El gobierno de Macri no solo despliega medidas que favorecen a los sectores más concentrados de la economía sino que su discurso se nutre de técnicas motivacionales, algunas de larga data, para convencernos de que estamos en el camino correcto. Por ahora van pudiendo.
Se ha instalado recientemente un debate pequeño y doméstico acerca de si la descomposición económico-social resultante de las decisiones del gobierno ha sido la consecuencia natural y previsible de decisiones intencionales o el resultado de una incompetencia manifiesta del presidente Macri y su equipo. Como ambas no son en absoluto incompatibles, los disensos también difieren en torno al porcentaje atribuido a cada una y los que ignoran las reglas básicas de las matemáticas hablan incluso de un cien por ciento de cada una.
A favor del argumento de la intencionalidad aparece el hecho de que los resultados consecuencia de las medidas adoptadas por Mauricio Macri cumplen los postulados mayores del neoliberalismo: distribución regresiva del ingreso a favor de los grupos concentrados, caída del salario real y pérdida del poder adquisitivo de la gran mayoría de la población aumento del desempleo, deuda creciente, destrucción de la pequeña y mediana empresa, condiciones favorables para la especulación financiera, y paramos acá.
También suma en contra del argumento de la incompetenciases que las decisiones que tanto el presidente como sus funcionarios tomaron durante lo que va de su gestión con respecto a su patrimonio personal y el de sus socios y amigos han dado siempre resultados positivos y superavitarios. No cometieron aquí errores ni aprendieron sobre la marcha.
Los argentinos (no todos, sólo nosotros) somos honestos y humanos
La derecha, en sus diferentes versiones democráticas y dictatoriales, siempre ha hecho de la moral y de su versión actual, la transparencia, una cuestión de Estado. Ha contado y cuenta en esta cruzada con la aprobación de una importante franja de los sectores medios, medios altos y altos cuya moral suele dormir largas siestas durante esos períodos para despertarse sobresaltada cuando el peronismo está en el poder. Razonaban, por decirlo de algún modo, que este grupo de CEOs y empresarios ajenos al “ámbito corrupto de la política” ya tiene un patrimonio lo bastante importante como para aprovecharse económicamente de su función en el Estado.
La ingenuidad puede ser la más trágica de las complicidades.
Los Cínicos: similitudes y diferencias
Según el diccionario de María Moliner, cínico es alguien “desvergonzado, impúdico y sinvergüenza”, “se aplica a la persona que comete actos vergonzosos sin ocultarse y sin sentir vergüenza por ellos”. Los Cínicos de la antigua Grecia iban por otro lado: despreciaban las riquezas y cualquier forma de preocupación material. Se identificaban con la figura del perro por la sencillez y desfachatez de la vida canina. Macri, en la era moderna, sentó a Balcarce en el sillón de Rivadavia. Se cuenta que Diógenes, el referente más conocido de aquella escuela, vivía en un tonel, Dujovne en un baldío.
A veces donde parece ser todo anécdotas es posible encontrar ideología.
El ingeniero en su laberinto
Los políticos tradicionales, mayormente abogados, traen de origen una gimnasia en oratorias de larga duración, tienen una inclinación natural al acting y, unos cuantos de ellos, un cariño especial por los sofismas. Cambiemos, integrado en su mayoría por empresarios, estrenó una nueva retórica, hasta ahora desconocida, muy diferente de la bien conocida verba de aquellos.
Es interesante examinar la descomposición del lenguaje verbal y no verbal de los funcionarios del colectivo Cambiemos, y en particular de Mauricio Macri, a lo largo del breve y vertiginoso recorrido que medió entre el sí se puede (los tiempos de orador motivacional), las promesas de campaña (verás que todo es mentira: ir al link Yira yira de Enrique Santos Discépolo), pasaron cosas (qué lindo es dar malas noticias), retorno al FMI (versión local de Houston, estamos en problemas), con estación terminal en son tiempos de sacrificios y resiliencia, donde estaciona .
