El triunfo del candidato ultraderechista en Brasil desató una carrera de candidatos para ponerse sus pilchas en la Argentina. No es que antes no se mostraran xenófobos y violentos, sino que ahora encuentran más espacio mediático, porque garpa.

Desde Brasil, a la derecha le ha aparecido un modelo muy afín a sus deseos de exclusión y a sus ánimos de intolerancia a la protesta social. Y de a poco van apareciendo émulos locales con pretensiones de presidencia, que van encontrando un espacio cada vez mayor en los medios.

E] diputado Olmedo recorre los canales con su campera amarilla. En A dos voces, Bonelli y Alfano lo hicieron sentar frente una tribuna poblada de migrantes de diversa nacionalidad para “debatir” acerca de la xenofobia. Como para Pichetto, para Olmedo las razones para plantarse ante los extranjeros son de índole económica, todavía el racismo no tiene buena prensa entre nosotros, a pesar de Baby Etchecopar. Su pecado es usar nuestras escuelas, universidades y hospitales y ocupar los empleos a los que podrían acceder los argentinos. Lo del programa de TN es, simbólicamente, adjudicarle a Olmedo una representatividad política de la que carece y que termina ungiéndolo como alguien que tiene autoridad para dar sus pareceres. Si puede debatir contra toda una tribuna en el prime time de TN es porque lo que dice es algo que vale la pena escuchar. Una voz autorizada.

Que Olmedo sea asiduo visitante de los sets televisivos tiene que ver con la teoría de la otra campana, es decir que estén todas las opiniones. Con ese mismo criterio se convocaba en otra época a Cecilia Pando porque, en esta ideología del supuesto equilibrio, alguien tenía que defender el terrorismo de Estado. Pero Olmedo da un paso más allá de la declamación de sus teorías: se postula para presidente. En cierto sentido, la televisión convirtió a este político marginal –más apto para la burla que para el respeto- en un presidenciable. Y ya tiene jefa de campaña la modelo devenida en periodista Pamela David. También empieza a imaginar a quienes lo van a acompañar, dijo que le encantaría que Etchecopar encabece la lista de diputados de su partido, porque “No solo es un hombre con mucho prestigio, sino también tiene mucha honra y claridad.”

El mundo del espectáculo, al que pertenece Olmedo por derecho propio, ha instalado más de una figura en el panorama político nacional: Miguel del Sel, o Palito Ortega antes. Y en el estado enfático en que transcurre la tele en estos tiempos el salteño encaja justo. Tiene el tic de decir barbaridades con una sonrisa con la que se burla de quienes no están de acuerdo con sus ideas. Para decirlo de otra manera, todo esto lo divierte y juega a ser Bolsonaro con tonada de provincia.

Verlo genera risa, pero muchas veces la risa puede ser un mecanismo de aceptación. Pero a Olmedo todavía le falta un poco todavía para pasar de freak a presidenciable. Por otra parte, es un integrante de la coalición gubernamental, que es un espacio Olmedo friendly, pese a la pretendida elegancia del estilo CEO. (Frigerio jamás se atrevería a usar una campera de color tan chillón). Esto pese a que votó contra el presupuesto, porque el proyecto “en vez de fomentar a quienes producen, les quita. Aumentan las retenciones al campo y a quienes producen riqueza en Argentina”. Es decir que corre por derecha al plan de ajuste del Fondo. Pero es un soldado de Macri en un estilo parecido al de Carrió: doblar pero que no se rompa, jugar el juego de que dentro de Cambiemos no todos piensan lo mismo al mismo tiempo, pero igual siguen juntos porque están en el camino correcto.

El reaccionarismo en clave payasesca ya ha tenido sus logros, Del Sel estuvo muy cerca de convertirse en gobernador de Santa Fe. El macrismo ha descubierto que la sonrisa permanente garpa. Todo el gabinete presume de bienhumorado. Es una alegría que viene de adentro, no es resultado de un logro, si no su condición, sin entusiasmo nada se consigue. Buster Keaton pierde contra Jim Carrey. Hasta un adusto profesional como Miguel Pichetto está coacheado para estirar cada tanto las comisuras.

La diferencia es que el senador, al igual que el ex secretario de Seguridad de Cristina Sergio Berni, no quiere disimular que habla en serio. Olmedo se ríe de los migrantes, los amenaza con una sonrisa, Pichetto y Berni son dramáticos, advierten, no se burlan. De ser Bolsonaros, lo harían desde una postura que podría calificarse de “racional”.  Que es por ahora lo que una zona del establishment busca para tener un equivalente del brasilero en tierras argentinas.

En una columna Morales Solá sostenía que la llegada al poder de Bolsonaro era una buena noticia para Macri porque el triunfo de Haddad hubiera significado un aliciente para el kirchnerismo. Dicho de otro modo, para el editorialista estrella de La Nación, cualquier cosa vale con tal de frenar el avance del populismo. Y agrega: “La impronta promilitar de Bolsonaro, él mismo un militar, no puede analizarse a la luz de la experiencia argentina. El ejército brasilero es, al revés de lo que pasa aquí, la institución más valorada por la sociedad de su país”. O sea, que si aquí respetáramos a las FFAA estaríamos en condiciones de producir nuestro propio Bolsonaro. Aunque los milicos brasileros consideren al nuevo presidente como alguien poco potable, con una carrera militar de la que salió por algunas conductas no del todo aceptables y al que bancan con tal que no esté el PT en el poder.

Pero de lo que se trata es de tener un presidente mano dura, que no se detenga en lo que exige la ley a la hora de combatir la inseguridad, que achique el Estado, que baje los impuestos, que no deje espacio para las minorías. Y Macri no termina de dar el pinet y Patricia Bullrich, que sería el avatar argentino de Bolsonaro, no suma votos.

Pero, más allá de las especulaciones electorales, la presencia de Bolsonaro y su discurso antipolítico (que en realidad es antidemocrático) le ponen cara a un deseo de que cada uno se quede en el lugar que la sociedad eligió para él. Ya es posible escuchar cada tanto “acá haría falta un Bolsonaro”. Olmedo es una imitación un poco desaliñada (aun cuando el brasilero no practica la seriedad aunque diga cosas terribles). Morales Solá está buscando su héroe, el Bolsonaro local que se pueda llevar al próximo coloquio de Idea.

El huevo de la serpiente a veces es de color amarillo, como las camperas y los globos.