Crónica basada en hechos reales o de cómo allá en lo más profundo de la City creen en los fantasmas. El título podría ser también Informe sobre Ciegos.

Estoy hecho mierda, me dijo el caballero, con el que vengo tomando una cierta confianza personal desde hace cierto tiempo, en un bar de Libertador donde te cobran 144 pesos por un té.

Estoy hecho mierda yo, mis clientes, la gente.

El que habla es un hombre de la City, a la vez un empleado de cierta jerarquía con años en el oficio y un hacedor, y un busca, y alguien que conoce su oficio. No es ni por las tapas un yuppie, ni un gerentazo. Trabaja para una agencia financiera muy pintona y tiene a la vez su oscura cuevita propia en un edificio viejo y fascinante de la zona, acribillado de más cuevitas.

El hombre, buena gente, votante de Macri, creyente de todo tipo de fantasías horribles que se dicen sobre el kirchnerismo o el peronismo, lector de los medios que debe leer gente como él, anda con un estresazo fenomenal desde que los mercados -tan bipolares siempre y tan errados- entraron en el pánico post PASO. En un momento dado cuenta que tiene que ir al sur del conurbano un par de veces a la semana y dice que las últimas veces quedó shockeado. No sabés la negrada, dice. Aclara que no habla de la negrada despectivamente sino de lo horriblemente sufrida que vio a la negrada a bordo del tren. Porque el tipo no es un jodido ni un yuppie, es un operador, más o menos un laburante, y prefiere no usar el coche sino el transporte público.

Es buena gente, vive alienado en su pequeñísimo mundo de cotizaciones, alzas, bajas, riesgo país, bonos del tesoro estadounidense, acciones, carry trade, toda la jerga que uno conoce más bien mal.

Dice que creyó absolutamente en las encuestas pre electorales que difundieron los grandes medios, las que daban un 4% remontable de diferencia entre Alberto Fernández y Macri, el Macri que Verbitsky se empeña en llamar Maurizio. Cuenta que la noche del domingo, estuvo relativamente abstraído del escrutinio y que cuando la esposa le gritó de lejos los resultados quedó como en shock. También se tragó aquellos datos tan optimistas de suba de bonos y buenos augurios electorales que se difundieron el viernes anterior, tan famoso. Se los tragó como un pelícano se traga un pez de quince kilos.

Le dije que eso pasa por no atender otras señales sociales y mediáticas, por vivir en una burbuja. Pero eso lo charlé también con otro interlocutor, un economista y consultor de prestigio, alguien cercano. Tengo la suerte excepcional de que mis dos interlocutores en la materia “mercados” son buena gente.

Cuadro de angustia

El interlocutor de la City que ahora vamos a dejar en segundo plano viaja en bondi, vive corriendo, pasa sus cortas vacaciones en algún tiempo compartido. Transcurre su vida persiguiendo tenaz cada pequeña diferencia pasible de obtener vendiendo un bono, cambiando un dólar, con el celular enloquecido.

El segundo interlocutor es un economista de muy buen nivel, y consultor, y analista financiero de prestigio en el barrio del que tratamos. De nuevo: no es mi enemigo, aunque de vez en cuando (o más) me enervan sus prejuicios y sus posiciones políticas y económicas, así como sus consecuencias. Tiene sus ráfagas de fama y en estos días anda angustiado, asustadísimo. Desde el lunes posterior a las PASO y el terremoto posterior circula con frecuencia en los canales de cable, en los programas ruidosos y en los menos ruidosos. Aunque está más que asustado por todo lo que está sucediendo, su discurso sereno es inaudible en los programas ruidosos.

