Macri convocará a un “acuerdo nacional”. Será el lunes en el CCK y lo hará desde una posición de poder. Para Cambiemos, una señal de largada. Para el peronismo, el inicio de una nueva etapa.
La condición para provocar una lluvia de inversiones quedó saldada. Cristina Kirchner, aunque retuvo una porción significativa de votos y administró con eficiencia su continuidad en el mapa político, perdió la elección. El peronismo, en cualquier de sus variantes, sufrió una dura derrota. Para algunos, la mayor desde el ’83. Despojado de referentes a nivel nacional, sus cuadros se debaten ya entre una improbable resistencia y una incómoda integración. Como si fuera poco, Cambiemos, además, rompió con un axioma histórico: que no se puede gobernar sin el peronismo y los sindicatos.
Mucho de estas cuestiones, de manera implícita o explícita, despuntaron entre los diputados del FpV durante la discusión por el desafuero de De Vido. Los sanjuaninos Tovares y Castro, al igual que la tucumana Gallardo, hicieron punta. Avalaron la ofensiva oficial con la venia de los gobernadores Uñac (San Juan) y Manzur (Tucumán). Ambos impulsaron la cumbre de mandatarios peronistas en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) y fueron los primeros en dar por cerrada la etapa kirchnerista. Los acompañó el resto de los catorce gobernadores del PJ. “No es en contra de Cristina, sino a favor del peronismo. La liga de gobernadores tiene mucho que decir”, afirmó Uñac.
El péndulo seguramente los llevará a una pragmática negociación en un contexto marcado por una profunda asimetría. Nada nuevo. La supervivencia los enfrenta con la necesidad de asegurarse fondos para administrar sus distritos. En el centro de la escena está el reclamo de Vidal para que se elimine el tope de 650 millones de pesos al Fondo del Conurbano Bonaerense. Si la Corte Suprema falla a su favor, el resto de las provincias estará en problemas. Lo dijo con todas las letras el cordobés Schiaretti: la solución es política. En el CFI abundaron los guiños. Todos se mostraron dispuestos a eliminar la alícuota de Ingresos Brutos a las empresas y abogaron por el equilibrio fiscal que les reclama la Casa Rosada. Algunos, entre ellos Uñac, fueron más lejos e hicieron suyo la reforma tributaria integral que impulsa Cambiemos.
Fue un día clave. Casi al mismo tiempo que los gobernadores discutían en la city porteña, los referentes del peronismo bonaerense se dieron cita en el barrio de Balvanera. En la sede de la calle Matheu, el tema fue el futuro del PJ bonaerense. La tenida dejó en claro que el grupo de intendentes que apoyó a Cristina comenzó a dispersarse. Los que apuestan a su liderazgo se inclinan por la continuidad del matancero Fernando Espinoza. Quienes van por una renovación, aunque sin rupturas ni altisonancias, levantan la candidatura del Gustavo Méndez, el intendente de Merlo. Este último grupo argumenta que la figura de Cristina impide una negociación con Massa y Randazzo. La definición quedó postergada hasta 17 de diciembre. Todos se comprometieron a seguir dialogando para alcanzar una lista de unidad. Dicen que si no hay consenso definirán los afiliados.
Las expectativas y los hechos
Diluido el temor a la democracia plebeya, ningún fantasma recorre el país. Sin elecciones en el horizonte cercano, el capital concentrado puede dormir en paz. La alianza entre la coalición gobernante, los bancos y las grandes empresas se exhibe sin pudor y, por el momento, sin mayores fisuras. Obviamente nada es lineal en política. Mucho menos cuando tallan cuestiones institucionales, comunitarias y grupales. La construcción de sentido que alienta Cambiemos dependerá de muchos factores para consolidarse. La “nueva política” pasará en buena medida por los resultados económicos. Lo vivió en carne propia el kirchnerismo: el bolsillo suele mandar y hasta la mejor intención puede desdibujarse con rapidez ante una tormenta económica. El acelerado endeudamiento, el déficit financiero, la inflación y los tarifazos que se vienen auguran para el oficialismo un camino complicado.
El mapa se tiñó de amarillo. Sin embargo, hasta qué punto la actual relación de fuerzas políticas expresa las relaciones sociales es una incógnita que solo el tiempo develará. Por ahora, ni el más mentado analista está en condiciones de responder. Muchos menos en condiciones de hacer pronósticos. No obstante, hay un dato para no perder de vista. Es obvio. Cambiemos extendió su base de apoyo y lo que empezó por Jujuy se extendió a Chaco, Salta y La Rioja. La novedad sugiere el resurgimiento de una suerte de conservadurismo popular. Aunque los rótulos son engañosos podría hablarse de una coalición liberal-conservadora.
