Esta nota se debate entre el deseo de festejar el fin del gobierno macrista y la preocupación por el 40% que obtuvo el lindo gatito. Tira más para ese lado, al punto de preguntarse si no habrá un cierto éxito del experimento chileno entre nosotros.
Ah, buéh, baja el dólar, dice Ámbito cuando lo abro, producto del mega utracepo.
Ah, bueno. Así que al fin se decidieron -por segunda vez en muy poco tiempo- a aplicar una medida como la del ultracepo, “antipática”, “en la que no creemos”, “kirchnerista”, en la nochecita misma del domingo electoral. Pero no antes. Que se vayan a la mierda las reservas pero no los votos, fue la apuesta. Y les salió bien, solo para ellos, sus cargos futuros y su poder, su despedida.
Da mucha bronca.
Ya había sucedido. Tras las PASO no nos dieron tiempo casi de festejar por la primera reacción brutal de Macri y la segunda reacción horrible de dejar caer el dólar en dirección a la catástrofe. Luego vinieron más de 20 mil millones de pérdidas de reservas, con inflación estallada, nuevos cierres de fábricas, #sísepuede, gira en 30 ciudades, más polarización y en el segundo debate -Macri reloaded- “ellos son así, ellos no pueden cambiar, ellos son unas bestias corruptas de atril y dedido y canchereada”.
Sepan disculpar.
Si estas primeras líneas están escritas explicitando un sentimiento de bronca… etcétera porque lo imaginan. Una imagen -más bien el dato duro fundamental- sintetiza la bronca, o cierta amargura. Ustedes perdonen que no priorice el festejo, puede que sea el judío que llevo dentro. Esa imagen es la de permanecer ante la pantalla de la tele esperando que el puto 40 y pico por ciento obtenido por Macri bajara primero a 40 redondos y luego al menos a un 38 y monedas. Que bajara simbólicamente ese 40 poderoso. Pero no, no bajó de ahí. No vamos a entrar ahorita mismo en las razones presuntas de ese número tan fuerte. Sí a decir con todas las letras que hubo una muy buena elección de Macri dado el espanto y la destrucción masiva que desató su gobierno. Hay por lo tanto un dolor de cabeza más -una oposición fuerte- para el futuro gobierno, que ya bastante tenía con la pesadilla económico-social y la deuda. Aun cuando confiamos y mucho en el talento, la inteligencia, la muñeca y la finesse política de AF y otros dirigentes del Frente de Todes que estarán en el Ejecutivo, en el Congreso (donde no habrá quorum propio) y en otros espacios.
Pero queríamos el 52, 53, 54 por ciento. El próximo gobierno necesitaba del respaldo y el volumen político derivado de un 52, 53% o de un Macri que no sobrepasara el 33-35. Mala leche, habrá que arreglarse. “Sin embargo estoy aquí, resucitando”, podrá decir Alberto.
Las… ¿razones?
Votó un palo y medio más de gente; varios puntos más de participación electoral (¿los despolitizados… “de derecha”? ¿Las opacas mayorías silenciosas?) que no se repartieron parejamente entre los candidatos sino mucho más a Macri. Como con Menem, estaban bajo las baldosas.
Otra variable, una que la sabemos todos como a la Zamba de mi Esperanza: la polarización hizo perder votos al resto de los candidatos beneficiando más a Macri (idea o figura didáctica: tomar la pésima elección que hizo la izquierda como síntoma hipotético de lo que somos en esta foto histórica al menos).
La gira por 30 ciudades que tanto nos irritó y tanto ridiculizamos debe haber tenido al menos el mérito de mostrar a un Macri activo, peleador y no al domador de reposeras, el nunca empático, el inútil. Acaso MM obtuvo algún decimal por el segundo debate en el que MM se mostró animoso, agresivo, contra un AF algo más opaco que el de la versión anterior. Enójense todo lo que quieran, amiguites, pero habrá que apuntarle a Macri un mérito que no habíamos anotado: el de un tipo terriblemente competitivo, obcecado, que no quiso perder mal. Podrá decirse que esa competitividad es violenta, destructiva, no empática, psicótica, todo lo que se quiera. Pero el chabón, sacado y todo, dio batalla tras las PASO y no le fue mal.