Este otro interlocutor venía desde hace meses haciendo los típicos cálculos acerca de qué podía pasar con los bonos argentinos mucho antes de las PASO. Discurso recontra típico: si las encuestas marcan una distancia importante de Alberto, decía, los bonos iban a bajar y bajarían más según fuera el riesgo percibido de reestructuración de la deuda o default. Típica también la mirada práctica, “realista”: ahora no importa Macri, no importa si Macri tiene la culpa, Sturzenneger tiene buena formación, aunque es demasiado académico. Sturzenneger -me contó en su día- fue bajado de un hondazo un día sábado sin que él (Sturzenegger) supiera nada. Pero a este consultor que es muy liberal y promercado no le llamaba la atención el nivel de improvisación de la administración macrista sino ver las cosas por el lado práctico. Caputo sabe, puede que haya dicho después.

Va de nuevo: el interlocutor tiene buena formación, maneja una serie de herramientas que tienen una sofisticación de lo más guau, y cuenta de programas informáticos que manejan en el exterior que se anticipan a todo. Este tipo de cosas siempre me hacen acordar a una ciencia inventada en una trilogía de Isaac Asimov: la psicohistoria. Los psicohistoriadores te adivinaban la evolución de lo que fuera en cualquier planeta con una facilidad pasmosa. Onda las proyecciones económicas del gobierno de Macri y las del FMI, que vive arrepintiéndose en cómodas cuotas trimestrales.

Miedo a Alberto, reiteraba el consultor -ahora está en contacto permanente con Guillermo Nielsen, se pasan figuritas- hace ya bastante tiempo. Los mercados le tienen miedo a Alberto, a Cristina, a todo tipo de fantasmas, eso reiteraba. Uno le decía: ¿pero vos te creés que el kirchnerismo o el peronismo-kirchnerismo es una legión conformada por walking dead venidos de octubre de 1917? Y él, el segundo interlocutor, no decía demasiado, o se quejaba de alguna presunta mala señal dada por Alberto, o repetía miedo de los mercados, lo demás no importa nada. Uno le decía pero esto es consecuencia no de Alberto sino de Macri. Silencio de radio.

Esta gente, como niños, cree profundamente en los miedos que autogenera, cree en fantasmas. Alberto no es el Che Guevara, podés decirles, pero nada. Los mercados le tienen miedo al kirchnerismo. ¿Pero no deberían tenerle miedo a Macri? Eso ya no importa, pueden haber metido la gamba pero los mercados le tienen miedo a Alberto. La situación se parece mucho a algo que escribió Martín Kohan en Perfil y que acá comprimo mal: a mis amigos macristas vos les decías pobreza y ellos te decían Boudou.

Lo curioso: la inteligencia personal, la buena formación, no son garantía. Este segundo interlocutor de hecho laburó varios años en el Banco Central, lo mismo con reconocidos políticos, economistas, y gurúes de la City. Pero su ancla ontológica para ver el mundo, su Aleph, es la percepción de los mercados, la percepción que va de la euforia al pánico cada equis tiempo. Dijo mi interlocutor, y esto es interesante, que trató con funcionarios del FMI y que hoy deben estar todos re cagados en las patas, Lagarde incluída.

El segundo interlocutor también leyó las encuestas pre electorales que consumió el 85% de la población. También se tragó el viernes eufórico anterior a las PASO. Y va de nuevo: ¿pero no viste las señales sociales y económicas de lo que está pasando? ¿El macrismo no leyó otras encuestas?

-Te juro que en el Gobierno no sabían.

-Pero había otras encuestas, el kirchnerismo las manejaba, los datos circularon en C5N y otros espacios.

-Pero si eran encuestas del kirchnerismo, que no vi, uno no podía creerles, podían ser una operación kirchnerista, encuestas operadas como tantas otras encuestas.

Al igual que al interlocutor uno -y eso porque hay cierta confianza y uno está entre enojado y agrandado por el resultado de las PASO- le dije al interlocutor dos que “los mercados”, si se creen tan capos, deberían dejar de leerse exclusivamente entre ellos y atender a otras fuentes. Le dije de las encuestas anticipatorias que hubo. La del CELAG, la de Hugo Haime.

-No, no sabía.

