Serie de TV que pasa su tercera temporada, se renueva o languidece. Necesita un salto, un volantazo que dé vuelta a la historia sin perder la esencia de las primeras temporadas. Esto no fue lo que decidió el presidente Mauricio Macri -el actor principal de ese thriller mafiosopolítico intitulado “Cambiemos”- en su discurso de inauguración del nuevo año de sesiones legislativas. La cuarta temporada de la serie parece igual a las otras tres. Vamos a repasar algunas de las escenas de este tráiler que se transmitió por cadena nacional.

Episodio 1. Juancito Caminador o el viaje a ninguna parte

El pensamiento cambiemita no es muy rico ni muy profundo; es por eso que los últimos tres años nos pasamos analizando sus metáforas. Los brotes verdes, la luz al final del túnel, la tormenta y el pasaron cosas. “Pasaron cosas” debe ser la metáfora más inespecífica del universo.

Este año Macri abarrotó su discurso con metáforas viales. “Avanzar”, “no tomar atajos”, “hay un solo camino”, “sacar el país adelante”, “este camino de largo plazo”. El evangelio macrista tiene que ver, sobre todo con la circulación: como jefe de la CABA Macri pasó ocho años hablando del Metrobús, el signo y símbolo de su gobierno. Por eso su odio por los piqueteros que “no permiten que el trabajador vaya a su trabajo”.

Hoy promete rutas, puentes y más metrobuses. Es ingeniero el loco, decía Laurita Alonso. Sabe de caminos, pero no de las personas que los recorren. (En Buenos Aires Larreta reproduce este modelo: amor por el embaldosado de calles, desprecio por los sujetos que lo transitan). Vamos camino a ser un país de rutas recién inauguradas y gente empobrecida, que podría llegar más rápido a alguna parte si tuviera los medios para hacerlo. Pero no los tiene.

Episodio 2. 2015, este relato no es un relato

2015 es el número más repetido a lo largo del discurso. Es el del fin del mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Repetido como una especie de mantra: “Porque el 2015… pero hoy”. Es lo que va del todo mal al estamos mejor que nunca. A esta altura de la serie, el relato ya está escrito: un comienzo en el peor de los mundos, dos años y medio de “crecimiento económico” (va entre comillas, estoy citando) y de “baja de la inflación” (no se rían. Estoy tratando de ser serio) que fueron interrumpidos por las tormentas del mundo. Para Cambiemos “relato” es sinónimo de mentira. Cualquier estudiante de primer año en Puán puede decirnos que toda aventura política construye un relato; más aún, que no hay política sin relato. Pero Marcos Peña, Rogelio Frigerio y Alejandro Rozitchner repite siempre que no, que ellos no tienen un “relato”, que se mueven dentro de la realidad. ¿Verdad? ¿Mentira? “Su mito es su verdad”, diría Freud.

Episodio 3. Te conmino a creerme cuando digo futuro

Cambiemos empezó prometiendo: “¡Cambiamos futuro por pasado!” gritó el subconsciente de María Eugenia Vidal el día en que se enteró que era la nueva gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Pero el presidente Macri en su discurso en la Asamblea Legislativa propuso un cambio de rumbo: cambiar presente por futuro. Macri ha desgastado tanto la palabra futuro de tanto usarla; está criando a los punks del mañana. Nos invita a olvidarnos del presente y depositar las esperanzas en ese futuro que va a llegar porque sufriremos lo suficiente (hay trasfondo religioso en esto: penar en el purgatorio para ganarnos el cielo). Lo que vivimos estos tres años tememos que el futuro pueda ser un lugar más caro, más solitario, más desamparado.

Episodio 4. No me hagan enojar

Es significativo que ningún cómico se pueda lucir imitando a Macri. Con Cristina sucedía, pero los alter egos de Macri de los programas de Lanata y Navarro no dan gracia. Quizás porque la caricatura se basa en la simplificación de los rasgos del caricaturizado, y en el caso de Macri habría que simplificar la simplificación. Quizás porque el personaje no tiene timing para la comedia está acostumbrado a contar chistes como lo haría un jefe: con malos libretos, provocando risas falsas y exageradas. Esta vez no hubo chistes.

La expresión de sentimientos tampoco es lo suyo. Cuando dice “es emocionante” cuesta creerle. Pero cuando se enoja ante las cámaras -la de diputados y la de la TV Pública- no emboca con el registro, su vehemencia en cámara se parece a una rabieta mal enfatizada. Se rumorea que este discurso fue un virtual comienzo de campaña y que quiso mostrarse firme, levantando la voz y golpeando sobre la mesa. Su coach debería haberlo puesto a mirar puteadas de Federico Luppi y broncas de Héctor Alterio. Si Hollywood filmara la vida de Macri elegiría esos minutos finales del discurso. La escena del enojo (pura exacerbación, gritos y golpes a la mesa) es la antesala del Oscar.

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