Dilma Rousseff y Cristina Kirchner fueron las principales oradoras en la jornada de apertura del Primer Foro Mundial de Pensamiento Crítico organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Una oportunidad para repensar categorías y prácticas políticas de cara a la ola neoliberal que azota a la región. Definiciones y propuestas para construir “una columna vertebral con corazón antiliberal y antifascista”.
Unidad fue la palabra más escuchada. Se la pudo oír en castellano, pero también en portugués y pronunciada en decenas de tonadas diferentes. Atravesó el humo de los choripanes y ganó espacio bajo un sol caliente. La pronunciaron militantes, activistas, dirigentes, académicos e intelectuales. La repitieron en las largas filas que se formaron en el acceso y también en los patios, pasillos y plateas. Se conjugó de muchas formas diversas. Algunos casi la gritaron, como Nacho Levy de La Garganta Poderosa. Otros la articularon con conceptos propios de las ciencias sociales. Diferentes caras de una misma moneda. En síntesis: la unidad como herramienta de cambio.
Ya en la calle, varias horas antes de que empezara el encuentro, y cuando se podía prever que la multitud desbordaría las instalaciones del club Ferro, nadie podía dudar del objetivo: el armado de un gran frente político y social. Aquí, en Brasil y en cada uno de los países donde la avanzada neoliberal conquistó espacios. “Una columna vertebral con corazón antiliberal”, dijo Dilma Rousseff desde el escenario a poco de iniciada la primera jornada. A su turno, en la misma sintonía se expresaría Cristina Kirchner, cuando llamó a militantes y dirigentes a repensarse como espacio progresista que “excede izquierdas y derechas”.
Para entonces, la convocatoria ya estaba en marcha. Pablo Gentille, secretario ejecutivo de Clacso, dio el puntapié inicial. Casi de inmediato, en el recinto y en los patios desde donde la concurrencia siguió en pantallas gigantes a los conferencistas, sonó una consigna que se repetiría varias veces durante el día: “¡Lula, libre!”. La figura del ex presidente, convocada como símbolo de unidad y lucha, amalgamó el sentimiento común de esperanza y alegría que flotó desde el inicio. Esperanza y alegría que también dejó espacio para la bronca. Una bronca sana; no mucha, se diría que apenas la necesaria para echar a andar los motores. Energía, mucha energía flotó en el ambiente. Poco, casi nada, de la organizada. No hicieron falta consignas, columnas ni banderas. La espontaneidad le ganó a la organización.
Lejos de definirse con relación al otro, el Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico, en el marco de la Octava Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales, tuvo una identidad propia. “No somos la contra cumbre del G20. Ellos son la contra cumbre. Se encierran en Puerto Modero para discutir vaya uno a saber qué. Ellos son los terroristas. No resuelven ninguno de los problemas de la humanidad”, afirmó Gentille. Fue antes de convocar a la pensar las ciencias sociales como una herramienta de cambio y de invitar a Dilma Rousseff a que subiera el escenario. Antes Gentille, recordó un dicho de José Mujica: “Las derrotas no son definitivas porque las victorias tampoco lo son”.
Un rey desnudo
La invitación de Mujica a seguir batallando la recogió Rousseff, la encargada de abrir el encuentro. El tema: Ciudadanía y estado de excepción. La ex presidenta lo abordó sin medias tintas: “Brasil entró en un camino trágico. Salimos de la democracia para ingresar en una etapa neoliberal y fascista. El golpe de estado que me destituyó y el encarcelamiento de Lula tuvieron como objetivos instaurar un régimen de excepción diferente al de las dictaduras militares que conocimos”. Fue apenas el inicio. Su análisis no se quedó en la coyuntura.
Su lectura rastreó el fenómeno Bolsonaro en la historia de Brasil: “La proscripción de Lula movilizó la candidatura de Bolsonaro, que convive con la emergencia de algo que estaba ya en la sociedad brasileña: la extrema derecha –reflexionó-. La transición democrática no juzgó al terrorismo de Estado y eso dejó secuelas sociales. Como también permanecen las secuelas de trescientos años de esclavitud. La dictadura y la extrema derecha siempre encontraron en la violencia su método de control“.
