Las dos arman escándalo en la tele y juegan a que no se callan nada. Venden un personaje que a la vedette alguna vez le funcionó y que la diputada pasea por los programas políticos que cierran la boca para que ella la abra a su antojo. Las dos, de distinta manera, sacan rédito del pasado.
Hubo una época durante el menemismo en la que proliferaron por la tele los programas conocidos como mediáticos. El gran hit fue conducido por Mauro Viale en torno al célebre jarrón de Guillermo Coppola. Participaban del intercambio de sandeces y de insultos a la bartola seres de los más diversos que, como fue el caso de la entonces archifamosa Samantha Farjat, hoy nadie recuerda. Ni falta que hace. De toda esa camada de escandalosos entre vocacionales y profesionales han quedado unos pocos sobrevivientes que son convocados muy de vez en cuando para que ayuden a levantar ratings alicaídos. Generalmente no lo logran.
Pero en sus tiempos de esplendor, todos ellos, los conocidos como los “mediáticos”, descubrieron una forma de hacer tele que llegó para quedarse y que hoy se continúa con otras voces y otras caras que, al fin y al cabo, la tele todo lo gasta, salvo unos pocos inoxidables que por algo no se mueren. El fantasma de Mediodía con Mauro resucita con toda la furia en Intratables, aunque con menos gracia. Generalmente en las provincias de los mediáticos –que es una profesión y en cierta medida un grado más o menos bastardo del escalafón de la fama- todo es barullo, confusión, nadie escucha a nadie, ni siquiera a sí mismo. La idea es que todo se disuelva para volver a empezar y de vez en cuando brota alguna frase más celebre como los pumas de Bengala de Jacobo Winograd o su chizito revivido en boca de Silvia Suller.
La Suller fue alguna vez el estandarte de la consigna “decimos lo que venga con tal de estar”. Hoy en territorios más apaciguados, como se suponen que son los programas políticos propiamente dichos, la estrella es Carrió y casi nadie más (Julio Bárbaro vive de set en set, pero tiene ese gastado glamour de viejo peronista que ya no mide). Puede parecer un exabrupto pero hay puntos en común entre las dos rubias. Primero, ninguna de las dos refrena lo que piensa, o al menos trabajan para que se crea eso. Las dos asumen que no tienen todos los caramelos en el frasco y exhiben eso como una virtud. Comparten el hecho de tener un enemigo dilecto al que no le ahorran descalificaciones; el caso de Carrió, De Vido; en el de la Suller, Silvio Soldán. Las dos tienen fama de lenguas filosas y una de ellas (Suller) fue niña mimada de la tele, mientras que la otra lo sigue siendo. Y finalmente, aunque amenacen con serlo, ninguna de ellas causa daño a los que están de su lado.
Con todo su patetismo, la buena de Suller, para decirlo mal y pronto, no jodía a nadie. Habla mal de la gente a la que no le importa la que ella diga. Carrió es más peligrosa porque habla desde un territorio que se llama política y es una aliada del poder como nunca antes.
Eso, con recursos medio parecidos a los de la Suller (aunque no es una ingenua como ella), le ha permitido ir ocupando un lugar que es el de decir lo que el gobierno no quiere, no puede o no le conviene decir. Por eso lo de Disney, lo de la RAM, lo de los pobres viejitos represores, lo de descalificar a quien se le oponga y de inventar, antes de gendarmería, la trama del supuesto asesinato de Nisman, lo de que en este país no trabaja nadie y otras destacadas intervenciones. La ampara la locura (real o fingida), el afán permanente aunque supuesto de verdad, y las mieles del triunfo reciente. Amenazó con decir, ahora que se terminó la campaña, todo lo que había debido callar. ¿Qué será? Acá, como en el caso de la Suller, tampoco importan demasiado sus palabras, pero que no se calle nunca, por favor, dicen desde el poder, mientras ellos se ocupan de lo importante, que en general transcurre en silencio. Además Lilita ahora exhibe la cucarda de los votos. De todas maneras, respecto de números, un par de salvedades. En las últimas elecciones para Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta sacó una cantidad de votos parecida, enfrentado a Lousteau (quien, aun a su manera millenial, es amigo de la casa). En Provincia, Bullrich ganó sin abrir la boca y Durán Barba se congratuló de que fuera genial tener un candidato que no es un genio precisamente. Da la sensación que hoy Cambiemos pone un poste pintado de amarillo y gana. Así que habría que ver cuántos votos son de la diputada y cuántos del gobierno, pero es una cuenta que por ahora nadie tiene ganas de encarar, ¿para qué? Si juegan en el mismo equipo, Carrió no es de pasarle facturas a los socios y ella no tiene nada que el macrismo pueda cobrarle.
Pero, además, desde ese lugar –algo que comparten los medios que la invitan tan a menudo- arma un mapa donde el oficialismo es la oposición del pasado. La tarea de la hora tiene las caras de De Vido y sobre todo la de Cristina. Es llamativo que en un gobierno tan activo como Macri nadie critique, ni siquiera de manera suave y amistosa, cualquiera de las medidas que no paran de tomarse. En eso, Carrió y Clarín, y Lanata, y Majul, y Leuco, y los editorialistas de La Nación, y Jorge Fernández Díaz, y Julio Blanck y tantos otros caminan de la mano.
Hay que dejar el presente inmune a la discusión, la pelea permanente, la que es mediática a lo Suller-Carrió es con el pasado. Desde el oficialismo, Cambiemos sigue estando en la oposición que es un lugar siempre más simpático. Opositor de Cristina, aunque ella ya no sea presidente, pero ¿eso qué tiene qué ver?
En algunas editoriales cuentan que los libros antimacristas no funcionan. Ese es otro síntoma, todavía lo que garpa es la denuncia de la corrupción K, que los medios se ocupan de mantener en tiempo presente. Es como si López todas las noches lanzara bolsos en el convento. La denuncia tiene la forma de un dejá vu, pero no aburre al menos por ahora. Y eso es gracias a esta showoman que nunca habla para proponer ni para discutir. Como la Suller, sabe que lo importante es no parar de hablar y que, por eso, hablen de ella todo el tiempo. Los sueños de la locura también producen sus monstruos.