Sin embargo, que un numeroso sector de la sociedad considere agotada la experiencia kirchnerista no debería traducirse en un cheque en blanco a las reformas que propone Cambiemos. La interpretación abona otra lectura. La que señala que en las urnas ganaron las expectativas, no los resultados parciales de un gobierno que tiene poco y nada para exhibir. De ser así, la victoria de Cambiemos se apoyaría ante todo en el vacío dejado por el kirchnerismo. Un vacío que el peronismo clásico no supo llenar. Y no se trata solo del nada desdeñable rol que juegan las causas judiciales contra De Vido, Jaime y compañía. Acostumbrado al poder, y sin expectativas de conseguirlo en el corto plazo, el peronismo quedó paralizado. Una perplejidad que se explica por su propio ADN.
Un poco de revisionismo
¿Podría Cristina constituir una opción de poder? ¿Tendría capacidad para reconstruir su discurso a nivel nacional? Para los gobernadores del PJ la respuesta es no. Le pregunta también circuló en la sede de Matheu. En este último caso, donde la territorialidad juega un papel central, la cuestión divide aguas. Nadie le niega representatividad. Allí está el 37 por ciento de los votos para certificarlo. Sin embargo, son pocos los que creen que pueda superar el límite de la tercera sección electoral. Algunos analistas entienden que al ubicarse en la antípoda ideológica del oficialismo, su suerte quedó atada a la de Cambiemos. Agregan que solo un estallido económico la pondría en carrera, y nada de eso se avizora en el corto plazo.
Apoyado en esta lectura, el bando renovador ejercita el revisionismo. Afirman que Néstor comprendió desde el vamos que el kirchnerismo sin peronismo era una ilusión. Subrayan que su excepcional capacidad le permitió articular contradicciones y apoyarse en un viejo aparato para darle un nuevo sentido al PJ. Dicen que Cristina no entendió el problema. Sostienen que si bien fortaleció su vínculo con un sector del electorado, restó actores, cedió territorio y, en el balance general, perdió votos. El interrogante, aunque tiene un matiz contrafáctico, es tentador: ¿qué hubiera pasado si el peronismo no se alejaba de Cristina, o si Cristina se acercaba al peronismo? Posiblemente, el avance de Cambiemos no sería directamente proporcional a la fragmentación del PJ. Aquí no hay diario del lunes. Lo cierto es que hoy el oficialismo se beneficia con los recursos del Estado y consolida su identidad, sea esta imaginaria o real.
El primer día del después
El lunes, en una convocatoria que promete tener la solemnidad de los actos fundacionales, un Macri triunfante recibirá en el CCK a gobernadores, legisladores, sindicalistas y empresarios. La lista de invitados incluye a líderes de las comunidades religiosas y a los jueces de la Corte Suprema. Será, sin duda, una pequeña multitud variopinta. Algunos concurrirán entusiasmados. Serán los más. Otros lo harán a regañadientes. Todos escucharan noticias viejas. Los temas son conocidos: el presupuesto 2018, las reformas tributaria y laboral, y el reclamo de Vidal. Macri hablará también de reforma educativa y pedirá apoyo para rediseñar el Ministerio Público Fiscal. Esto último con la única intención de remover a la procuradora Gils Carbó. A la misma hora, el gobierno avanzará con un road show para lanzar el Programa de Participación Público Privada con el que espera capturar inversiones para obras viales. Hasta aquí el programa completo.
En el gobierno aseguran que no habrá que esperar mayores precisiones, pero sí un firme llamado a apoyar las iniciativas que exigen las cúpulas empresarias y que Macri encarna. Una versión similar a las emprendidas durante la primera fase del menemismo. Habrá gestos en favor del diálogo y el consenso, pero ninguna referencia a un pacto de gobernabilidad. Macri y su círculo entienden que no lo necesitan. Sí se hablará de un “acuerdo nacional”. En Cambiemos sostienen que en las urnas quedó plebiscitado un programa de gobierno. Los más entusiastas evitan un dato central: que el oficialismo, aunque amplió su poder en el Congreso, no tiene mayoría propia. Los más cautos miran en dirección de Pichetto, Urtubey, Bossio y Schiaretti. Allí buscarán los votos necesarios. Para Cambiemos será la señal de partida. Para el PJ, una incómoda integración.