La Justicia ciega designó como interventor del partido más importante de la oposición a uno de los personajes más oscuros, desde 1975 en adelante, de la historia política argentina.
“[L]os jueces que liberaron a Cristóbal López analizan dejar sus cargos”, aprieta La Nación en el momento exacto en que comienza a escribirse esta nota. Peor aún, al abrir el artículo del diario el apriete se sincera o expande de otro modo, como en tándem o en una maniobra de pinzas: “Acusados por el Gobierno, los jueces que liberaron a López analizan dejar sus cargos”. El apretador automático inmediato de ambos jueces (Eduardo Farah y Jorge Ballesteros), que se venían portando tan bien, había sido antes el Consejo de la Magistratura dominado por el macrismo, según el axioma que rige en nuestros días: juez que se aparta un milímetro de los deseos oficiales, juez extorsionado.
Ocurre sin embargo que en este país del tiempo presente cruel, vertiginoso y extremo el periodismo llama “noticia de la semana” a la intervención del PJ resuelta por la honorable jueza (81, añadirían las revistas de editorial Perfil) María Romilda Servini de Cubría. Noticia de la semana podrían ser la destrucción masiva de las economías familiares o de las PyMES por efecto de los tarifazos y la inflación, o las protestas sociales reprimidas o no, o la causa del Correo, o las nuevas pruebas contra los funcionarios off-shore Luis Caputo y de su secretario de Finanzas, y también, por supuesto, el inicio del debate histórico sobre la despenalización del aborto. O la amenaza de Trump a Rusia vía Twitter.
Pero bueno, no seamos amargos ni contreras, hagamos que somos periodistas y demos por válido el asunto: la noticia de la semana es el insólito fallo de Servin de Cubría (81, con algún fallo en su haber muy bueno a favor de los Derechos Humanos y muchos otros fulería).
La interpretación política del fallo es bien conocida por los lectores de esta web fronteriza: lo resuelto por la jueza, mucho más que probablemente en consonancia y/o operación conjunta con el Ejecutivo, es perjudicar al peronismo, que sigue atravesando una situación penosa de la que precisamente comenzaba a (intentar) salir. Fragmentarlo, dividirlo, con la entusiasta colaboración de lo peor de ese mismo peronismo, de cara a las próximas elecciones y un casi seguro ballotage.
Ya se dijo por ahí que esta es la jueza había que denunciado presiones fortísimas del gobierno sobre el Poder Judicial. Eso sucedió a mediados de octubre de 2016, no hace tanto. Dijo entonces, luego de atravesar una trombosis: “En ese momento, los sorteos y la informática es la causa más importante que tengo. Toca un montón de intereses. Ahora siento presiones, ahora que investigo el tema de tecnología”. Dijo aquella vez que de todos modos “Nadie me maneja”. E incluso espetó que si sus colegas no salieron a decir nada de las presiones recibidas era “porque tienen miedo”. Servini no nos deja otro remedio que presumir que algo pasó y que falló como falló porque esta vez fue ella la que se dejó presionar porque tuvo “miedo”.
El 27 de diciembre de 2016 –no hace tanto- reiteró: “Esto yo no lo he vivido con ningún gobierno. Estos no dejan de ser aprietes y en 42 años de justicia no los he vivido nunca. Porque en el caso del Yomagate no fue así. Fue de otra forma más elegante y nadie me vino a pedir la renuncia”. En algún momento el ministro de Justicia, Germán Garavano, le respondió con la típica corrección política oficial: “Si un juez sabe que un colega recibe presiones, que lo denuncie y que el Consejo de la Magistratura investigue. Si no, es una cuestión más mediática”.
Burú Burú… ah, no.
Dato típico del tratamiento mediático: cuando se conoció la noticia el diario Clarín, en su edición digital, reemplazó en sus titulares el fulero y bien conocido apellido Servini por la expresión “la Justicia”. Clarín, experto en periodismo prontuarial cuando conviene, no se preocupó en citar antecedentes. Entre ellos, el más célebre y popular, aquel del cantito televisivo “la jueza Burú Burú Budía es lo más grande que hay”, emitido festivamente en el programa de Tato Bores que ya se servía en el plato del canal 13 del que se había apoderado El Grupo, que entonces comenzaba su bruto crecimiento y transición a holding mediático.
