De pronto, Lanata mediante, el gobierno encuentra ese enemigo interno que viene tratando de construir desde hace más de un año y medio. La fantasía del grupo RAM y la justificación de la represión.
El resumen del último programa de Lanata en el sitio web de TN se cierra con una breve y muy marginal alusión a la desaparición de Santiago Maldonado luego de un extenso relato de las andanzas de Resistencia Ancestral Mapuche, agrupación de la que nada se había escuchado hasta ahora ni en la prensa ni desde el oficialismo. Y de pronto ese secreto se convierte en una amenaza cuyos alcances es imposible vislumbrar. Como dijo en su alocución dominical el conductor de Periodismo para todos, “esto cambia la realidad de un país, porque si algunos deciden sacar los fierros se pudre todo”. Estábamos en una Argentina conflictiva, por cierto, pero ahora pareciera que entramos en una hipótesis de guerra.
Hay que retroceder mucho en la historia para encontrarse con la construcción de un enemigo interno armado y dispuesto a todo. Luego del discurso militar y sus dibujitos de la subversión comiendo como termitas las posesiones de los argentinos hay que esperar hasta los tiempos la Alianza, cuando apareció en Entre Ríos un grupo armado al que nadie tomó en serio y que se convirtió en un episodio adecuado para ese mundo freak que en una época hizo las delicias de Chiche Gelblung.
Pero se podría decir, si se mira retrospectivamente, que Cambiemos viene hace un buen tiempo empeñado en construir un enemigo interno al que fue pintando con rostros diversos: el kirchnerismo en lugar privilegiado, una identidad política que pasó a ser sinónimo de desfalcos varios, abarcando en esta descalificación no sólo a sus principales dirigentes sino a cada una de las personas que adhiere al movimiento liderado por Cristina. Valga como ejemplo, el narcomenudeo adjudicado por Durán Barba al núcleo duro de seguidores K. Pero también la mafia de los sindicatos, la de los juicios laborales y el gremio docente empeñado en ganar un sueldo mejor al que le ofrecía Vidal. Y los manifestantes encapuchados, claro.
Desde la misma asunción de Macri, el oficialismo –pese a las permanentes apelaciones al diálogo y a unas primeras mieles con Massa en Davos- fue intentando construir enemigos internos, incluso habló de desestabilización y del deseo de algunos grupos de que el gobierno no terminara su mandato, con lo cual ese enemigo pasó de poner palos en la rueda a irse convirtiendo en amenazas concretas de las que hay que defenderse, llegado el caso como sea.
A la operación RAM se sumó, con el oportunismo que siempre lo ha caracterizado, Mario das Neves, el gobernador de Chubut que, de paso, acusó a la vecina provincia de Neuquén de ser el lugar de origen del movimiento mapuche. También hay miserias interprovinciales.
Lanata le proveyó el enemigo interno ideal para Cambiemos: gente de otra etnia, armada, que tiene conexiones con movimientos similares en Chile y que atenta contra la gente que viene de afuera a invertir en el país. Casi a medida, nada de pret a porter.
La cosa podría hasta ser divertida, si no hubiera, en primer lugar, un desaparecido al que se quiere disolver en esta trama. Pero también hay un espacio donde circula aquello que, a fuerza de inverosimilitud, termina encallando en el absurdo. Pero, pese a esto, funciona, porque las ideas (o los deseos) son previas a los hechos. Como cuando Lilita habla de un comando venezolano asesorado por ISIS que estaría detrás de la muerte de Nisman. No es casual que sea el personaje favorito de los programas políticos de la tele. Ella es una gran proveedora de relatos y cuando no se le ocurre nada qué agregar aparece Lanata –que viene a ser como la variante cínica del fingido furor republicano de la líder del ARI.
Por otro lado, en el operativo en el que es desaparecido Maldonado, la Gendarmería hace un gran despliegue que cuenta con la presencia y el aval de Pablo Nocetti, jefe de gabinete del ministerio de Seguridad que encabeza Patricia Bullrich, quien a su vez armó un raid mediático para minimizar el tema Maldonado y agitar el fantasma de RAM. Entonces la cosa empieza a parecer seria y puede pensarse que sea el comienzo de la construcción de ese enemigo, peligroso e irreductible que le viene bien al afán represor de Cambiemos.
Hacer entrar a RAM, que es un grupo muy pequeño, a escena revela una voluntad de armar algo donde no hay nada o donde existe la protesta social y el rechazo más o menos intenso a las medidas de gobierno. Al no aceptar la idea de oposición –con la cual habría que negociar- el macrismo considera mucho más fácil inventarse un enemigo fantasma. En cierta manera trata de hacerlo con el narcotráfico pero es demasiado inasible. Por eso, si no hay realidad tiene quien se la invente.