Se sabe sin embargo que no es tanto Macri ni el amor a Macri lo que más importa. Si no la sociedad que somos. Primero que nada: el histórico sector de la sociedad duramente antiperonista; en esta etapa odiador de Cristina y del kirchnerismo. Es más o menos ese 40% permanente que volvió a decir “¡Holis!” este domingo electoral.
Otro asunto, nuestra cultura política. Ya que en estos días hablamos del estallido presunto del modelo chileno (hay más bien un viraje a la incertidumbre), hablemos de lo que pueda haber de Chile entre nosotros y en buena parte de las sociedades capitalistas (o neoliberales, si quieren). Decía Marco Enríquez Ominami en el programa del Gato Sylvestre de su envidia (no lo expresó así) por nuestra politización versus el éxito devastador de la despolitización de la sociedad chilena desde hace décadas. Largas calmas, brutales represiones súbitas, estabilidad, consumo para los que pueden, desprecio a la política y todo el tiempo -largo- en el que el pinochetismo siguió siendo fuerte.
Fui testigo de la fortaleza del pinochetismo cuando el famoso episodio histórico en el que Pinochet estaba en Londres y fue detenido por orden de Baltazar Garzón y luego internado por una presunta enfermedad inexistente. Me tocó cubrir lo que sucedía en Santiago de Chile. Había manifestaciones importantes contra el dictador, pero no en nuestra escala, la escala argentina del movimiento de derechos humanos y su formidable irradiación social. El pinochetismo y pos-pinochetismo resistían fuerte y duro, había una suerte de empate cultural. Se sabe: la centro-izquierda chilena fue siempre blandita. Síndrome de Estocolmo dijo Ominami.
Chile es literalmente un país-experimento desde Pinochet en adelante. Una suerte de experimento nazi-liberal. Bien: por infantil o simplista que suene decirlo de este modo nosotros no somos Chile. Pero el experimento iniciado tanto por nuestra dictadura como por el macrismo es el experimento chileno. Ese experimento tiene bases sociales, una cultura en la que anclar. Otro modo de decirlo: el neoliberalismo como cultura de la (¿no?) convivencia no es una mera imposición que viene de afuera, también nos conforma. El macrismo operó sobre ese cuadro con apreciable éxito. Que si no, no se hubiera llevado el 40% de los votos. Por lo demás, habrá que volver a anotar como coautores del éxito a la maquinaria autoritaria del Estado, a las operaciones judiciales de ese mismo Estado opaquísimo, a los holdings de la comunicación. No hablamos de manipulación robótica. Pero sí -mero ejemplo- del hecho de que si el sistema Clarín hubieran mínimamente espejado cada día de estos cuatro años la intensidad de la tragedia social que desató el macrismo en la portada del diario, en TN, en radio Mitre, en cada punto de emisión de los muchos que tiene ese sistema en nuestras provincias, el 40% no hubiera sido posible.
Alberto, el Frente
En este recorrido no hay quejas por la campaña de Alberto como sí expresé muchas críticas a la comunicación y el discurso endogámico del kircherismo anterior. Todo lo contrario. Hizo una buena campaña, serena, grata, inclusiva, con las prudentes y necesarias cuotas de firmeza (hablo de prudencia porque nuestras audiencias son taaaan sensibles).
Alberto viajó varias veces a Córdoba para remontar los resultados en esa provincia y consiguió el respaldo de mucho intendente peronista, no el de Schiaretti. Aun así, no le fue bien. Si fuera Néstor, Alberto podría tirar al aire la frase que usó el primero creo que en una asamblea de Carta Abierta hablando de los porteños: a los cordobeses, ni un vaso de agua. Grueso error de Néstor de aquellos años, replicado en la satanización de las clases medias hecha muchas veces desde la militancia kirchnerista, que mayoritariamente viene de las clases medias.
Córdoba, Santa Fe. Al que escribe todavía le asombran los números obtenidos por Macri en esas provincias. Lo asombran y lo ponen paranoico. En alguna elección pasada se dijo que en Córdoba hicieron cualquier cosa en relación a la transparencia de aquellos comicios. ¿Hubo una mano rara? ¿Hubo algún tipo de curro de votos en las elecciones de este domingo? No tengo datos al respecto, solo sospechas que puede que sean pura especulación o negación de lo sucedido.