Tampoco se ocupó el diario de decir de movida que Eduardo Duhalde venía de operar a favor del fallo finalmente consumado y que hasta lo había anticipado públicamente. Hay quienes hablan de una cena operativa en el hotel Park Hyatt en la que Duhalde y Barrionuevo comieron rico y afinaron el asunto y hay quienes dicen que en estos días El Cabezón del Taladro anduvo por Tribunales, así como Barrionuevo justo andaba en la plaza de Tribunales cuando recibió el llamado telefónico de Servini para ofrecerle el puesto de interventor. Son versiones más que verosímiles y otros datos son hechos: que la presentación la hizo el sindicalista (¿?) Carlos Acuña, que además de reportar a Barrionuevo es aliado de Sergio Massa.
Según una nota de Fernando Cibeira publicada en Página/12, la operación lleva un tiempo largo de preparación. “Desde el juzgado de Servini –escribió Cibeira- sondearon a algunos dirigentes para ocupar el puesto”. Uno de los sondeados por Servini fue el ex ministro de Salud Ginés González García. El diálogo:
-Y por qué lo vas a sacar a Gioja?.
-Porque es un viejo choto.
Elogio del fallo
Los contenidos del fallo fueron tratados (y cuestionados en los medios no oficialistas) pero merecen una lectura más minuciosa que la hecha hasta ahora.
Acuña no fue el único firmante del pedido de intervención. Lo acompañaron también Oscar Guillermo Rojas, secretario general del SOM y Horacio Alberto Valdez, secretario general de SOIVA, y “miembros de las “62 ORGANIZACIONES PERONISTAS” (escrito así en el fallo, en mayúsculas majestuosas). Los tres sindicalistas (¿?) dijeron: “Venimos por el presente a solicitar a V.S. que sin más trámite declare el estado de acefalía del Partido Nacional Justicialista y ordene su inmediata intervención”. Traducidos o citados por Servini expresaron cosas tan maravillosas o sólidas conceptualmente como que en el PJ crujiente y en crisis “Ninguno de quienes se arrogan el mandato de afiliados, a la fecha cumplen ese requisito”, que merodean en el partido “hermanos de frustrados candidatos”, así como “dirigentes sin mandato político que perdieron por paliza en las elecciones nacionales”, y “ex funcionarios que solo podían ejercer alguna función a la sombra de la ex Presidente y que en la actualidad nadie reconoce”. Todo lo cual, además de opinable, es político, parcial y no jurídico. Un poco más: “Observará entonces V.S. que estos impresentables (bastardillas nuestras para aludir a la elegancia de la presentación), sumando a los compañeros que solo en base a voluntarismo, mal pueden pretender ejercer un mandato que no existe”.
Servini citó otros dos pedidos similares, igual de lúmpenes, y concluyó muy voluntariosamente que “se advierte que el reclamo de Intervención Judicial se expande no solo de manera territorial como pedido propio de afiliados de numerosas provincias, sino que también se amplía la representación de los solicitantes, que provienen tanto de sectores sindicales como de sectores políticos”. Su escrito continúa así: “Resulta necesario forzar (bastardillas nuestras) la memoria a efectos de poder encontrar una crisis política e institucional como la que afecta al Partido Justicialista de Orden Nacional (Orden Nacional en mayúsculas puestas por Burú Burú) en la actualidad. Los adversos resultados electorales obtenidos en los dos últimos procesos electorales han profundizado la división interna que venía gestándose con antelación. La derrota en los comicios presidenciales como así también el fracaso en el acto electoral para elegir gobernador en el distrito más grande del país, han provocado una crisis en la conducción partidaria difícil de superar. El grado de división alcanzado, con líneas internas partidarias que se ubican en las antípodas del pensamiento político, ha creado una situación crítica insostenible que de permanecer en el tiempo, podría afectar la propia existencia del partido”.
Gracias totales, diría un músico querido.
Servini, autoproclamada salvadora del PJ (siendo que se trata de ser jueza, no Mesías), no parece muy ducha a la hora de “forzar la memoria”. El PJ (y el sindicalismo peronista) conoció crisis espectaculares peores, horribles, que la actual. Conoció preciosos o atroces actos de violencia incluidos, en los 70, los 80, los 90 y divisiones mil.
Más adelante en su fallo salvífico, la jueza que debería ser independiente toma partido: “Así las cosas, se verifica la existencia -por un lado-, de una parte de la dirigencia partidaria que permanece en la agrupación intentando fortalecer y reposicionar al partido frente a la sociedad”. Esos son los Buenos. Los Malos son los “reconocidos dirigentes partidarios (que) apoyaron candidaturas de partidos o frentes políticos de los que el Justicialismo no formó parte o directamente se han postulado como candidatos de esas agrupaciones que compitieron en el último proceso electoral contra el partido fundado por el General Perón”. Compañera Servini: siempre en el peronismo hubo afueras y adentros del PJ. Por citar un caso ochentista, la batalla que dio Antonio Cafiero. Inmediatamente después Servini se pone en peronista mal, peronista como quien dice de López Rega o la revista El Caudillo, cuando dice “Esta suerte de vaciamiento partidario, provocado por quienes dicen ser peronistas (de nuevo bastardillas nuestras) al solo efecto de obtener una ventaja electoral, se ve perfectamente plasmado en la actitud de aquellos que utilizando el ‘sello’ de la agrupación y el apellido de quien fuera su fundador, emigran a otras agrupaciones políticas para apoyar candidaturas que no son sostenidas por el Partido Justicialista”.
