En un tono llamativamente calmo, leyendo sin hacer pausas, el Presidente anunció el envío al Congreso de la ley de despenalización del aborto, la reforma del sistema judicial y dio señales de dureza de cara a la renegociación de la deuda.
Tranca afuera la movilización (¿medio escasa?); tranca adentro del Congreso. Estamos correctos, es el modo calmo de Alberto y a la vez una evidente orden firmetex. Un poco de ruido en el vestido de Cris, pero peor eran los trajecitos sastre medio fachos de María Julia Alsogaray. Norita Cortiñas adentro del recinto, onda todo bien tras la fulera frase presidencial que refería a -uf- dar la vuelta a la página. Antes de largar les legisladores parecen formar parte del coro de los niños cantores de Viena, de tan peinaditos y callados. Prohibido fijar carteles. La cosa se demora y se demoran las cámaras en los rostros de los ministros. Lindo gabinete sin un mango partido al medio.
Novedad: el anuncio de la cadena nacional no es a los gritos sino mediante una voz femenina de lo más tierna y cercana, onda maestra de jardín, con fondo de niñitos argentinos en sus cosas. Interesante. Toque AF también.
Aclaración: esta nota se escribirá a medida que avanza el discurso.
Agarra los pelpas Alberto y de una se viene sin el menor preámbulo un primer párrafo fuerte, leído con tranquilidad, sobre el uso del discurso político al servicio de la construcción de un sistema de mentiras (macrismo explícito), cosa que dice, “me repugna”. Estado de situación: “extremadamente delicado” y casi inmediata alusión a Néstor Kirchner. Luego: inflación bruta, deuda de espanto (van los datos duros), desocupación de casi 10%, capacidad ociosa industrial a lo pavo, tres años de recesión, obra pública paralizada en un 60%, tarifas impagables, gente humilde endeudada con el ANSES. Estado heredado que no regula porque no quiso. Subejecución presupuestaria, retorno del sarampión. Va el primer aplauso cuando dice “Comencemos por los últimos para llegar a los primeros”. Entonces, siempre en torno muy sereno, AF enumera la serie de medidas de recontra emergencia que se tomaron en 81 días de gestión, que no refieren solo al hambre o los salarios sino al combate contra la especulación financiera, la baja de tasas, la doble indemnización, créditos para las pymes, cuidado de precios y tarifas, acceso gratuito de medicamentos a los jubilados, retorno de los programas de vacunación. “Batimos todos los récords”, dice el presi, no solo en endeudamiento sino en inseguridad alimentaria (aporta un dato duro brutal de la FAO). Con lo que pasa a lo beneficios del plan contra el hambre, tarjeta alimentaria incuida, que es a la vez un motor de consumo.
Se ruega no aplaudir
Van unos quince minutos de lectura siempre en ese tono tranca y a la vez un tanto veloz, que casi busca evitar los aplausos. Cuando los aplausos surgen Alberto apura la lectura. Al fin habla con bronca de “los vivos”, “los pícaros”, que se aprovechan subiendo precios o tarifas. Habla Alberto de indicios de mejoras, de acuerdos, de condicionamientos económicos severísimos. Sin hacer la menor pausa anuncia ahora sí con más énfasis que se estudia qué mierda pasó con el endeudamiento (“debemos saber qué pasó, quiénes se beneficiaron con esa práctica”). Imposible saber por ahora si esto implica la famosa revisión/ investigación de la deuda externa de la que solemos hablar desde 1983. Si lo es, es una pista muy fuerte, aunque más no sea una amenaza de tahúres. Reitera lo dicho en su primer discurso instituciional: nunca más un endeudamiento insostenible, puerta giratoria del endeudamiento, prácticas tecnocráticas.
Se las arregla el doctor Fernández -es muy canchero en eso- para cuestionar severamente los cuatro años de gestión macrista (“un país devastado”) sin perder la calma, con precisión y con elegancia. ¿Podría ponerle más épica? Podría. ¿Vale la pena? El cronista no lo sabe/ no contesta.
Como sea se va acercando al problemón de una deuda impagable. Pregunta de qué lado va a estar la dirigencia política, “nosotros, del lado del pueblo”. Cuestiona las políticas de ajuste para pagar a la deuda, se pone duro solo en las palabras, nunca en el torno, o apenas. Sube el volumen de los aplausos. Previsible, da a entender que la negociación por la deuda va a ser dura y no mágica.
Anuncios e imprecisiones
Sin pausas, de nuevo, pasa a anuncios: en energía, desarrollo local y de nuevas empresas, promesas de planes 4.0. Promete también desarrollo científico, eje en las universidades y centros calificados, industria del conocimiento. A las promesas les falta un punto de precisión o de ejemplos, excepto cuando alude a los nuevos (mejores) recursos destinados al Conicet y sus investigadores.
Llega el momento de la primera alusión al campo. Oh, las retenciones. Cámara enfocada en el rostro del entrerriano Alfredo De Angelis, el de la voz y el habla no muy refinados. Algunos mimos retóricos al sector junto a pedidos de pongan más de la tarasca que hacen. Pero el Presidente no hace el anuncio esperado hasta el sábado de un aumento en las retenciones. Modo frenada para negociar/ afinar con las paupérrimas gentes de los mejores campos. No hay mucho más, casi nada más al respecto. Vuelve a la carga entonces con el anuncio de la ley que cree por fin el consejo económico y social, que, reitera, le quitará poder de decisión. El Alberto dialoguista se pone Alberto sacrificial. Onda: me la banco, soy democrático. Va de nuevo: es interesante.
