Recesión, pobreza creciente, sonrisas, fascismo fashion, verso y verso, menos sonrisas, pronósticos escandalosamente incumplidos. El macrismo deja pura destrucción. Pero lo realmente horrible: la deuda externa. Monstruosa e impagable.
Tres años de verso sistemático bien planeado. Sudor, empobrecimiento y lágrimas; y no pocas muertes por represión. Por lejos el peor gobierno de la actual etapa democrática. Peor que el de Fernando de la Rúa porque al Aburrido le tocaron números económicos (deuda externa, básicamente) mucho más incómodos de los que heredó Macri y poca onda, poca paciencia, de los poderes concentrados. Para colmo Aburrido debía lamentar la existencia de una oposición malita según él que lo echó. Tres años de optimismo de tarjeta navideña y repetición hasta el hartazgo de la excusa de la pesada herencia, falacia fundamental de la época amarillenta. Hasta llegar a lo que “en los países serios” sería vergonzoso: que un presidente diga “No vamos a hacer pronósticos” sobre la evolución de la economía.
Ese prodigioso acto de autocensura sucedió luego de sucesivos pronósticos cruciales (lo elemental: inflación, dólar, crecimiento) que fueron mucho más que fallidos, escandalosos. Lo que también sería un papelón extraordinario “en los países serios”. Pero no en el país de la hegemonía cultural-mediática de la derecha cuasi mafiosa, hegemonía que hoy cruje sin destino claro o entra en crisis. O parece entrar en crisis. A cambio de tantos fracasos, sincerado increíble y acríticamente en los medios conservadores, el discurso oficial troca economía por bolsonarización del discurso y las prácticas para al menos conservar, mezquinos, poca garra, el núcleo duro de votantes.
Destrucción sistemática, mentira y amagues o procedimientos fascistoides es todo lo que dejará el macrismo, tan amable, tan diálogo, tan selfie. Peor: dejará un país ingobernable por vía de la recesión, la pobreza que Walsh llamó planificada, endeudamiento imposible. Se verá más abajo: no lo dice solo el Satán kirchnerista sino gente muy moderadita, bien peinada.
No vamos a abundar acá en el vasto, inédito fenómeno del bajón colectivo (en parte equiparable al del 2001, distinto al del 2001) porque de eso se escribió bastante en Socompa. Sí a anotar dos obviedades: que nos prometieron no solo pobreza cero sino revolución de la alegría y que todavía los muchos desencantados con el gobierno de Macri parecen vivir en estado de tristeza, de repliegue, de excusas volubles, de resignación y no de bronca, sí -puede- de bronquita. Con el peligro verosímil de que estalle la bronca en modo QSVT ciego y antidemocrático o en modo facho, como sucede en otros países del mundo.
Algo para recordar
Hace un tiempo largo un colega al que se podría catalogar como de centroizquierda liberal preguntó desde su muro de Facebook -a modo de encuesta o intercambio amable- qué cosas buenas hizo el macrismo, algo para recordar. Lamento no recordar las respuestas, unas cuantas de las cuales no compartí. Muy posiblemente figuraba cierta recuperación de la credibilidad del INDEC. Con anuencia de Néstor Kirchner y CFK lo que hizo Guillermo Moreno con el INDEC fue un desastre interesante, además de prepotencia pura y piantavotos, como quien dice gestión a las piñas. El que escribe -amén de ciertos cambios “técnicos” que modificaron sesgadamente los modos de medición de la pobreza- no sabe hasta dónde las estadísticas del Instituto, hoy, son del todo confiables. Suenan más confiables que las de la gestión K. Punto y poroto para el macrismo.
Sucede que incluso la Conmebol le quitaría ese punto a la gestión de Cambiemos porque los modos de mentir del macrismo van muchísimo más lejos, son masivos, inverosímiles, de un caradurismo extremo aunque muy profesional y coacheado. Ya no solo hay que sumar los pronósticos fallidos y las promesas incumplidas. También las ideas-fuerza del tipo “después de 70 años”, “populismo”; “el mejor equipo de…”, “estamos al fin cambiando la historia”, “estamos haciendo lo necesario, lo que nadie se animó a hacer… para”… algún día poner en marcha un nuevo proyecto tipo Generación del 80, que es la esperanza que Mariano Grondona -literalmente- depositaba en la dictadura: otro modelo de capitalismo sin límites, populismo cero, políticos jóvenes modernos e incontaminados, sindicatos domados y apaguen el aire acondicionado que nadie los invitó al entierro.
