El voto argentino en la ONU contra Venezuela implica una entrega de soberanía política que evidencia la derechización del gobierno y su alineamiento con los Estados Unidos, al tiempo que despierta alarma no sólo en términos de política exterior sino por las posibles consecuencias de este giro político sobre los argentinos.
Si el voto argentino en las Naciones Unidas contra Venezuela fuera resultado de la preocupación real del gobierno nacional por las supuestas violaciones de derechos humanos en ese país, al mismo tiempo deberían registrarse otros hechos: condenas similares, y más enérgicas, a las flagrantes violaciones de los derechos humanos – de las que se informa todos los días, aun en medios hegemónicos – en Chile, Brasil, Bolivia, Colombia y Perú, y esto sin salir de la región.
Como no existen esas denuncias por parte del gobierno argentino, no hace falta ser demasiado agudo para darse cuenta de que se trata de otra cosa: del alineamiento del gobierno de Fernández con la política de los Estados Unidos en la región a través del Grupo de Lima y utilizando a organismos internacionales.
Eso es, fundamentalmente, lo que aquí se critica y se quiere dejar señalado. Porque no se trata tampoco de un caso particular (Venezuela) sino de una entrega de soberanía política a los intereses de una potencia que viola los derechos humanos en todo el mundo.
Lo dijo con claridad Alicia Castro al renunciar a su nombramiento como embajadora en Rusia por estar en desacuerdo con el voto del gobierno argentino: “Es bien conocido cómo orquestan las Agencias Gubernamentales de los Estados Unidos sus planes de Regime Change -con mentiras han justificado sus invasiones militares en Iraq, la destrucción de Libia- y sus pretensiones de injerencia directa en la política latinoamericana. Cabe preguntar por qué al gobierno de los EE. UU. y al Grupo de Lima no les preocupan las flagrantes violaciones de los Derechos Humanos en Chile, en Bolivia, en Brasil, en Honduras, o en Colombia- donde se han asesinado a 250 líderes sociales firmantes de los Acuerdos de Paz- Acuerdos que también – recuerdo con orgullo- fueron promovidos por Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Fidel Castro. Nadie puede ignorar hoy que Venezuela está bajo asedio, sometido a un bloqueo criminal que priva al pueblo de medicinas, alimentos, insumos esenciales. Aportar a intensificar ese asedio es, por lo menos, irresponsable”.
No debería extrañar, en un futuro próximo, que la condena a Venezuela solo haya sido el primer paso evidente de una servidumbre internacional que, irremediablemente, también afectará las políticas internas de la Argentina.
La derechización de un gobierno, la entrega de su soberanía política, nunca ocurre en un tema en particular, es una totalidad.
Y esa derechización conlleva – más tarde o más temprano – ajustes económicos, recorte de derechos y represión de las protestas populares.
Si lo hace por convicción o como una estúpida estrategia de gobernabilidad es todavía una incógnita. Si se trata de esto último, esa estrategia está condenada al fracaso. Se entregue lo que se le entregue, la derecha nunca retrocede. Mucho menos el imperio.
Por eso, los pedidos desde ciertos sectores del Frente de Todos para no se alce la voz contra la condena del gobierno a Venezuela para “no hacerle el juego a la derecha” son de una flagrante ceguera política.
Al contrario, es necesario señalar el desacuerdo para ponerle un freno a la creciente derechización del gobierno. Porque, de no hacerlo, lo que vendrá será irremediablemente peor.
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