No. Servini peronóloga no sabe que el peronismo es así. Servini no leyó ni vio No habrá más penas ni olvido, del gordo Soriano. O mejor, seguro que a la peli la vio pero hace que se olvidó. Y escribe la jueza que los Malos, los que no son verdaderos peronistas, obraron como lo hicieron “con la sola esperanza de obtener alguna ventaja electoral”. ¿Y qué quiere? ¿Qué busquen una desventaja electoral? Entonces sí podría pensarse en intervenir al partido.
Guitarra de Balbín, voy a evocarte
Casi hacia el final se manda la jueza con apuro con lo que parece un panfleto de lo políticamente correcto, con una prosa más radical que peroncha, absolutamente generalista o sanatera, o, en resumen, algo así como una prosa balbinista: “Cuando la dirigencia política se aleja de las personas y transita por senderos separados a los que recorre la ciudadanía, el mandato otorgado por el pueblo se ve traicionado en su origen, al quebrantarse la misión fundamental de la acción política. Lo que debiera constituir un servicio desinteresado en favor de los semejantes, se transforma –producto de la ambición personal plasmada en interminables conflictos internos-, en un intento de obtener cualquier ventaja política para conseguir alguna posición de poder en beneficio propio y de los circunstanciales aliados”.
Y ahora sí, sobre el final, la asombrosa cita de Perón: “La historia del peronismo se encuentra plagada tanto de lealtades como de traiciones y las heridas que dejan las luchas intestinas provocan una sangría difícil de curar. Por ello, es necesario recordar lo manifestado por el General Juan Domingo Perón, al expresar que ‘El peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha’”. Nota al pie, en el fallo, Las veinte verdades peronistas, Juan Domingo Perón, 17 de octubre de 1950”.” Remata la jueza: “En consecuencia (¡¡¡en consecuencia de una de las pelotudísimas y decrépitas veinte verdades peronistas!!!), resulta razonable acoger la solicitud de Intervención Judicial”. Ay, Dios.
Se sabe lo otro, que José Luis Gioja apeló contra el fallo, que el fallo medio que suena en todas partes a papelón, que Duhalde le dijo presuntamente a Scioli que él no está de acuerdo con lo sucedido, que solo el derechosísimo gobernador Urtubey por ahora se hace el nabo y que todos, absolutamente todos los gobernadores peronistas repudiaron la resolución judicial. Dijeron en carta pública e infrecuente: “La cautelar aparece sorpresiva y arbitraria, desprovista de los elementos esenciales y propios de toda cautelar, tales como: verosimilitud de derecho por parte de quien la invoca y peligro en la demora”. Escribieron también –y no es título de la prensa dominante- “No se puede ordenar una medida de tal gravedad institucional solo bajo la invocación de una supuesta crisis interna y efectuando consideraciones de neto corte coyuntural, como los resultados electorales”.
Es un poco patético, aunque comprensible, mientras tanto, el buen talante con que muchos peronistas intentan pelear el fallo sin hablar mal de Barrionuevo. No se dijo hasta acá porque es obvio. Pero qué fuerte que Servini haya elegido como interventor para poner orden y unidad en el PJ a una de las partes minoritarias del conflicto, Luis Barrionuevo, y no a alguien más o menos neutral o digerible o políticamente correcto. No, a Luis Barrionuevo eligió, aliado del gobierno. El ex culata de Casildo Herreras, el asaltante a mano armada de su propio gremio en 1975, el compañero de lista de Herminio Iglesias, el socio del Coti Nosiglia en los enjuagues con la guita del PAMI e imputado por irregularidades en ese organismo , el gastronómico millonario, el que tiene a sus afiliados bien precarizados, el menemista “recontra alcahuete”, el de “hay que dejar de robar por lo menos un par de años”, el de las barras bravas de Chacarita, el quemador de urnas en Catamarca en 2003, el que en 2017 recibió –de parte de la jueza Sandra Arroyo Salgado- más de 20 allanamientos por presuntamente haber defraudado al fisco por 1.000 millones de pesos.
El gran divisor de la CGT, designado como prenda de unidad.
Estamos salvados, gracias, honorable magistrada.