no lee para conocer y mucho menos para hacerse preguntas; un político no duda. Lee para inspirarse, “buscar inspiración” en el sentido anglosajón de la expresión (podemos escuchar en las entregas de premios hollywodenses, el agradecimiento de los ganadores a las figuras “inspiradoras”). Inspirar, en este sentido, es imitar. Macri invita a la inspiración –a la imitación- de estos dos emblemas de la no violencia. No al Mandela militante y castigado sino al anciano simpático de la linda sonrisa. De esta operación de recorte, Gandhi y Mandela terminan convertidos en viejitos piolas que regalan consejos bondadosos, en memes que circulan por Twitter y Facebook.
Hasta ahora (y teniendo en cuenta los resultados) no hay evidencia de que la lectura de La sonrisa de Mandela haya contribuido a la unión de los argentinos. O es una experiencia inaplicable en otras partes, o nadie leyó el libro, o lo leyeron y no quieren darle pelota.