Verso a full: no nos alcanzan ni la memoria ni el espacio pero puede decirse que donde dicen “En todo estás vos” debería decirse “En todo verseás”. En los datos duros de la herencia recibida (que el kirchnerismo no supo ni sabe aun comunicar bien, cuando se trata de los datos positivos); en aquello que es estatal y decadente y debe demolerse; en las universidades públicas en las que no estudian los pobres; en el 99% de las muertes debidas a balas de delincuentes (Bullrich) o en la venta por redes sociales de una policía “cercana”, casi progre y alegre; en el ocultamiento de la propia corrupción inherente o no al capitalismo o las fortunas off-shore y atención al público desde ambos lados del mostrador; en la proposición de la idea según la cual narcotráfico es igual (y exclusivamente) a villa; en las manitos saludantes de Mariu Vidal o Mauricio a nadie o al vacío; en las preguntas inteligentísimas que Antonia le hace a su papá y que apuntan a revelar culpas ajenas; en la teoría de las tormentas que sí tienen la culpa; en la sorpresa tan hermosa que reciben pizzeros y otros vecinos que no sabían que venía Mauricio a tocar la puerta.
Hubo la promesa también bellísima de que venían a calmar, a sedar, a ser dulces, mate va, mate viene, no como la Kretina gritadora. Multiplicaron los discursos del odio, la primera apelación a la grasa militante, los ñoquis, los violentos. A los odios los ensancharon, nos intoxicaron más de lo que estábamos, hicieron abismos de las grietas y si no les gusta un juez, a Siberia. Eran lo más de la modernidad o la posmodernidad, sofisticados al palo, técnicos sabedores, gente de mundo, premier league. Terminan apostando a salvarse con una buena cosecha, anacrónicos, como en 1916, 1934, 1967.
Paramos acá.
No somos lo que creímos o queremos
Lección lánguida, bajón y difícil. Enterarnos primero en dos elecciones y luego en la superficie terrestre barrial y cotidiana sobre qué sociedad somos, embromada, como tantas. Decimos “enterarnos” y no “tomar conciencia” porque la segunda expresión suena solemne, definitiva y hasta pre revolucionaria. ¿Habrá que decir esa cosa fea de la letra con sangre entra? Bueno, nos enteramos de que la Patria no necesariamente era el otro, ni la Patria voladora de los festejos del Bicentenario; que la sociedad no era los pibes de La Cámpora vivando a Cristina en los patios de la Rosada, y si la tocaban a Cristina qué quilombo se iba a armar. No éramos la banda sonora, las sucesivas musicalizaciones de 6,7,8. Banderas en tu corazón, banderas de cuentapropistas exaltados, acaso de linchamiento del fierita y otros prójimos.
Otra “lección” sobre cuyo eventual aprendizaje somos escépticos. Líneas estas que devienen de un viaje que el que escribe hizo el fin de semana a General Pico, La Pampa, por una charla, con alojamiento en casa kirchnerista. Compañero de mediana edad que lleva añares laburando en una cooperativa importante a cargo de mil rubros en la ciudad (La Pampa conserva cierta dignidad, ciudades prolijas, guita que se nota sigue metiendo y repartiendo el Estado, cada vez con más dificultad y según incluso las almas sensibles, con exceso y pronóstico de ajuste). La actividad o producción de la cooperativa se redujo mucho más que considerablemente. Bajaron a lo pavo los niveles de consumos en la ciudad, cuentan los anfitriones, mientras que habían tocado picos altísimos no solo esos índices de consumo sino los de producción, al menos hasta el 2012 o por ahí. Prosperidad K y programas sociales K a escala “el interior”.
Eso cuenta el anfitrión kirchnerista, nada cuadrado, con la típica tristeza y la típica impotencia: porque los números, la comparación, parecen terribles de obvios en cuanto a conclusiones posibles. Pero no necesariamente los números concretos e irrefutables sirven en campaña porque la racionalización o los argumentos chocan contra el soberbio uso que el macrismo hace del absurdo, de la falacia, del estallido del principio de contradicción.
Entonces el anfitrión, hombre morocho de mediana edad que hasta ese preciso tramo de la conversación parecía tener algo de Buda, de calma aparente, dice con mucha pero mucha rabia que no le perdona a los tipos y tipas de General Pico haber votado macrismo y no hacerse cargo.
En La Pampa también se consigue.
La frase broncuda que tira el compañero es conocida, multiplicada, es hasta obvia. Pero cuando el tipo dice eso al que escribe -quizá afectado por el viento Norte pampeano) le surge algo así como una iluminación idiota. Puede que muy idiota, muy liberal y muy naif.
