Después de dos derrotas consecutivas, el justicialismo debe resolver cómo seguir y  con quién construir una alternativa de oposición a Cambiemos. En el armado interno, la figura de CFK aparece como una esperanza y una traba.

La Argentina del siglo XX y principios del XXI ha sido gobernada, centralmente, por tres movimientos: la Unión Cívica Radical, el peronismo y el conservadurismo (otrora llamado Partido Militar, hoy reencarnado en la alianza que gobierna la Argentina, Cambiemos, que por primera vez llega al poder por el voto popular).

Como lo demuestra la historia, a ninguna de esas tres corrientes se les puede dictar partida de defunción, no importa la crisis en que estén sumidas. Ejemplos: 1. En 1983 el peronismo perdió por primera vez en elecciones libres y el desprestigio de sus dirigentes y aliados sindicales era enorme; sin embargo, la renovación de Cafiero y otros referentes ayudó a salir de la crisis e, indirectamente, llevó a Carlos Menem al poder en 1989.

El segundo ejemplo: tras perder las elecciones en 1989 el radicalismo entró en una crisis que parecía terminal; sin embargo, de la mano de Chacho Alvarez resucitó y encaramó a uno de sus dirigentes de derecha, Fernando de la Rúa, en la presidencia de la Nación. Algo parecido sucedió en este siglo tras la pobre performance de Leopoldo Moreau en 2003, pues Ernesto Sanz (otro dirigente de derecha) se encargó de romper la alianza de centroizquierda que habían conformado los radicales  para sellar un frente conservador con el Pro con el propósito de  llevar a la presidencia a Mauricio Macri.

Primera conclusión: no podemos dar por muerto a ningún partido popular ni aun en las peores circunstancias.

El peronismo atraviesa hoy una gran crisis. Tras perder los comicios en 2015 y 2017, sus dirigentes se debaten ahora entre reorganizar al partido sin contar para ello con alguna figura convocante o seguir detrás de los pasos que marca quien es, sí, figura convocante pero en los hechos está fuera del aparato partidario: Cristina Fernández.

En principio, ya se evitaron las elecciones internas (algo a lo que el peronismo siempre fue reacio). En la provincia de Buenos Aires, el candidato de la unidad será Gustavo Menéndez, que se alternará en el cargo con Fernando Gray, en tanto que el actual titular partidario, Fernando Espinoza, quedará a cargo del congreso partidario.

Una decisión salomónica. Y se fumó la pipa de la paz. Peor era ir a internas.

Si bien en algunos sectores del PJ existe la convicción de reorganizar al partido por fuera de Unidad Ciudadana, también quedó claro que la ex presidenta también tiene la decisión de alejarse de la vieja dirigencia kirchnerista con la cual gobernó hasta el fin de su mandato. Eso se reflejó en la conformación de las listas en las elecciones legislativas de este año.

Muchos dirigentes peronistas se llamaron a silencio desde entonces. Sólo los más enfrentados a Cristina parecían manejar los hilos y conducían al PJ hacia el reingreso de Massa y a su aggiornamiento como partido “opositor confiable” en el Parlamento.

 

En sus últimas declaraciones públicas, Menéndez dejó entrever que habló con Cristina y que “todo queda dentro del PJ”, además de que acordó en que la ex presidenta mantenga su armado de Unidad Ciudadana, pero como parte del justicialismo, para confluir luego en un gran frente que puede incluir al mismísimo Sergio Massa. Cosas del peronismo.

La díscola ex presidenta, mientras tanto, armaba su espacio de centroizquierda a partir de Unidad Ciudadana y de una implacable crítica a las medidas de Gobierno.

“No la veo a Cristina enfrentada al PJ, no la veo armando por afuera más allá de lo que indiquen los hechos hoy en día. Pero es cierto que ella ha cambiado su entorno”,  dice un allegado a Unidad Ciudadana que no pertenece al Partido Justicialista.

Es que Cristina dialoga, y mucho, con dirigentes no peronistas como Leopoldo Moreau y Martín Sabbatella.

“¿Podemos pensar que el peronismo sin Cristina existe? A mí me parece que no; de hecho, la segunda parte de la campaña electoral fue bien peronista, y fue dirigida de cabo a rabo por La Campora”, relata una fuente cercana a la ex presidenta.

El asunto es quién le pone el cascabel al gato y si el PJ puede erigir una figura que le robe a la ex presidenta su exclusivo protagonismo opositor. Cristina, por su parte, deberá demostrar que su armado político puede subsistir también por fuera del peronismo y con nuevos dirigentes no probados en la rosca política, salvo excepciones.

Excitante el momento político al que se enfrenta el peronismo. Pero una cosa es segura: a nadie se puede dar por terminado en la política argentina.