Con alto riesgo de reiteración impresiona de nuevo la ausencia de pausas para cada cambio de tema o anuncio. AF redespliega la muy buena y eficaz metáfora de los sótanos de la democracia (servicios mezclados con jueces) y menciona medidas de transparentación del sistema de inteligencia. Anuncia un decreto ley copado al respecto. Aplausos más largos y cámara a la movilización que también aplaude. Sin aflojar el acelerador anuncia la desclasificación de los documentos ligados al atentado al edificio de la Amia.
Se venía venir, el orador pasa de inmediato al proyecto de reforma judicial. Alegría, alegría en la tropa propia del Congreso y entre los manifestantes. Cristina, a todo esto, de pronto aparece más bien impávida. Los anuncios sobre la reforma se parecen a los publicados en los medios: transparencia, fin de discrecionalidades, alusión a los sorteos truchos de las causas, mejores modos de designación de jueces y distribución de causas. Esfuerzos especiales dedicados a la ciudad autónoma de Buenos Aires y a la sufridísima (en materia de seguridad) provincia de Santa Fe. Políticamente: buena onda con Rodríguez Larreta y Omar Perotti (y Marcelo Saín). Anuncia un consejo calificado para asesorar en la reforma judicial, pega algún palito a la Corte Suprema, apuesta a federalizar las políticas judiciales y de seguridad, especialmente en materia de narcotráfico. Interpretación política: no estaba previsto el énfasis en el tema seguridad. Alberto no quiere que lo tilden de débil en esa materia, incluye política y socialmente al meter en su agenda el problemón.
Tampoco se preveía la alusión extensa a las víctimas del hundimiento del ARA San Juan. ¿Es una picardía política? Bienvenida sea. Mauricio Macri se hizo el pelotudo en la materia. Imaginen todos los Nisman que hubieran emergido de haberse producido el hundimiento bajo mandato populista.
El momento más esperado
A esta altura (casi una hora) el cronista, que escribe a medida que habla Alberto, ahora sí espera algún crescendo, algún gesto tribunero en el buen sentido, si es que existe tal cosa. Puede que esté por llegar. A los pedos el presidente menciona a Rusia y China como socios fundamentales. Es un datazo -aunque previsible- que medio se desdibuja en el ritmo apurado-calmo de la lectura. Luego siguen anuncios innovadores sobre Malvinas, que siguen y contrastan con la nada macrista, o con los retrocesos en macrismo.
Jubilados, ya estamos en el tema jubilados. AF repasa lo que sufrieron durante el macrismo y para defenderse de lo no mucho que repartió subraya la desigualdad que surgió entre los que ganan la mínima y los que mejor ganan. Articula el asunto con los llamados sistemas jubilatorios de privilegio, un asunto que AF asocia a la redistribución. Hay anuncios al respecto que pasarán por el Congreso pero este hombre que lee tranca y rapidito ya saltó al tema género, mujeres, interrupción del embarazo. “Todos saben de lo que estoy hablando, el aborto es un hecho”. Apoyo a la lucha de las mujeres casi con un argumento liberal: el derecho de las mujeres a hacer lo que se les cante con sus cuerpos. Cuando anuncio el envío de la ley, ruge la tribuna femenina. Es un lindo momento, casi hermoso, y curiosamente el más intenso en lo que va de discurso (al fin). Si hasta Malena Galmarini parece legítimamente emocionada cuando la cámara la toma aplaudiendo a rabiar. Los anuncios integran diversas leyes complementarias y políticas ligadas a la protección de las mujeres (¿se acuerdan de Macri, el primer feminista?).
Turno de los derechos humanos. Alberto enmienda su furcio horrible de hace una semana -el de dar vuelta a la página y “las inconductas”- cuestionando la demora en los juicios por lesa humanidad y el vaciamiento de las políticas de memoria, verdad y justicia. Promete apelar al acelerador en esa materia y otras ligadas con los derechos humanos.
Este hombre parece ir cerrando cuando alude a que mañana, lunes, habrá clases normalmente en casi todo el país. Es el modo de entrar en el asunto de las políticas educativas y de pegarle a las del macrismo, acaso con exceso de suavidad. Dice que mandará al Congreso un proyecto de ley destinado a mejorar la educación superior. Reivindica la gratuidad del sistema al que no acceden los pobres, decía Mariu Vidal. Apenas si hace una mención a los medios públicos (onda nada que ver con los años de la batalla cultural) y ya está en el asunto medio ambiental pero solo para hablar de la espantosa ley macrista de importación de basura y otros ítems. No refiere a los riesgos de la megaminería.
El final -Belgrano incluido- es un tanto abstracto o declamativo, apelando a la unidad política y social y al ideal de la solidaridad para salir de la catástrofe. A gusto del cronista (y solo a gusto del cronista) a ese final le falta un poco de punch, de polenta. Que Alberto no haya dado detalles sobre cómo será la renegociación de la deuda no sorprende porque tiene que guardarse las cartas -como él mismo insinuó más de una vez- y la cosa recién está empezando. Mostró sí como señal la suficiente firmeza (no al ajuste, no vamos a hacer polvo a nuestra gente).
Un discurso muy correcto, al que le faltaron precisiones en materia económica, algo también entendible porque -como se escribió un par de veces en Socompa– hasta la renegociación de la deuda estamos en modo pausa. Muy llamativo -y esto se dice por última vez- lo de la lectura corridita y calma, la ausencia de pausas, el Nuevo Modo Alberto, ayuno de pancartas y pibes para la liberación.
A falta de más emociones, acordando en buena medida con las razones, esta nota cierra en modo espera.
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