Se han hecho muchas comparaciones entre la situación del gobierno de Cambiemos luego de la derrota contundente en las PASO, pero las diferencias son notorias. Ahora queda por ver cómo se van: con o sin control de daños en materia económica, lo cual determinará cuán ordenada o no es la retirada.
No hay dudas que el establishment le soltó la mano a Macri, que este gobierno ya no es creíble ni para su propia clase, aquella cuyos intereses venía a representar. Su ciclo está acabado y resta saber si llega o no a diciembre. No es el 2001: estamos inmersos en pleno proceso electoral. No es 1989: no se adelantaron las elecciones.
En todo caso, la entrega del mando no debería ser tan traumática (por cierto: lo escucho a Willy Kohan diciendo que no registra en nuestra historia un presidente que pide perdón por sus errores. Qué cosa: el día que Alfonsín dijo “Les pido perdón a todos por mis equivocaciones” en la Rural habrá estado a los chiflidos y no escuchó) pese a que este gobierno se esmera en quemar los tiempos a toda velocidad. A partir del domingo quedarán diez semanas para el 27 de octubre. La Argentina no resiste en esos 70 días una turbulencia como la de las últimas 72 horas. El tembladeral fue a causa de una gran encuesta nacional (a eso se redujeron las PASO sin internas en las categorías principales y habría que repensarlas, porque si esto pasa en un comicio de medio término sería algo peor) que, si se quiere, remite a dos momentos de la debacle final de De la Rúa: el discurso como si nada hubiera pasado, tras el voto bronca de octubre de 2001 (una estudiantina al lado de la psicopateada extorsiva que se vio el lunes en la Rosada) y el comienzo del corralito.
La corrida del lunes funcionó como una cuenta regresiva, tal como los 90 días previstos por Cavallo el inolvidable 1º de diciembre de 2001. Los restos de la Alianza aguantaron 20 días. Se supone que Macri debe resistir 74 días hasta el último domingo de octubre. Y se supone que luego gobierna 45 días más. Ahí es donde creo que entra a jugar la pieza que quieren preservar a futuro: Rodríguez Larreta.
La Ciudad es el único premio consuelo que pueden conservar, ya que lo de Vidal es tan irremontable como lo de Macri. No hay duda que van camino de perder más votos dentro del 33 por ciento del domingo, y que no tienen mucho dónde rascar. El descontrol amenaza al gobierno porteño. Lammens hizo una elección brillante y perforó un techo imposible hace rato en PASO o primera vuelta: el 30 por ciento. Puede crecer, al tiempo que la fórmula macrista puede sufrir una merma. No hay manera de evitar el ballotage, y si Lammens suma 5 o 7 puntos más queda mucho mejor aun para la segunda vuelta.
De ahí que la suerte de Macri quizás quede supeditada a cómo le den las encuestas a quien en rigor podría ser el jefe de la oposición y en un bastión que no se pueden permitir perder si quieren tener algo de sobrevida (y eso que tienen garantizada la mayoría en la Legislatura) después de un experimento nacional que no deja un recuerdo precisamente honorable.
En definitiva, el tiempo político está señalado. Queda por ver cómo se van: con o sin control de daños en materia económica, lo cual determinará cuán ordenada o no es la retirada. En cualquier caso, los ciudadanos de a pie no figuran en los cálculos del incendio.
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