Mucha gente, muchas consignas, tampoco fueron pocos los reclamos. De todo el país llegaron docentes hasta las rejas con las que hoy se regatea la histórica Plaza de Mayo. Se pidió por los salarios, pero también por mejores condiciones para docentes y alumnos, pero sobre todo por un futuro en el que a la enseñanza pública no se la trate como a una enemiga.
El alma de una marcha está en sus consignas. Algunas se cantan, otras se plasman en letras sobre sábanas tan anchas como la Avenida de Mayo, muchísimas se escriben a puro fibrón sobre cartones o se ven, como en este caso, en hermosos dibujos sobre los guardapolvos blancos. “La educación no se vende, se defiende”, “No a la UniCABA”, “Toda pedagogía es política”, “Qué cagazo/qué cagazo/salieron a la calle/los hijos del Cordobazo” “Aquí nadie se rinde” “Basta de ataques a la educación pública” “29 Profesorados en lucha”.
Sí, también se reclamaron paritarias libres en la Marcha Federal Educativa, que fue masiva y, sobre todo, fue conmovedora. Negada la posibilidad de llenar la Plaza de Mayo (en obras, pero ya enrejada por la mitad), los docentes ocuparon cuatro cuadras sobre la Avenida de Mayo, y otro tanto sobre cada una de las dos diagonales que dan acceso al ágora más tradicional de la historia argentina. “Patria sí, colonia no”, gritaba la locutora desde el escenario ubicado frente al Cabildo porteño. “Pa-tria sí, colo-nia no”, repetían las maestras en un ritmo un poco más lento y con pronunciación bien modulada, casi como si estuvieran haciendo un dictado.
Si la movilización de los camioneros, en febrero, mostró la épica más netamente peronista de los bombos, los cuerpos grandes y el gesto adusto, la de ayer tuvo su propia épica -enraizada en una historia de resistencia que lleva un siglo, y que incluye la legendaria Carpa Blanca de los ’90- y también su propia estética: la de una mayoría femenina, intergeneracional y sonriente.
“Luche, luche/luche y que se escuche”. Apenas pasada la una de la tarde las primeras columnas cruzaron la avenida 9 de Julio, rumbo al Cabildo, encabezadas por la titular de la Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA), Sonia Alesso. La televisión había mostrado a las y los docentes llegando desde todo el país, marchando sobre el Puente Pueyrredón y (cuándo no la tele) generando “caos de tránsito” por todos lados. Es que también ellos venían de todos lados. La caravana de representantes de la Asociación Docente de Formosa, por ejemplo, había partido el lunes hacia la Ciudad de Buenos Aires, igual que los tucumanos. Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Neuquén, Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut pasaron con sus pancartas y sus redoblantes, sus canciones y sus reivindicaciones. Entre los más combativos, a nivel consignas, estuvieron los santafesinos y los cordobeses. Y también los maestros jujeños, quienes recibieron una oferta de aumento salarial del 5 por ciento, una de las más bajas del país, y denuncian la total falta de inversión en comedores escolares en una provincia cada vez más empobrecida y desigual gracias a la gestión del emperador Morales.
“La CTERA no cambia de idea/ pelea y pelea por la educación”. Treinta años después de la histórica Marcha Blanca, las y los manifestantes se pronunciaron en forma muy clara en defensa de la educación pública, incluida la nutrida columna del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), cuyos afiliados no ven en esto contradicción alguna. Con su canción murguera propia, celebraban la supervivencia las maestras de los ocho jardines de infantes y escuelas primarias del Delta que resistieron al intento de cierre este año. Y sobre Diagonal Norte se hizo escuchar bien fuerte la voz de los docentes y estudiantes de los 29 profesorados porteños.
“Abajo la UniCABA/se va a caer, se va a caer/ Arriba los terciarios/ vamos a vencer/ vamos a vencer”. Con sus rectores a la cabeza los Institutos de Formación Docente llevaron a la calle el rechazo de sus comunidades al intento de cierre, en un proyecto inconsulto, autoritario, y que no logró el aval de ningún entendido en educación. Así, directivos, profesores, estudiantes y familias llegaron a su tercera movilización, que se suma a los festivales y peñas que los distintos institutos generan prácticamente todos los fines de semana.
“Estamos orgullosos de no aceptar las miserias que nos ofrecen. Con los docentes no van a poder. Lo decimos nosotros y lo dice la historia. Acá hay un solo lado: la defensa de nuestros derechos y de la educación pública”, planteó ya desde el escenario Mirta Petrocini, de la Federación de Educadores Bonaerenses. “Quieren que dejemos de pensar en los grandes destinos nacionales para que discutamos uno o dos temas. La discusión es el modelo educativo y el modelo para esta Patria”, dijo a su turno Alesso. También hablaron otros dirigentes gremiales, como Roberto Baradell o Eduardo López. Pero ellas dos sonaron distinto y se vieron distinto. Nota para los que suelen preocuparse por el costado estético de los representantes sindicales: ahí arriba hubo dos maestras clásicas: “la seño” Mirta y “la seño” Sonia la rompieron.
El Himno Nacional Argentino sonó antes de los discursos. El Himno de los actos escolares. El que nos enseñaron a todos estas y estos docentes maltratados, estigmatizados e ignorados por el poder de turno. Y se dio el momento mágico. Porque en ese instante, como llevados por un acto reflejo, los oficinistas del microcentro que se apuran siempre para llegar al subte y evitar las marchas pararon un minuto, se pusieron serios y cantaron el Himno. Quizá por eso de que la escuela es la patria.