Es la carta final del gobierno y quizá la del futuro político de Sergio Massa. Mega cambio de gabinete con varios papelones de por medio y sinceramiento de la debilidad presidencial. La apuesta, sin embargo, tiene su potencia. En la cancha se verán los pingos.
Es una carta, con algo de desesperada, que tiene su potencia, su necesaria dosis de novedad y volumen político. Pero es más que verosímil que sea la última carta que pueda jugar el gobierno seguramente no para enfrentar las próximas elecciones con posibilidades de ganarlas, pero sí para irse decorosamente (se aceptan milagros). Paradoja: la carta potente deja además definitivamente sincerada la debilidad que muestra y en alguna medida se autoimpuso el presidente, aunque más no sea por esa espectacularidad algo engañosa que genera la expresión “súper ministro”. Es como si Alberto Fernández, al designar a Massita, se aplicara un mazazo. Un mazazo que, según salgan las cosas, lo puede dejar mejor parado.
En lo que va del declive del gobierno hay dos sorpresas políticas en torno del hincha de Tigre. La primera, contra lo que sospechaba el kirchnerismo duro de redes sociales, Sergio Massa no fue el primer “traidor”. Por el contrario, a lo largo de una gestión que tuvo mucho de parsimoniosa (excepciones: combate contra la pandemia, nuevos programas de contención social como el IFE y otros, renegociación de la deuda privada, políticas en CyT), Massa se desempeñó como un buen conductor de la Cámara de Diputados, sostuvo como pudo el diálogo entre partes, fue mediador, no hizo papelones. Segunda sorpresa: la presunta buena relación que construyó con Máximo Kirchner, que debería suponerse buena también con CFK. Aunque en estas lides de la relación con otros cuadros políticos CFK es más bien hierática, inescrutable, difícil.
En nota de emergencia en Página/12 Alfredo Zaiat hace bien en aclarar que no necesariamente Massa será un “súper ministro”. Sucede que simplemente reabsorberá áreas que tradicional y necesariamente corresponden a un ministerio fuerte de Economía que no naufrague en fragmentaciones paralizantes, como viene sucediendo. Política y mediáticamente, sin embargo, una cosa alimenta a la otra, el empoderamiento de Massa es innegable y la posibilidad de que pueda coordinar y lanzar políticas imperiosamente necesarias con más espalda también se hace verosímil. De ahí a que la juegue de primer ministro al estilo europeo, hay un trecho.
¿Quién eres, Sergio Massa?
El ex Jefe de Gabinete (breve) de CFK es un buen cuadro político. Lo que no se conoce bien de Massa es su… ¿ideología? Más allá de su paso como jefe juvenil de la Ucedé (oh, kirchnerismo, perdona sus pecados), de haber sido un buen director de la ANSES y un muy tardío opositor a Macri (su peor antecedente quizá), se podrá jugar –literal y jocosamente- con la idea de que Massa es un… ¿peronista? Un pragmático, seguramente no un neoliberal, un hombre con un viejo proyecto político propio que –como tantos- seguramente se encegueció en algún momento con sus fantasías. Tipo audaz, o inconsciente, ahora se juega de un saque ese proyecto político personal y presidencial. ¿Podrá construir en medio de la diarquía Alberto-Cristina la “ancha avenida del medio”? Parece un poco tarde, sin tiempo para juntar recursos, camiones, asfalto.
Última jugada oficial para salvar los trapos. Con algunos papelones en el apuro y la improvisación. La renuncia de Gustavo Béliz de quien nunca se supo qué hacía allí aparte de tener relación estrecha con AF. El recambio por alguien con otro perfil: Mercedes Marcó del Pont. El antecedente del reemplazo de Matías Kulfas por Daniel Scioli (40 días en el cargo), el hombre gris que a pocas semanas de su designación vuelve sin quejas, ni pena ni gloria a Brasil, silbando bajito, sin hacer bardo. El otro cambio que modificaba poco en términos de programa económico: Batakis (25 días de ministra) por Guzmán y ahora Batakis al Banco Nación.
¿Y con el FMI? ¿Qué hará Massa? ¿Qué margen tiene?
Operación Senku, las fichitas yendo de un lugar a otro, como sucedió con tantos, como pasó con Santiago Cafiero, canciller por puro antojo presidencial. Con Béliz yéndose por las suyas y escribiendo –soberbia religiosa- “Dios lo guarde”. Había sido más sonora la vez que dejó a Menem (o fue echado) diciendo que pisaba nidos de víbora.
Quebracho y algarrobo, folklore era el de antes. Con todo respeto por Litto Nebbia.