El Gobierno prepara el terreno para avanzar. Será después de octubre. El frente sindical perderá peso en Diputados. El paradigma de Vaca Muerta, los que pueden llegar y los que se van. Algunos números.

La discusión sobre el mercado laboral ganará intensidad luego de octubre. De espalda a la experiencia histórica que señala que el nivel de empleo se vincula con la economía, Cambiemos buscará instalar que la desocupación se explica por la rigidez de la legislación laboral. El paquete de reformas abreva en fuentes conocidas. Las claves: flexibilizar, desregular y reducir aportes patronales. Se trata, en pocas palabras, del mentado costo laboral argentino.

Vanesa Siley, de Sitraju.

La avanzada, de ser exitosa, permitirá al Gobierno satisfacer el reclamo de la cúpula empresarial. La versión oficial dice que así se destrabarán las demoras inversiones. La lectura deja de lado los límites que dibujan el contexto económico y social marcado por la inflación, los tarifazos, las suspensiones y los despidos. Y lo más importante: no captura las transformaciones que el ciclo kirchnerista decantó en el mundo laboral y que se expresa en muchas delegaciones de base, poco dispuestas a converger con la política negociadora de la cúpula cegetista.

Entre 2002 y 2015 se crearon 3 millones de puestos de trabajo y el empleo en negro -aunque lejos del recorrido deseado- cayó del 45 al 33%. Los jóvenes y no tan jóvenes que consiguieron empleo son en su mayoría extraños a la prédica del clásico sindicalismo de corte peronista. El camino que une la casa con el trabajo tiene muchas estaciones intermedias. El mundo del trabajo se ha vuelto más sofisticado y autónomo en su relación con la dirigencia. El empleo en blanco, las instituciones laborales y el salario como impulsor de la demanda son tópicos incorporados con naturalidad.

A nadie, o a muy pocos, convence la idea oficial de incorporarse a las cadenas globales de producción para generar empleos de baja calificación. La viaja maquila mexicana. Menos adeptos suman las fantasías del Gobierno de un mercado laboral a la estadounidense, o mencionan la cuarta revolución industrial y hablan de emprendedores e incubadoras. Hay otro factor que escapa al radar del Gobierno. Se diría que también al de la CGT. La inmensa cantidad de personas que no pudieron hacer pie en el empleo formal. Son trabajadores independientes, muchos cuentapropistas, otros cooperativistas. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular los expresa en parte y procura darles una representatividad de la que carecían antes del ciclo kirchnerista.

Corriente Federal de Trabajadores.

Hacia el interior del mundo sindical el panorama es heterogéneo. Poco tienen en común los afiliados a la UOM de Antonio Caló con los bancarios de Sergio Palazzo, y estos últimos con los aceiteros de Daniel Yofra. Ni que hablar de la distancia que separa de la CGT a la actual conducción del sindicato del Neumático, que desplazó a Pedro Wasiejko, mano derecha de Hugo Yaski (CTA). Un espacio que la izquierda ganó a fuerza de militancia en las plantas de Fate, Pirelli y Bridgstone. Un proceso similar al que vivió en los últimos años la industria de la alimentación.

Tan ciertas son las diferencias como que las conducciones de base que emergieron en los últimos años no parieron por el momento nuevas formas de organización. La dispersión juega en favor del Gobierno. La postura Hugo Moyano, que parece recluido en el mundo del fútbol, y la escasa voluntad de referentes como Juan Carlos Smith (dragado y balizamiento) de asumir un rol protagónico abren dudas sobre la capacidad del conjunto sindical para bloquear o limitar las reformas que propondrá Cambiemos. Hasta la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte -donde conviven Smith, el moyanista Juan Pablo Brey (aeronavegantes), Omar Maturano (La fraternidad) y Roberto Fernández (colectivero)- parece atrapada en la duda.

Trabajadores precarizados.

La fragmentación tiene raíces políticas e ideológicas. También tácticas. Nadie quiere quedar pegado al descolorido triunvirato de la CGT. La ausencia de un primus inter pares, una institución fuertemente arraigada en la calle Azopardo, se hace sentir. La debilidad es evidente. Quedó al descubierto el primero de mayo: pasada la multitudinaria concentración, el Gobierno ninguneó públicamente a los triunviros. Las dos CTA, al menos por un momento, dejaron sus rencillas y llamaron a un paro nacional de limitado alcance.

Las diferencias resurgieron esta semana con la intervención judicial del gremio de Canillitas. Su jefe, Omar Plaini, integra el Consejo Directivo de la CGT. Pidió una “cese inmediato de actividades” en repudio a la decisión del juez Marcelo Martínez de Giorgi. Abundaron los apoyos formales y se disparó una nueva interna en la CGT entre quienes quieren confrontar y quienes prefieren la vía de la negociación. Una cosa es clara: no habrá movilizaciones hasta después de las elecciones. Y, entonces, habrá que ver.

