Los planteos racistas, las generalizaciones insultantes, la estigmatización de personas y sectores se suceden sin descanso en el discurso oficial. Tanta insistencia en el brulote descalificador hace pensar en una estrategia destinada a captar el voto facho, ideada por Durán Barba.
Dice el refrán que “el pez por la boca muere”. Sin embargo, el refranero no aplica cuando Cambiemos mete la cola. En apenas un puñado de días, varios dirigentes pertenecientes o cercanos al oficialismo hicieron declaraciones que escandalizarían a cualquier ciudadano de a pié. Sin embargo, lo preocupante es que caen muy bien entre los votantes cautivos del Pro y hasta parecen encuadrar a la perfección en días de campaña.
“Estoy hinchado las pelotas con esta sociedad de mierda, hasta cuándo me tengo que bancar que los negros delincuentes nos sigan robando”, escribió el director de Juventud de Pergamino, Eugenio Petinari, en su cuenta de Facebook después de que le robaron la moto. En otro momento, tal vez el funcionario en cuestión se hubiera puesto un filtro, pero en estos días de campaña todo vale. Y quizás, también suma.
La categoría de “negros delincuentes” se puede equiparar a la de “perritos” que le adjudicó el secretario de Salud marplatense, Gustavo Blanco, a las personas que viven y duermen a la intemperie en esa ciudad y que supuestamente se niegan a ser trasladadas a los paradores que provee el Estado para pernoctar. La propia gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, tuvo que salir al cruce y exigirle al funcionario que se disculpe por decir públicamente que los sin techo “son como perritos que se sienten cómodos en las calles”. Sin embargo, lo dicho quedó flotando en el aire y sirvió para que tomen nota los unos y los otros. Los que adoran estigmatizar y los que, sin duda, lo condenan.
Blanco hizo esas declaraciones tras la muerte de un hombre que vivía en situación de calle en Mar del Plata. “Esa gente no se quiere ir a otro lugar”, comentó. Es imposible pasar del largo sobre el peculiar uso del demostrativo: “esa” gente, un colectivo muy alejado o al menos ajeno al emisor de la frase desde el mismísimo momento de la enunciación. “La dejamos en el hospital y vuelve. Como un perrito, vuelve al lugar donde se siente cómoda”, aseguró Blanco sin un temblor en la voz.
“Negro de mierda”, “perritos”, “el curro de los derechos humanos”, “la yegua”, “se robaron todo”, “la mafia de los juicios laborales” son algunos de los términos en los que Cambiemos habla del otro. Un otro ajeno a su centro. En ese contexto, las declaraciones del consultor ecuatoriano, artífice de la política comunicacional del Pro, Jaime Durán Barba, encajan a la perfección con esas ideas compatibles con la prehistoria de la civilización: “Si alguien vota por Cristina y está vinculado a la economía informal, produce o vende mercaderías con marcas falsificadas, vive de subsidios, o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo en la Ciudad y en la Provincia, es probablemente un votante duro”, afirmó.
En otras palabras, el gurú macrista está diciendo, a viva voz, sin una pizca de vergüenza, que los votantes de Cristina son evasores, estafadores, vagos y/o narcos de baja estofa. Algo así como la marginalidad al palo. Se intenta hacer creer que son corruptos como sus dirigentes, que es, en definitiva, el concepto de fondo que se busca instalar con la complicidad del monopolio Clarín a la cabeza. El kirchnerismo y sus votantes son presentados -de este modo- como todo aquello que condenarían las audiencias moldeadas por el mismo grupo de medios. Lógica pura.
Al trasluz del cristal duránbarbista, ninguna de estas declaraciones parece aberrante. Más bien habilitan, con argumentos erigidos a base de prejuicios, la mano dura, el recorte de las asignaciones por hijo, de los subsidios, de las computadoras para los pibes, de los remedios gratuitos para los jubilados, del derecho a la protesta. En definitiva, son el paradigma sobre el cual hace propaganda el PRO.