En su última nota en Socompa este cronista hizo un análisis psycho killer intentando explicar(se) la psicosis de esta gente: desde Macri a los mercados, creando su propia realidad, impedida de ver nada más allá de los propios deseos o las propias pizarras. Luego entran en pánico.

La economía irreal

Esta gente del pensamiento económico dominante del establishment -o de los mercados- maneja en realidad solo un cachito de economía. El que escribe es más bien flojito para las ciencias económicas pero arriesga a que sabe más, por solo atender a otras complejidades, incluyendo eso que (increíblemente) nos vemos forzados a llamar “economía real”. Que es como tener que poner blanco sobre negro -en modo absurdo- que los otros hablan de una economía irreal.

Ejemplo obvio: el que escribe el otro día se sorprendió cuando Macri no fue a la reunión aniversario de la UIA no porque no fuera en esa jornada en particular sino porque supo que en estos años Macri no fue nunca. No debería haberme sorprendido pero me sorprendió (gil). Hay un problemón ahí, en nuestra cultura política, y en la obligación de que algunos presidentes deban hacer algunos deberes y otros no. Porque, volvemos a los ejemplos simbólicos, queda horrible que un primer mandatario o mandataria no concurra al acto anual en la Rural. El campo es la Patria.

Más ejemplos bobos: Macri nunca jamás mentó en sus nutridas intervenciones públicas la palabra “fábrica”. Pongamos que por ahí la dijo alguna vez, pero se requiere un estudio de todos sus discursos para corroborar si alguna vez balbuceó “fábrica”. Mintió con la palabra desarrollo, con la expresión empleo de calidad, tuvo en Galperín su nuevo Henry Ford, pero apostemos un té de 144 pesos a que nunca dijo “fábrica”.

No es joda. Por más transformaciones que llevemos acumuladas en los modos de producción, globalización, robotización, crecimiento del sector servicios, “economía del conocimiento”.

No es joda: qué terrible fracaso de nuestra democracia y nuestra cultura política que un presidente y cuatro quintas partes del decir económico dominante no digan nunca “fábrica”. Más aun, simbólicamente, teniendo en cuenta la frase épica de Alfonsín: vamos a levantar las persianas de las fábricas. O teniendo en cuenta el intento pedagógico del kirchnerismo acerca de industrialización, valor agregado, riesgos de la primarización.

Galpones en San Fernando

Ahora el cronista hace un cambio de frente intentando practicarlo a lo Riquelme. Ayer el cronista estuvo en San Fernando, en un barrio pobre de San Fernando. Es un barrio semifabril crecido seguramente al amparo y en la tradición de la industria maderera del Tigre y de su delta. No es que se erijan en la zona astilleros que construyan el HMS Victory, el navío de tres puentes en el que murió el almirante Nelson. Pero bueno, cantidad de producción hay en esas barriadas, muebles y cosas de todo tipo, de la que dependen miles de puestos de trabajo.

Fuimos a comprar un armario onda escobero, de esos de madera aglomera y lámina de melamina, ármalo tú mismo. Baratísimo, pista de Mercado Libre. Mucho galpón en la zona y este al que fuimos era una preciosura: peronismo puro, si ustedes disculpan. Enormes pallets en la vereda esperando ser transportados al patio de maniobras de la empresa, que era un quilombo. Cantidad de pibes jóvenes laburando ahí, en la planta baja. Pibes de esos que pueden ser muertos a la primera de cambio por un cana rayadito. Luego una escalera de madera medio escondida, camino a un entrepiso y allí una pequeña legión de pibas jóvenes del barrio o cercanías laburando en la parte de administración. Muy buena onda todo el mundo. Si no fuera que amamos el ocio y odiamos el capitalismo diríamos: cultura del trabajo, expresión usada por Eduardo Duhalde, qué peligro.

A qué viene esta pelotudez, preguntarán los lectores: a oponer mundos, a visibilizar mundos escondidos que tampoco la gestión kirchnerista supo mostrar en su pedagogía industrialista.