Todo es cuestión de actitud
En su libro Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo, Bárbara Ehrenreich describe la influencia que tuvo en la sociedad estadounidense la corriente del pensamiento positivo, un movimiento que comenzó en aquel país en los años 50 como técnica de motivación en los departamentos de ventas de las empresas pero que alcanzó su auge en los 90 cuando empezaron los recortes de personal. No se hablaba entonces de despidos sino de “periodos de transición”.
El concepto de pensamiento positivo se basa en la nunca demostrada ley de la atracción, según la cual este tipo de actitud atrae bienes materiales, razón por la cual tuvo y sigue teniendo buena recepción, casi una religión, en el terreno de las decisiones y políticas socioeconómicas.
Con el tiempo la idea no se quedó ahí sino que se trasladó a otros ámbitos, por ejemplo el de la salud, donde se sostenía que una buena actitud era importante para aumentar la sobrevida del cáncer (B. Ehrenreich debió soportar este tipo de prédica durante el tratamiento de su cáncer de mama).
La idea está lejos de ser inocente sino que persigue el objetivo de generar un gran impacto en la subjetividad de las personas y en la conciencia colectiva: asumir culpas personales, por falta de actitud, en tiempos de crisis socioeconómicas promovidas por políticas de Estado fortalece el individualismo y reprime el pensamiento crítico como herramienta de resistencia y protesta organizadas frente a la injusticia social.
Y con esto ya hay bastante tela para cortar.
Argentina S.A.
Se podría hacer una síntesis de la identidad y del sentido de país al que aspira Cambiemos cuando Macri imagina a la Argentina como el “supermercado del mundo” (en rigor, una filial menor y periférica del gran supermercado en que se ha convertido el mundo). Es la mirada sesgada y limitada de un empresario en la que otras categorías, culturales, humanistas, no encuentran lugar o como mucho ocupan un espacio testimonial.
Haceme un lugarcito
A diferencia de otras formas históricas que adoptó el capitalismo, al neoliberalismo último modelo no le basta con ganar dinero: el neoliberalismo como lo estamos conociendo ahora es una forma de Capitalismo autoritario que ha ampliado su radio de acción más allá de los negocios. Para hacerse del control absoluto del poder ha aprendido de viejas experiencias en la región que lo dejaron con la mitad de los objetivos cumplidos. En su versión actual ha logrado reunir y confraternizar en una unidad de gobierno, poder económico-financiero, poder judicial, empresas periodísticas y gerenciamiento político a cargo de CEOs.
Dentro de este esquema de democracia sin partidos políticos, los CEOs son los dedos de la en otros tiempos mano invisible del mercado, hoy en modo exhibicionista.
Acerca de dónde agarrarse
Las recientes transformaciones han tenido un efecto palpable en el estado de ánimo de buena parte de la gente, por momentos entregada a la resignación y convencida de la inutilidad de nuevas propuestas, como naturalizando y aceptando que el actual estado de cosas va en vías de eternizarse.
Tanto que empieza a dudar que un cambio de signo político de un nuevo gobierno haga posible la construcción de una democracia con la capacidad suficiente para proteger a los ciudadanos de los poderes económico-financieros y mediáticos. Peor aún, existe una desconfianza en la manera en cómo decide la gente a la hora de votar: la experiencia reciente de la mayoría del pueblo brasilero es una medida objetiva de un fenómeno desconcertante, sólo parcialmente comprendido, que se suma a otros de este estilo en otras partes del mundo.
Hablando de su libro Levantado del suelo Saramago dice “del suelo se levanta todo, hasta nosotros nos levantamos”. Puede resultar insoportable resignar la urgencia que plantea el 2019 y pensar en las elecciones del 2023, es cierto. Pero insistir en conformar una unidad ideológicamente inconsistente y contranatura puede resultar aun peor.
Con otras palabras, Saramago tal vez esté sugiriendo recorrer un camino menos pragmático y más exigente pero necesario: “Yo me considero como el náufrago de un barco que se hunde. Uno está a punto de ahogarse, pero hay una tabla a la que se aferra. Es la tabla de los principios. Todo lo demás puede desmoronarse, pero, aferrado a ella, el náufrago llegará a una playa. Y después, con esa tabla, podrá construir otro barco, evitando cometer los errores de antes. Y con ese barco intentará llegar a otro puerto”.