Raousseff afirmó que hasta antes del encarcelamiento de Lula era inimaginable que la extrema derecha ganara un proceso electoral. “La derecha brasileña no tiene proyecto y es lamentable que la centroderecha, que condena el autoritarismo, acepte las reformas neoliberales bajo la ilusión de cooptar a los neofascistas. Si no combatimos al neoliberalismo, la sociedad quedará abierta a todas las cooptaciones posibles. La única forma de combatirlo es desde un frente democrático y popular -advirtió Rousseff-. A la extrema derecha no le alcanza con haber conseguido el triunfo electoral, porque eso no bastó para destruir al Partido de los Trabajadores, por eso es que ahora dicen de forma clara que quieren destrozarnos, pero no solo al PT, sino también a todas las conquistas del movimiento social y de trabajadores”.
A pesar de la derrota electoral sufrida por el PT, Rousseff aportó una visión esperanzadora. Insistió en que el partido no fue derrotado, al menos no en toda la línea. Destacó que gracias a su organización territorial obtuvo el mayor número de gobernadores y representantes en la Asamblea Legislativa. Además, puso énfasis en la campaña de despolitización y en la demonización de la política que se montaron con el Lava Jato. “Tomaron algunas reivindicaciones inocuas e irrelevantes de la población y, desde allí, instauraron como verdad algunos elementos para crear un ambiente autoritario. Aquella vieja tendencia de la guerra fría de construir un anticomunismo como elemento de ataque a las democracias”, explicó.
Ya sobre el final, la ex presidenta volvió sobre la necesidad de “tejer alianzas con todos los espacios posibles”, según su definición. “En Brasil se acabó con el principio de presunción de inocencia y con el principio universal de que todos son iguales ante la ley. No es banal que Moro sea el futuro ministro de Justicia de Bolsonaro. El mismo hombre que encarceló a Lula y que representa a los sectores judiciales que le quitaron sus derechos. Hoy, en mi país, el rey está desnudo. La ley se usa para perseguir y criminalizar con cobertura legal”, sentenció Rousseff.
Sobre el rol de Brasil en la región, enfatizó que Bolsonaro busca un realineamiento con centro en Washington. Aseguró que Estados Unido procura hegemonizar América latina. Algunas consecuencias son inmediatas. Lo ejemplificó con el retiro de los médicos cubanos. Lo definió como una catástrofe para tres millones y medio de brasileños que dependían de ellos para acceder a servicios de salud, pero también para cinco mil intendentes que se quedaron sin un recurso fundamental y estratégico. “Ya antes de comenzar a gobernador provocan una tragedia social”, concluyó Rousseff luego de dejar en claro que “la cuestión democrática está vinculada a la cuestión social”.
De yeguas y gatos
Elocuente, aguda, con el oído puesto en el reclamo popular y la vista en la coyuntura, Cristina Kirchner inició su intervención en clave electoral: “Debemos acuñar una nueva categoría de frente cívico y social en el que se agrupen todos los sectores agredidos por las políticas de un neoliberalismo que no es de derecha ni de izquierda”. Quedó claro. Una invitación a repensar los alcances de una futura alianza. Su sujeto: el pueblo, según la definición de la ex presienta. La visión, apoyada en la experiencia de gobierno, señala que las categorías izquierda y derecha juegan en contra. Alientan la famosa polarización.
“No puede ser esta la división. Tampoco entre los que rezan y los que no rezan. Es un lujo que no podemos darnos, porque en nuestro espacio hay pañuelos verdes, pero también hay pañuelos celestes”, afirmó ante una platea que escuchaba con atención y en silencio. Por las dudas se atajó: “Esto puede costar y no gustar, pero es lo que pienso y ustedes lo saben. Tendré muchos defectos, pero no soy mentirosa”, remató.