Reprise: qué fracaso de la democracia que nuestros economistas mainstream (y todo el club de Willy Kohan y Longobardi), desde siempre, muchos de ellos formados al calor de la revista Apertura y antes en la escuela acaso forjada en el viejo Ámbito Financiero nacido en la dictadura, no sepan un pomo de economía real, no menten tampoco la palabra fábrica, ni producción. Sólo jergas y visiones de la City y todos los prejuicios del mundo contra el mundo sindical y mucho brunch y velada paqueta con los grandes empresarios pero no con las pymes.

He aquí la lucha en soledad de los buenos contra los City o los adoradores del Círculo Rojo. Lucha en soledad de periodistas compañeros y brillantes como Alfredo Zaiat versus los falsos gurúes. Zaiat, que dicho sea entre paréntesis, forjó una escuelita de periodismo económico en Página/12, de lo mejor que le queda a Página/12. Y menos mal que ahora crecen otros muy buenos: Alejandro Bercovich, Julián Guarino, y la piba rubita de C5N, Julia Strada, que tiene poco de piba rubita, y que por ser tan joven es un muy buen cuadro. Es dice: doctora en Desarrollo Económico, Magíster en Economía Política, licenciada en Ciencia Política y miembro del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). También lo escribimos acá: esa generación de periodistas gratifica y genera esperanzas a futuro.

De este lado de la grieta seguimos tanto al club de Willy Kohan como a esa gente y a los economistas del palo y cercanías. Le reprocho a los dos interlocutores que engalanaron este texto que nosotros leemos a todos y que ellos no, que por eso no se enteran, que son ciegos, prejuiciosos, que se creen lo más pero por dogmatismo, ceguera, encierro (“pedantería” dijo el otro día Berco invitado en un programa ajeno a C5N). Creyéndose Messis de las finanzas, terminan metiendo la pata y haciéndonos percha.

Uno también tiene sus prejuicios sobre la City, “el pequeño ahorrista”, “los inversores”. Porque desde su mente social realista soviética los imagina casi que millonarios y jodidos a todos, con chisteras y caras de chancho, como en las viejas viñetas de siglo XIX y algo más. Pero no. Tampoco es así. En este último tsunami del reperfilamiento de Lelics y Lecaps cayeron -amén de pymes, provincias, municipios- tipos que apostaron a esas letras para guarecerse del infierno inflacionario, entre los líderes del mundo.

Concept Art

Volvemos al primer señor, buena persona, al que vi en el bar de Libertador. Dijo que ese mismo día compró un bono argentino, creo que el Dyca, a no sé qué precio ridículamente barato. Porque ese bono, como todos los bonos argentinos, bajó una enormidad. Él hace una apuesta: cree que a la larga -se verá, confiemos, lo sabremos en un año o dos o más- ese bono y todos los otros recuperarán su valor original. Se vio el hombre como obligado a decir tranquilo que esto -el horror en el mercado- va a pasar, reconociendo tácitamente que Macri no cagó sólo a los pobres sino al 99% de la población. Antes de decirlo formuló preguntas más bien infantiles sobre Alberto, mencionó a la satánica Hebe Bonafini, de nuevo fantasmas.  El cronista le sugirió que la cortara con los fantasmas, que la línea económica de Alberto Fernández seguramente no es muy distinta de la de Lavagna, hombre al que los mercados no temen o eso dicen, por cortesía, porque acaso quisiera otro Caputo, u otro Dujovne con un apellido distinto.

Este texto termina de escribirse en el tercer día de las siniestras restricciones cambiarias. Se da la presunta paradoja de que la calma del dólar articula con el horror, el horror de que el cepo -ahora dicen- estaría funcionando. Como la bandera de Sumo, a las 13.38 de un día miércoles, el dólar permanece planchadito, planchadito, planchadito. Dijo Macri en IDEA que eso es producto de “ideas que no nos gustan y solo se justifican en la emergencia”.

Allá él. El resto es devastación.

 

¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?