Programas que reducen su presupuesto, gente muy capacitada a la que se despide sin motivo, desesperación por quedarse con los dineros de entes autárquicos, como el Fondo Nacional de las Artes. Pablo Avelluto dirige una secretaría destinada a ser el último orejón del plato de Cambiemos.
Pablo Avelluto despidió al gran intelectual con estas palabras en Twitter: “Lo vamos a extrañar. Y a necesitar. Por suerte quedan sus libros. Y sus entrevistas, como ésta que le hizo Juan Carlos Sanz para Babelia hace unos meses”; y agregó el link. Podía referirse a Osvaldo Bayer, pero el secretario de Cultura se lamentaba por la muerte de Amos Oz. El fallecimiento de Bayer no mereció un solo comentario para el funcionario en una red social a la que es muy afecto. Signo de los tiempos en la Argentina de Cambiemos, que supuestamente vino a cerrar la grieta. El propio Avelluto lo dice en su biografía tuitera: “En contra de grietas e intolerancias”. Él, que antes de llegar a la función pública a nivel nacional definió en Twitter a la Revolución Libertadora como “mi golpe de Estado favorito”. Él, que después de asumido definió como “fascistas” a quienes protestaban en la Feria del Libro por el cierre de profesorados.
Su opción por no decir nada sobre la muerte de Bayer, en una semana en la que la cultura argentina también lloró a Irene Gruss, Jaime Torres y Germán García, resulta un posicionamiento. Y representa un digno de cierre a un año en el que Cultura pasó de ministerio a secretaría, con la lógica pérdida de presupuesto. Que se agrava por los recortes que impone el acuerdo con el FMI.
Problemas con el Fondo
En un año durísimo como el que pasó, vale la pena detenerse en algunos hitos de la cartera de Avelluto, que, tras su degradación de ministro a secretario, más que cartera sería mochila. Y bastante pesada, pese a los recortes. A fines de noviembre pegó el portazo Carolina Bicquard, titular del Fondo Nacional de las Artes, ente autárquico que depende de Cultura. Bicquard se fue denunciando que el secretario atentaba contra la autonomía del Fondo al pedirle que financiara programas de Cultura con su presupuesto.
El FNA “tiene como objetivo promover y desarrollar la producción de los artistas de todo el país financiando su formación y la creación de sus obras” según declara a nivel institucional. Esto lo hace a través de becas y concursos. Con Bicquard al frente, se multiplicó por diez la cantidad de artistas beneficiados y más que duplicó sus reservas. El balance no puede ser más que positivo. En entrevista a La Nación, Bicquard denunció que Avelluto “no cree en la autarquía” y que manotear del presupuesto del FNA “es como usar un escarbadientes de muleta”. El matutino conservador no dudó en defender a la ex funcionara en un editorial tras el pedido de renuncia a Bicquard. Con su salida también se fueron, en solidaridad, cuatro integrantes del directorio.
Y el Premio Nacional es para…
Mientras no se apagaban los ecos del despido disfrazado de renuncia, agravado por ser el FNA un ente autárquico (“una nueva víctima de la confusión entre Estado y gobierno”, señaló La Nación), llegó la noticia de los Premios Nacionales. Casi un regalo de Navidad para escritores, músicos, teatristas, guionistas. Ya se venía poniendo en duda la continuidad de los galardones, con denuncias de que no se había pagado siquiera a los jurados de la edición anterior. El Estado argentino se puso al día con la producción de 2013 en adelante, un gesto inesperado cuanto loable. Pero con algún punto cuestionable.
A través de Facebook, el compositor Marcelo Delgado planteó lo que sigue en la categoría de Música, con el destacado de que planteó sus diferencias al músico premiado antes de volcar sus reflexiones en la red social: “En su formulación actual, el Premio Nacional no supera la categoría de ‘concurso’. Y, aun así, está pésimamente formulado: compiten, en una misma categoría, obras de cámara y obras sinfónicas. Se puede presentar una obra para piano o una obra para coro y orquesta, lo mismo da, y serán juzgadas dentro de un mismo campo de recepción. Tomemos como ejemplo el concurso del FNA, el ‘Juan Carlos Paz’, que establece categorías diferenciadas, lo cual equilibra las posibilidades. Nada de esto sucede aquí y, por otra parte, es clara la preferencia de los jurados al considerar en sus decisiones las obras sinfónicas”.
