El macrismo sacó más votos de lo esperado y, como ya va siendo costumbre, de lo que auguraban las encuestas. Una suma de liberales prendarios, radicales de vieja cepa, gente que confía en los medios sumaron para ese 40%.
Notable fuga de votos de los sectores más moderados del devaluado Lavagna, del apocalíptico Espert y el dinosaurio antediluviano Gómez Centurión, hacia el proyecto reeleccionista del, todavía, presidente Macri. ¿Qué significan esos 40 puntos? ¿Son todos macristas? ¿Es el macrismo?
No. El macrismo no existe. Macri, en sí, no existe, es una construcción política de coyuntura que pasará, dejando detrás el peor gobierno electo jamás visto en este país.
Esos 40 puntos son, con todo respeto, un rejuntado (una característica que, exceptuando el 30% propio que aporta CFK, podría valer para la coalición ganadora, el Frente para Todos).
Y ese rejuntado está compuesto por:
* Un 20-25% del radicalismo perdedor balbinista, hoy convertido en una agencia de empleo para sus gobernadores e intendentes. Allí hay gente que piensa en la mesa familiar, y gente que ejerce el gorilismo explícito, recalcitrante y odiador, resucitado en estos cuatro años.
* Además, un 2% de asma lavagnera, más un 4% repartido entre los neoliberales, o liberales libertarios que, como indica la vergonzante historia de los liberales argentinos de todo pelaje, ante el menor peligro se abrazan a cualquier cosa, con tal de no alejarse del fueguito del poder y los negocios; y también, una partecita considerable de subhumanos lovecraftianos que apoyarían una moción para que la avenida del Libertador se llame Jorge Rafael Videla.
* Queda un 10% móvil, pendular, de gente que es hablada desde hace años por los medios, hasta que ese lenguaje ajeno se convierte en el suyo propio, cotidiano, tan sensible a la presión y sobre todo los creativos guiones de los medios de comunicación. (*)
Son muchos. Y no se van a ninguna parte. Hicieron un desastre descomunal, mintieron sin pudor, quebraron en menos de dos años el país y defaultearon su propia deuda que tomaron vía fondos de inversión, atendidos en ambos lados del mostrador.
Lindo, todo. Alegría, esperanza, fiesta.
Pero ojo: la cosa viene dura, muy dura, en este país caníbal, experto en engullirse a sus mejores hijos.
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(*) Hablo de “los medios” y no del periodismo porque el periodismo mutó a otra cosa.
Hoy, el periodismo es una mezcla de show-espectáculo y publicidad.
Es decir: publicitar un producto –objetos, no sujetos– de la manera más simpática y entradora.
El periodismo, en el sentido clásico, ese modesto oficio con buena prensa, eso que hice toda la vida, repreguntando, sin usar camisetas ajenas, no existe más.
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