Los cierres de listas para las Paso confirman la debilidad. Ninguna expresión sindical alcanzó los espacios deseados. Smith, Héctor Daer (sanidad) y Carlos Acuña (estaciones de servicio) fueron los grandes perdedores. Hasta el moyanismo, que aspiraba a colar algunos de sus hombres en el armado de Sergio Massa, salió con las manos vacías. Brey rechazó ocupar un lugar testimonial.

Vaca muerta, el paradigma

En el plano político, el esfuerzo del Gobierno se orienta a superar a Cristina Kirchner en el territorio bonaerense. Repiten que solo así se despejarán el panorama local y las dudas del círculo rojo. A la espera del resultado, la estrategia oficial pasa por administrar dosis crecientes de obra púbica y optimismo a una realidad que no entusiasma. Mientras tanto, Nicolás Dujovne y Jorge Triaca afinan en silencio los detalles de las reformas. La polémica y las críticas que seguramente levantarán los proyectos podrían anticipar rechazos. En el afán de conseguir votos en el Congreso, en el oficialismo manda la cautela.

Vaca muerta.

Una muestra de lo que se viene es un trabajo elaborado por Asociación de Fábricas de Automotores. El documento anticipa argumentos que se escucharán cada vez con mayor frecuencia. El informe señala que la Argentina produce 18 autos por operario. En Brasil, la cantidad de unidades es de 21 por trabajador. En México la relación trepa a 40. Las automotrices agregan que por cada dólar que se paga de salario el 53% corresponde a cargas sociales. En Brasil representa el 46% y en México el 27%.

El Gobierno aduce que la postergación de los anuncios, que impacienta a la actual conducción de la Unión Industrial, obedece al “ruido electoral”. La apuesta es sumar a los gobernadores. Se sabe que los hay amigos, no tan amigos y también neutrales. Ninguno está dispuesto a vestir el traje de opositor. A todos los une la necesidad de fondos frescos. La obra pública, además, funciona como zanahoria. La hipótesis oficial señala que la necesidad de los gobernadores y el resultado de octubre aceitarán las oportunidades para reducir el costo laboral.

El pronóstico no es descabellado. El clima de época y la dispersión gremial aportan al oficialismo. Además, la representación sindical en Diputado quedará mermada. De los once diputados de extracción sindical, cinco dejarán sus bancas y sólo dos volverán a presentarse, aunque con escasas chances de revalidar. Los que pugnan por llegar provienen de gremios periféricos, distantes de la mesa chica de negociación.

En Trabajo deslizan que la estrategia apunta en dos direcciones. Por un lado intentarán flexibilizar los convenios colectivos en el mayor número posible de sectores industriales. El paradigma es la negociación cerrada por Vaca Muerta con los petroleros privados de Guillermo Pereyra. Hay otro antecedente: el acuerdo entre los metalmecánicos de Smata y las automotrices. En ambos casos, el esquema permite incrementar reducir salarios por vías indirectas y aumentar la productividad sobre la base de la polifuncionalidad. Las reformas fondos deberán transitar el camino legislativo.

Los que se van, los que pueden llegar

Aunque arribaron desde diferentes sectores y se integraron a distintas bancadas, los diputados de extracción sindical funcionaron en 2016 como un interbloque virtual. El peso se hizo notar en diferentes ocasiones. Fueron los principales articuladores del proyecto de ley que proponía la suspensión de despidos por 180 días, bloquearon la iniciativa oficial para reinstalar el sistema de pasantías y terciaron en la polémica reforma de la Ley de Aseguradoras de Riesgos de Trabajo. En general lo hicieron liderados por Héctor Recalde, quien dejará su banca en diciembre. Un vacío que seguramente será difícil de llenar.

Triaca con loa cúpula de la CGT.

Los que volverán a presentarse son el bonaerense Oscar Romero (Smata) y el fueguino Oscar Martínez (Uom). El primero es oriundo de Junín y protagonizó de varios escándalos que le valieron el rechazo de sus propias bases. Abandonó el FpV para sumarse al Bloque Peronista liderado por Diego Bossio. Desde allí saltó al tren de Florencio Randazzo. Lo hizo casi a último momento y con escasa suerte. Quedó cuarto en la lista. A otros les fue peor. Es el caso de Francisco Gutiérrez (UOM). El quilmeño debió conformarse con el séptimo lugar en la nómina del ex ministro de Transporte.

