Hoy estamos bastante influenciados por determinadas posiciones “populistas” que, lejos de plantear la organización del pueblo, se entregan a enaltecer a los líderes pero, según el autor de esta nota, transformar la sociedad no depende de la buena disposición de un líder sino de la voluntad de un actor social que impulse los cambios.
Durante los últimos días se viene dando un debate, principalmente entre adherentes al gobierno, acerca de una supuesta derechización del presidente Alberto Fernández. Se dice que se distancia de la vicepresidenta, que tranzó con el establishment, que no está dispuesto a llevar adelante determinadas medidas. Todo esto podría ser interpretado de esa forma. El problema es que decir todo eso no ayuda en nada a la necesidad de producir cambios a favor de los sectores populares.
Se cree que todo pasa por la entereza moral y ética de un líder providencial que tendría que hacer todo lo que ciertos pensamientos progresistas creen que habría que hacer, sin que se cuente con determinadas relaciones de fuerza favorables. No se trata del nivel de aceptación positiva que ofrecen las encuestas sino principalmente de la organización concreta de los sectores que necesitan de los cambios.
Hoy estamos bastante influenciados por determinadas posiciones “populistas” que, lejos de plantear la organización del pueblo, se entregan a enaltecer a los líderes. Posiciones que si se las ve detenidamente no hacen otra cosa que confiar en la acción de un líder que se abre camino en las superestructuras para desde ahí resolver el problema de la desigualdad.
Lamentablemente las posiciones de las izquierdas en general tuvieron que sobrevivir durante las últimas décadas aceptando casi sin tapujos el ideario de las democracias liberales. Se escucha decir que los que no aceptan la democracia de manera efectiva son las derechas más recalcitrantes. Ya nadie dice que estos regímenes políticos son los que nos impusieran tras la derrota de los movimientos revolucionarios en la década del 70.
Suponer que un proceso de cambio social pueda llevarse adelante sin trastocar determinados pilares de la institucionalidad dada, es generar expectativas que conducen a la desilusión. En tal sentido fue muy importante la confección de nuevas constituciones en los países llamados bolivarianos, y a pesar de ello no se pudo detener la ola reaccionaria. El golpe en Bolivia, el asedio al gobierno de Venezuela o la llegada al gobierno de Ecuador de alguien que diciendo una cosa fue a hacer lo contrario.
Transformar la sociedad no depende de la buena disposición de un líder sino de la voluntad de un actor social que impulse los cambios. El 17 de octubre de 1945 se produjo una gran movilización de los trabajadores que se habían organizado en diferentes fábricas y suburbios. Sin eso, el por entonces coronel Perón hubiera seguido preso en la isla Martín García. No dependía de su voluntad. No son pocos los que creen que su voluntad posterior fue el resultado de esa presión popular.
¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?