Remarca sobre uno de los jurados, el compositor Luis Mucillo, cuya presencia “se justifica seguramente –además de sus méritos como compositor- por ser el ganador de la anterior edición del premio”. Fue maestro de Alex Nante, el galardonado, y al respecto Delgado dice que “se comenta que se excusó de votar, y que tal decisión consta en el acta final del dictamen: difícil pensar que la opinión del único compositor de peso en el jurado no haya pesado en la decisión final”. Por ende, no unanimidad en la votación. Del periodista Pablo Gianera apunta que “su idoneidad intelectual está fuera de toda duda, pero a la hora de enfrentar una partitura compleja, situación que requiere de una gimnasia cotidiana, a la hora de pensar una escucha interna que permita imaginar lo que la partitura muestra, nos permitimos dejar un margen de decisión, además de las reservas que presupone que alguien que habitualmente ocupa el lugar de la crítica -el de la mirada externa, despojada de intereses- se involucre en una premiación”. Y del director de orquesta Santiago Chotsourian, que “no transita habitualmente los diversos espacios en donde se cocina la actual creación de nuestros compositores, por lo que me eximo de evaluación alguna”.
Además, Delgado apunta que el Premio Nacional “debería subrayar una trayectoria. Premiar no solamente una producción en particular, sino una actividad continuada, con efectos concretos, demostrables a través del tiempo. La obra que se presente debe estar avalada por toda una serie de otras obras que el compositor haya escrito, jalonando distintas etapas de su trayecto creativo”. Nante tiene 26 años.
De bibliotecas y recortes
Gianera, periodista de La Nación, fue de los pocos en defender la gestión de Alberto Manguel en la Biblioteca Nacional. “Manguel logró dirigir la Biblioteca Nacional en el fuego cruzado de la política y la convirtió en algo mucho mejor de lo que era”, escribió en agosto pasado. Con Manguel se iba un director que ajustó la Biblioteca hasta lo indecible, con efectivos e seguridad en los pasillos tras decenas de despidos y con el cierre de publicaciones que habían significado un salto de calidad en la anterior gestión. Pero, según parece, “la convirtió en algo mucho mejor de lo que era”.
Justamente, el año en que Manguel hizo las valijas se cerró con el despido de Abel Alexander, el responsable de la Fototeca. El aporte de Alexander a la preservación de la memoria fotográfica ha sido enorme en la Argentina. No se reemplaza así como así a un experto, si es que la idea es mantener la calidad de la Fototeca.
Algo similar sucede con Fernando Martín Peña, el mayor divulgador del cine en fílmico, que suele proyectar en la ENERC. A fines de diciembre, fue informado de que no se le renovaría el contrato para las funciones de revisión que realiza allí desde 2013. Con lo que tuvo que mudar funciones, que eran gratuitas, a otro lugar. Peña siempre destacó por opinar, y con fundamento, sobre la gestión en el área. Sacar el acceso a maravillas en fílmico del ámbito de la ENERC no altera de modo sustancial ningún presupuesto, y centenares de aficionados se ven perjudicados.
Hablando de presupuesto, lo peor está por venir. El Congreso sancionó las partidas para 2019 y los números de Cultura presagian lo peor. El Presupuesto 2019 establece en el área recortes que meten miedo por donde se quiera ver: bibliotecas populares, orquestas, museos, etcétera. Apenas dos ejemplos: la Sinfónica Nacional bajó de 8 millones en 2018 a 900 mil pesos el año próximo. Mientras que Preservación, Gestión y Salvaguardia del Patrimonio Cultural cae de cinco millones a uno.
Por si fuera poco, si bien no es del ámbito de Avelluto, sino de la Ciudad, el Colón implementó una colonia de vacaciones para que los chicos conozcan sobre música, a 4 mil pesos la matrícula semanal. Lo que se dice una bicoca, en un teatro que se ha caracterizado por el multiuso en los años del macrismo: ceremonia de los Martín Fierro, degustación de Manaos, celebración del Día del Peluquero, etcétera. Y en otra área que tampoco es de Avelluto, pero que hace a la cultura, el panorama también es desalentador: los medios públicos, con recortes a la orden del día. Como para no echarle toda la culpa al secretario que viene de ser ministro.