Alberto. Nada que decir, repetimos, sobre su desempeño político desde marzo pasado. Milagro argentino o peronista: se hizo líder político de fuste en pocos meses. Alguien que venía de ser relativamente engranaje suelto de la política, armador u operador (de Randazzo primero, luego de Massa por un tiempo breve), también un hombre de Estado. Pero solo un político inteligente, no el líder político que se hizo a sí mismo desde el día mismo en que fue elegido candidato por Cristina, excelente elección. No, no hay quejas por ese lado.
¿Somos horribles?
40% de los votos para Macri y retomamos la bronca inicial tratando de contenerla con las bondades presuntas de la Razón. Nos hizo mierda el tipo y 40% de los votos, decimos en las redes sociales. Alguna razón presunta ya deslizamos más arriba. Por lo demás, a quien escribe no le sirve de nada meramente putear a la sociedad, hacer una cuenta según la cual convivimos con un enemigo interno odioso, el 40% de nosotros mismos, o de los que emitieron el voto. ¿Qué se puede hacer hacia adelante sino un mayor intento de comprensión, de mejor interpelación? ¿Cómo debe formularse la batalla cultural permanente?
Queda otra vez la pregunta de qué carajo pasó con las encuestadoras. En la elección anterior no me pareció lo más relevante hablar de las pifias de las encuestadoras porque algunas no lo hiciero nada mal y entre esas, algunas trabajaron para el Frente de Todes. Pero me pregunté apenas fueron saliendo las nuevas encuestas post-PASO cómo era que antes de las PASO al grueso les daba tres, cuatro, cinco puntos de diferencia a Alberto y poco después -post PASO- medio mundo aseguraba “se amplía la diferencia”. ¿Cómo podía ser que con una diferencia de días las consultoras pasaran a coro de cuatro puntos a 16, 18, 20? Los boca de urna del domingo sí anunciaron más o menos los números de Alberto (aunque dieron más arriba) pero no, para nada, el 40% de Macri, sino bastante menos. ¿Hay un fracaso o una chantada de los encuestadores? ¿O lo que midieron, si midieron con buena leche, es espejo de una sociedad insondable, medio demente? Dicho otra vez: ¿hubo una mano rara?
Sobre el futuro del macrismo es simple: queda mucho más fortalecido de lo que imaginábamos; más aun por los respaldos corporativos, institucionales y globales con los que cuenta y por un cierto empoderamiento antiká o antiperonista que comenzó a forjarse en tiempos de los cacerolazos contra Cristina. Quién se empoderará más entre Macri, Larreta y Vidal, se irá viendo. Dependerá también de cómo juegue las cartas Alberto, de la innegable picardía política de Rodríguez Larreta que puede hacer de sí mismo un puente político (oh, el diálogo) y de ahí un más que presidenciable. Suponemos que algún día le dará batalla a Mauricio, con Vidal al lado torciendo el cuellito.
OK, brindemos
Este texto -lo dijimos al inicio- es muy gallina y debería festejar más y mejor que termina la pesadilla macrista y que a partir de ahora intentaremos de nuevo pasar del infierno al purgatorio. Pudimos festejar más, sí.
Bueno, está bien. Transmitamos algo del festejo con esta idea: sí, Macri nos hizo polvo con su gobierno (de hecho perdió por la economía). Pero seguimos sosteniendo una parte más que interesante de sociedad (incluye movimientos sociales) que más o menos resistió. Mucho o poco, lo dejamos para otro día. Una buena parte de sociedad que más o menos fue conciente de los derechos históricos que adquirió, que en parte supo también de otros derechos expandidos durante los gobiernos kirchneristas, que en parte recordó que en tiempos K se disfrutó de una cierta a importante prosperidad, que por supuesto no llegó a todos. Entre la movida de Cristina y Alberto y el abajo que se sube (cito a Los Olimareños), fue el peronismo -con todas sus miserias- el que reconfiguró la situación. Un peronismo que según escribió Ignacio Fidanza en La Política Online -gorila cuidadoso, sensato- “confirmó una vez más que es uno de los movimientos políticos más vitales del mundo”. Un mundo que anda para la mierda, en dirección desconocida pero temible.
Ya es bastante la victoria. Ahora, a remar en dulce de leche.
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