Cristina subrayó que pocas veces la historia permite contrastar en forma tan clara los proyectos progresistas y neoliberales. Desendeudamiento/endeudamiento, desempleo/trabajo, inclusión/ exclusión o industrialización/desindustrialización serían algunos de los pares que dibujan las fronteras entre ambas lógicas políticas. “No hace falta citar porcentajes. Nadie puede dudar que el gobierno que concluyó el 9 de diciembre desendeudó al país. Hoy, han vuelto con un préstamo que convierte a nuestro país en una mera gestoría de políticas impuestas desde el exterior”, afirmó Cristina.
Al igual que Rousseff, Cristina advirtió que la igualdad de oportunidades es una construcción política, lo mismo que la fraternidad y la solidaridad. Sobre este punto, alertó sobre el intento del neoliberalismo de construir “nuevos sentidos” oponiendo ideas como meritocracia y resaltando el valor de lo individual. “El neoliberalismo trabaja sobre el concepto de igualdad exacerbando sus aspectos más negativos. En este esquema, necesidades como el trabajo dejan de ser un problema del Estado y la sociedad. Devienen en un problema tuyo. Mucha gente se levanta temprano y se acuesta tarde, pero igual perdió el trabajo. Si no hay políticas públicas te quedás colgado del pincel”, interpeló Cristina.
Su intervención no estuvo exenta de humor. “Si cada uno de nosotros nos despojamos de nuestras ideas y nos pensamos como personas seguro que ninguno se creerá igual al otro. ¿Por qué…? Porque la condición humana es la diferenciación. No somos todos perros o todos gatos. Lo gatos son todos gatos, y las yeguas son todas yeguas”, dijo Cristina y las tribunas festejaron la ocurrencia.
¿Cómo puede ser que la gente todavía se aguante esto?”, se preguntó en referencia a las políticas desarrolladas por Cambiemos. La respuesta -dijo- hay que buscarla en un colchón social que se construyó con la Asignación Universal por Hijo y con las jubilaciones, pero también con el empleo del que todavía disfrutan muchos trabajadores. En este punto, Cristina avanzó sobre las promesas de campaña que incumplió Cambiemos para señalar que lo ocurrido en nuestro país con Macri es diferente a lo sucedido en Brasil con Bolsonaro. “Acá se les aseguró a todos los trabajadores que no iban a pagar ganancias. A los comerciantes que no iba a aumentar la presión tributaria. Acá no se dijo que se iba a eliminar la movilidad jubilatoria. En Brasil se explicitó un modelo y se firmó un contrato social”, aseguró Cristina. ¿Qué hacer entonces cuando un gobierno votado hace lo contrario a lo prometido? La clave, según su visión, pasaría por construir “una nueva arquitectura institucional que refleje la nueva estructura de poder”.
Pequeño epílogo
Finalizadas las intervenciones de Rousseff y Cristina, el foro siguió su curso. Quedaba todavía una larga de lista de conferencistas y la entrega de reconocimientos a dirigentes sociales y políticos, algunos de destacada actuación en materia de Derechos Humanos, además de una segunda jornada en Ferro y una gran cantidad de meses y actividades que se extenderán hasta el viernes en las diversas sedes en que se reparte el evento [1]. El patriarcado, el rol de la justicia, el poder ciudadano, los medios de comunicación, el libre acceso a la información, la pobreza, la desigualdad social y la educación son algunos de los temas propuestas. Mucho para analizar y discutir. Una oportunidad ideal para conjugar el conocimiento teórico con el práctico, el que pocas veces se escribe y muchas menos se imprime, como advirtió Levy de La Garganta Poderosa. Por lo pronto, una cosa quedó en claro: nadie piensa irse de Buenos Aires por la Cumbre del G20. Todo lo contrario. Pese a los vallados y las extremas e intimidantes medidas de seguridad adoptadas por Cambiemos para aislar a los visitantes, ninguno de los que concurrieron al foro organizado por Clacso quiere regalar espacios. Se sabe: la política bien entendida no es cosa de cúpulas y buena parte de ella se escribe en las calles.
[1] Ver https://www.clacso.org.ar/difusion/Conferencia_CLACSO_2018/index.htm