Todo pareció durar muy poco. En poco menos de una hora, los discursos ya se habían terminado. Pero entre la gente se agregaban palabras y sentido a un acto que fue mucho más allá de la defensa de Moyano.

Fue casi un acto relámpago. Empezó cerca de las 14 30 y para las 15.15 ya había concluido.  Ninguno de los oradores se sintió tentado de hacer “la gran Chávez”, ni siquiera “la gran Cristina”. Pero lo importante no estuvo arriba del escenario, sino abajo. Y eso duró muchas horas. Y va a seguir durando.

Desde la mañana temprano, los colectivos se habían empezado a acomodar en dos docenas de puntos estratégicos, todos en la zona sur de la ciudad. Independencia y San Juan fueron las avenidas que funcionaron como estacionamiento. Venían de todas las provincias. “Yo no milito en ningún sindicato, soy de una agrupación kirchnerista de Entre Ríos, pero vine con el sindicato docente, con AGMER”, dice Lorena, de 45 años. “Vinimos a acompañar a Hugo Yaski y a aplaudir este intento de frenar el ajuste y la corrupción macrista”.

La Avenida 9 de Julio es ahora un curioso escenario para una movilización: molestan mucho la circulación peatonal las plataformas del Metrobús (que ocultan el lugar en el que en 2001 fue asesinado Carlos “Petete” Almirón, militante de la CORREPI) pero los manifestantes suben y bajan de los andariveles como si desconocieran la obra pública más importante del macrismo.

Frente al escenario, ubicado en las plazoletas centrales de esta avenida en su intersección con Belgrano, miles de camioneros -identificables por sus pecheras y chalecos verdes- esperan con disciplina espartana el momento. Está por empezar a hablar Hugo Moyano.  Ya pasaron Hugo Yaski, Sergio Palazzo, Pablo Miceli, Juan Carlos Schmid y Esteban Castro. Cuando el líder de su sindicato empieza a hablar, esas miles de gargantas lanzan el canto de guerra: “Camioneeeeros, vamos camioneeeros…”, con música de cancha, tan popular que casi nadie recuerda ya que proviene de It’s a Heartache, una canción de Bonnie Tyler de fines de los años 70.

Una bandera gigante cruza el escenario con la leyenda “Unidad, en defensa de los trabajadores”. ¿Le sobra una coma? Estrictamente sí, pero cualquier análisis sintáctico choca contra la certeza de que la unidad alcanzada en este acto se merecía el homenaje.  La CGT fracturada, Moyano y Schmid compartiendo escenario con los movimientos sociales y Yaski y Miceli, enfrentados en las épocas del kirchnerismo y unidos ahora, son los detalles más relevantes de este acto desde la perspectiva superestructural. Pero aquí abajo la lógica es otra. “Si Moyano sólo puede hacer todo esto ¿por qué no es presidente?”. La mujer de musculosa negra y rulos abundantes teñidos de algún color que tiende al rojo prefiere no decir su nombre porque trabaja en una clínica privada del Oeste bonaerense en la que dio parte de enferma para poder venir. Pero con todo lo que dice trata de demostrar que el líder camionero fue sólo un disparador de la enorme movilización que cubrió el centro porteño: “Hace días que en TN y en La Nación dicen la marcha de Moyano, la marcha de Moyano, ¡mirá todos los que somos, ninguno de nosotros es Hugo, ni Pablo, ni Facundo Moyano!”.

Dos enormes escudos del Partido Justicialista adornan las columnas que sostienen el techo del escenario. El detalle, poco comentado, tiene un trasfondo: si es cierto que en esta movilización se estuvo gestando una nueva unidad del movimiento obrero, el juego que tenga hacia adentro del peronismo va a ser determinante en los dos años que faltan para las elecciones presidenciales.

Los organizadores hablan de 400 mil asistentes. El gobierno dice que fue más gente a ver al Sri Sri Ravi Shankar en 2012. Sea como fuere, hubo mucha gente. Pero mucha. La 9 de Julio es un espacio fulero para calcular multitudes por la amplitud y por las plataformas mencionadas, pero cualquier vista aérea demuestra que éramos miles. En pleno acto, desde el Obelisco, a ocho cuadras del escenario, se veía una multitud atronadora.

El dato relevante: no hubo un gran despliegue policial o, al menos, la policía de la Ciudad no tuvo una actitud intimidante. ¿Es curioso, entonces, que no haya habido desmanes ni represión? Claro que no lo es.

“Violencia es mentir”, dijo el bancario Palazzo en su momento frente al micrófono, pero ese no fue el único momento redondito y de ricota: la voz del Indio Solari fue parte de la banda de sonido del acto hasta que, ya desconcentrando, se escuchó por los parlantes un viejo hit de Kapanga, dedicado al entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde: “Andate a dormir vos, yo quiero estar de la cabeza!”, un grupo nutrido de camioneros , con chalecos incluidos, hizo entonces un pogo polémico frente al escenario gremial.  Ya lo dijo un barbado, la tragedia vuelve como farsa.

A la hora de desconcentrar, todas las calles de San Cristóbal y Monserrat quedaron colapsadas. Columnas de trabajadores, siempre cantando consignas contra el gobierno, buscaban sus respectivos micros para volver a sus ciudades cuando ya hacía más de una hora que había terminado el acto.

Juan Carlos, un gigantesco camionero cordobés de anteojos Ray Ban espejados, se muestra reacio a hablar con Socompa: “Los medios nos tiran a matar”, explica. Ante la insistencia y la promesa de que este medio no tergiversará sus palabras, accede: “A mí me chupa un huevo si Moyano tiene problemas por la justicia. Nosotros vinimos con unos ochenta compañeros a decir que no queremos que nos saquen derechos laborales, que no queremos que caguen a los jubilados, que no despidan más gente del Estado”, sintetiza. Sus compañeros aprueban y se van animando. Uno de cabeza afeitada –me enteraré después que se llama Pablo– también tiene ganas de quejarse de los medios: “Nos dicen que somos borrachos, mirá, mirá si soy borracho”, dice y ensaya con sus pies el clásico cuatro que supone sobriedad. Pablo da cuenta de esta manera de la noticia que se filtró en las últimas horas del martes, que decía que en el canal América TV había órdenes de mostrar a los camioneros como alcohólicos y vagos. “No tienen idea de lo que dicen, papá. Negros sí somos, pero borrachos no ¿Sabés por qué? Porque si nos hacen soplar la pipita y tenemos un milímetro de alcohol en sangre nos sacan la licencia, nos echan del laburo y ninguno de nosotros va a conseguir estas condiciones de trabajo en ningún otro gremio”. Más clarito, echale soda.

Como me gusta provocar, les recuerdo la clásica crítica clasemediera: vienen en micro porque son acarreados.  “¿En qué queras que venga? ¿En helicóptero? ¡Cómo les gusta el helicóptero a estos muchachos!”, bromea. para luego aclarar: “Si veníamos con los camiones todos los demás tenían que hacer el acto en Avellaneda”.