Todo el mundo sabe que las previsiones del presupuesto no se van a cumplir, pero se juega el juego de un tira y afloje que después la realidad va a ajustar. Todo con la amenaza de que si no sale tal cual quiere el gobierno se viene la crisis institucional.
Macri llegó al poder provisto de varios mantras que no paraba de enunciar hasta que se dio cuenta de que no solo no servían para nada sino que nadie se los creía. Aparte, que los creyeran o no era secundario. Por ejemplo, pobreza cero. Se podría decir que formaba parte de las “buenas intenciones” que pregonó el presidente la semana pasada. Pero ya hasta su misma proclamación es cosa del pasado. Cómo hablar de pobreza cero con recesión, aumento del desempleo y desplome del consumo.
Lo mismo con la pretensión de unir a los argentinos. Ahora, más que nunca antes, hay que echarle la culpa de todos los males a la pesada herencia. Entonces, si unos son culpables y otros deben ocuparse de reparar los destrozos, ¿de qué unión se podría hablar? No solo no es posible sino que ni siquiera es deseable; no sea cosa que quedemos en el mismo cuaderno todos manoseaos.
Este es, sin dudas, un gobierno que no cree en eso de razonar con los demás y tampoco en la negociación (aunque la palabra “diálogo” fue un caballito de batalla hoy un poco dejado de lado) y se mueve con dos recursos retóricos favoritos: el eslogan y la excusa. Con un auge hoy del segundo recurso: la sequía, el panorama financiero internacional, Turquía, los cuadernos y la desconfianza que generan en los mercados y siguen las firmas.
De los eslóganes se ocupa el presidente: “Pasaron cosas” y “Frente de tormenta”, “buenas intenciones” y el repetido hasta la náusea “estamos en el camino correcto”. Los eslóganes, lo sabe cualquier pichón de publicista, suelen tener una enorme fuerza de convencimiento. Sintetizan al punto de no dejar lugar a cuestionamientos. ¿Qué se puede replicar a “Coca-Cola es así”? Obligan a una aceptación o un rechazo absolutos. Se lanzan tratando de que resuman de manera irrefutable lo que se suponen ha sido una larga cadena de experiencias y razonamientos. “El camino correcto” sería la resultante de los años de Macri como empresario y luego como intendente y la conclusión a la que ha llegado después del análisis de otros caminos que han llevado al fracaso en el que vivimos hoy. El camino correcto implica, es obvio, que todos los demás son incorrectos. Y también –esto es de cuño bien neoliberal y heredero directo de la fórmula de Margaret Thatcher: “no hay alternativa”- no admite discusión y cualquier otra posibilidad es errónea o malintencionada. Alguna vez Nietzsche dijo que la función del lenguaje es dar órdenes. Cambiemos sería nietzscheano en este sentido. Y las órdenes que formulan sus eslóganes –siempre bajo el amable atuendo del vendedor a domicilio (que no es otra cosa el timbreo)- son: no pensar y démosle para adelante.
Por otra parte, al definir ese camino como correcto lo que se evita es cualquier pregunta sobre hacia dónde conduce. Y tampoco dice nada de cómo será el paisaje una vez que hayamos dejado de caminar guiados por lo correcto. Otro truco retórico del macrismo, promete permanentemente sin prometer nunca nada en concreto. Ni siquiera intenta la menor precisión. Da para pensar que nos gobierne un elenco sin capacidad de generar ficciones, que piensa que la política es apenas una variante de la matemática aplicada. Un gobierno que no enamora, una especie de matrimonio por conveniencia en el que, a falta de corazón, el pretendiente viene a ofrecer su expertise y su recorrido triunfal por el mundo de los negocios como técnica de seducción.
El nuevo eslogan tiene un nombre no tan fácil de pronunciar: gobernabilidad. Para la OEA se trata de lo siguiente:
- Estabilidad institucional y política, y efectividad en la toma de decisiones y la administración.
- Se relaciona con la continuidad de las reglas y las instituciones, y en el paso, consistencia e intensidad de las decisiones.
- En términos generales, es la capacidad para la continua adaptación entre la regla y el acto, entre la regulación y sus resultados, entre la oferta y la demanda de políticas públicas y servicios.
- La Gobernabilidad depende de la Gobernanza, por ejemplo, del nivel de madurez en una sociedad organizada y su capacidad para asumir responsabilidades compartidas en la implementación de decisiones y en el arte de gobernar correctamente.
Para Cambiemos, es un estado deseable que depende básicamente del acuerdo o la aceptación del resto de la sociedad con la política de gobierno. Un acuerdo que tiene su punto de expresión más concreto en la aprobación del presupuesto. Y la obtención de ese acuerdo importa más que el presupuesto. Lo deja en claro Frigerio cuando declara que se negociará todo lo que haga falta negociar. Y que todos acompañen al oficialismo en la decisión de ajustar. Urtubey se une a la idea de que hay que llegar ya al déficit cero. Cueste lo que cueste, siempre que el destino electoral no quede en riesgo.
La herramienta presupuestaria está construida con cifras improbables. ¿Un dólar a 40 con un 24% de inflación? ¿Para qué sirve manejarse con estos números que ya se sabe de antemano que son truchos? De hecho, las modificaciones a la meta de inflación del presupuesto en curso, decididas a pocos días de que fuera votado, muestran que el acuerdo es siempre inestable y sujeto a que pasen cosas, incluidos los errores de cálculo.
La sensación es que el presupuesto, que todos juegan a aprobar o discutir, es un papelito a llevarle a Lagarde en el próximo encuentro cumbre. Una manzana para la maestra.
Dejar que se entrometa la idea de gobernabilidad –con el fantasma agitado del Club del Helicóptero (otro eslogan sin sustento)- en la discusión de la política económica es facilitarle las cosas a Cambiemos. Aun la posibilidad de que el presupuesto del gobierno no pueda ser votado, que complicaría sin dudas un tanto las cosas, no pone en riesgo que Macri termine su mandato en fecha. Como es un fantasma también el plan de saqueos organizados que publicita Patricia Bullrich. Con o sin presupuesto, el ajuste ya está en marcha. Hay un coro mediático que agita estas amenazas, lo que no sorprende, pero preocupa que para la oposición la gobernabilidad sea un problema de todos.
Es el gobierno el que debe garantizarla. Ya verá cómo. Los que no están de acuerdo deben usar los instrumentos de los que disponen para cambiar lo que haya que cambiar. El verdadero drama argentino es el ajuste que empezó hace rato y que promete ser más duro todavía. Y no encontrar la manera de presentarse ante el FMI con los deberes bien hechos.