Lo de Martínez es diferente. Encabezará la lista de diputados del Frente Solidario y Popular de los Trabajadores en Tierra del Fuego. El armado articula a nivel nacional el llamado Instrumento Electoral para la Unidad Popular, cuya figura más conocida es Víctor De Gennaro (CTA). La lista es resultado de la confluencia de distintos sectores políticos y gremiales de la provincia. Todos agrupados dentro de la Unidad Solidaria de los Trabajadores, el partido que encabeza Martínez.

Otro que se aleja es Daer. Llegó con Massa y creció en autonomía cuando pasó a integrar el triunvirato cegetista. La ruptura comenzó cuando votó por la ley antidespidos sin modificaciones. Como referente de la CGT lideró la movida para que las obras sociales quedaran exceptuadas de la Ley de Acceso a la Información Pública. Aquí no hubo fisuras. Lo acompañaron todos los diputados de origen sindical. Randazzo le ofreció el lugar de Romero, pero lo rechazó. Lo mismo hizo Sergio Sassia (Unión Ferroviaria).

Pablo Michelli (CTA Autónoma) será primero en la lista de diputados del ex Proyecto Sur devenido en Frente Creo. La creación de Pino Solanas, que se postula para senador. Difícilmente tengan chances. Ambos compiten en territorio bonaerense.

Curtidores.

También se va Plaini. Un ejemplo del sindicalismo que solía jugar con las estructuras clásicas del PJ. Ingresó por la lista de Francisco De Narváez y Hugo Moyano en 2013 y se arrimó a Unión Ciudadana. Cristina Kirchner lo dejó a la intemperie. La elección decantó por figuras nuevas y combativas: Vanesa Siley y Walter Correa -cuarta y décimo en la lista-. También Yaski encontró allí su lugar en el mundo. Quedó sexto. Siley es secretaria general del Sindicato de Trabajadores Judiciales y rival histórica de Julio Piumato (judiciales). Correa lidera el Sindicato de Obreros Curtidores de Capital Federal y Gran Buenos Aires.

Un dato para subrayar: Unión Ciudadana es el espacio que más referentes gremiales incluyó. Todos con posibilidad de entrar. Ninguno se alinea en forma automática con la conducción de la CGT. Siley y Correa implican una renovación. Figuras emblemáticas del kirchenerismo se quedaron afuera. Recalde, por caso, va como senador nacional suplente y Waseijko será candidato a legislador provincial.

Algunos números

El desempleo se ubica en torno al 9% en el promedio nacional, pero trepa al 17% entre los menores de 29 años y se dispara al 20% entre las mujeres de la misma edad. Las inversiones, en tanto, siguen sin aparecer y las pocas que despuntan están asociadas a sectores muy específicos, como el hidrocarburífero y la agroindustria. Algo aporta la construcción ligada a la obra pública. Sin embargo, la elevada capacidad ociosa del entramado industrial torna poco probable que nuevas inversiones se traduzcan en más empleo: 35 de cada 100 equipos de producción están parados. En las industrias ligadas al mercado interno el parate es mayor.

Oscar Martínez, de la UOM.

Los números oficiales reflejan en parte la situación. La Encuesta de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo es elocuente. La foto de abril –la última disponible- indica que se perdieron 50.600 empleos formales privados. La imagen agrega que, además, se sumaron 23 mil empleos públicos y alrededor de 5 mil monotributistas sociales. Conclusión: el número total de ocupados registrados se redujo en 22 mil. El optimismo del Gobierno sostiene que la caída es consecuencia de factores estacionales. Algo así como el recordado “estamos mal, pero vamos bien”.

Si la foto es mala, la película es peor. Entre abril y el mismo mes el año pasado se sumaron 5 mil empleos formales en el sector privado. El número es exiguo de cara a los 6.188.500 registrados que había en abril de 2016. En Trabajo argumentan que en el último año ingresaron 138 mil personas al mercado laboral. La estadística no miente, pero no da cuenta de las razones. El incremento se explica porque se agregaron 67 mil monotributistas, 32 mil monotributistas sociales y 33 mil empleos públicos -además de 5 mil trabajadores al sector privado y 9 mil autónomos-.

En síntesis: difícilmente los nuevos monotributistas sean emprendedores dispuestos a incubar proyectos innovadores. La historia pinta muy diferente. Todo apunta a dibujar el perfil de un mercado laboral precarizado, con salarios que no alcanzan para llegar a fin de mes. En su momento, el menemismo intentó interpretar la proliferación de pequeños comercios en las zonas industriales como un signo de progreso. Eran los años de las privatizaciones, la apertura comercial indiscriminada y la reconversión laboral. Diez años después, la desocupación trepaba a niveles históricos. La película amenaza con repetirse.