Cierto, se dice el que escribe al escuchar a su anfitrión. Cierto, puta madre. Hay una responsabilidad enorme en el voto. El que escribe onda que siempre desdeñó un poco -o no tuvo en cuenta- la importancia enorme del voto individual, el de cada ciudadanito de a pie, por parecerle irrelevante el voto suelto, o por parecerle banal o liberal la idea del sufragio de cada cual. Porque presuntamente el voto es poca cosa, rito medio boludón en el aula escolar, sobrevalorado y las democracias deberían… vaya a saber qué, algo “más profundo” y más complejo.
Pero no, fueron votos individuales que nos llevaron a la destrucción. ¿Se harán cargo los que votaron?
El que escribe cree que no, que nunca. Poquitos.
El horizonte más fiero
Datos en general conocidos de la increíble performance macrista. Pero que impresionan mucho más cuando se los aprieta y más todavía asombra (o debería asombrar) que no sean portada y agenda central de diarios y noticieros. Suba de precios en menos de tres años del 156%. Contra un crecimiento salarial del 103% y del 101% para las jubilaciones y la AUH. Caída industrial de entre 9 y 11,5% según quién mida. Fábricas funcionando mal, al 61% de su capacidad instalada. Ventas minoristas a pique. Cierre de miles de empresas. Desocupación que seguro pasará el 10% en el cortísimo plazo. Evaporación de 100 mil puestos de trabajo. Para las PyMES, las Siete Plagas. Para los mortales: despidos, suspensiones, paritarias por debajo de la inflación, tarifazos crueles, recorte de programas sociales, menor atención del PAMI, reducción de los planes de vacunación, quita de derechos e ingresos a sectores vulnerables, discapacitados incluidos. Por si esto fuera poco, y para más clasismo, a las trabajadoras domésticas de Nordelta las bajan del bondi que es solo para gente bien. Tiempos crudelísimos, sin careta.
El horizonte más horrible, se dijo al inicio, es la inafrontable deuda externa, monstruosa.
En un medio no kernerista, Ámbito, José Castillo, de Izquierda Socialista, aludió a lo que no dicen -jamás- ni el Gobierno, ni La Nación, ni Clarín, que se limitan a encapsularse en el corto plazo, asegurar que Macri llega sin default al fin de su mandato, tranquilizar a la muchachada refiriéndose solo a los vencimientos que restan de acá al 2019, manejables con mucho esfuerzo y sufrimiento social. Pero de allí en adelante -2019- enmudecen. Callan sobre el futuro inmediato los que dicen que hay que pensar un país serio del largo plazo.
Escribió Castillo: “Los intereses pagados ya son la partida más importante del presupuesto y siguen en alza. El ajuste de Macri y el FMI tiene un solo objetivo: garantizar poder seguir cumpliendo con los próximos vencimientos” (en eso coincide con kirchneristas y unos cuantos más). “Según los datos del Observatorio de la deuda externa de la UMET, el total del endeudamiento al final de este año ascenderá a 348.990 millones (82% del PBI, o sea de toda la riqueza producida en el año)”. Si a esa suma se añade el monto en Lebacs del Banco Central y la deuda vertiginosa y récord con el FMI, Argentina supera -¡vamos, carajo!- los 400.000 millones de dólares de deuda, cuando veníamos bien ligeritos en esa materia, al fin, desde 1983, cuando la democracia nació sietemesina y asfixiada.
Luego: “Tenemos que decirlo con todas las letras: este endeudamiento es impagable”. La columna fue escrita en julio pasado, con un riesgo país de 600 puntos, no el de 730 a 740.
Ya que hasta ahora no nombramos apellidos deplorables ligados al kirchnerismo, le toca el turno a lo que Axel Kicillof anotó en El Cohete a la Luna. Nuevos peligros. Como que tres cuartas partes de las emisiones de deuda están en dólares, los que no producimos. O que merced al gobierno del Barsa de Mauricio Guardiola el pago de intereses subió más del 500%. O que el próximo gobierno deberá devolver (solo) al FMI 47,5 mil millones, parte de los162.000 millones de dólares de deuda a cancelar -según quién haga las cuentas- en tiempo récord.
¿Arrugue por deuda?
En su último texto en El Canciller, el colega y gallina Diego Genoud da a entender que los vencimientos de deuda que vienen son suficiente motivo para que ciertos dirigentes peronistas -que además no quieren a CFK presidenta- prefieran abrirse de la responsabilidad del gobierno: “116.000 millones de vencimientos de deuda en moneda extranjera para el próximo presidente: 21.000 millones en 2020, 21.500 en 2021, 40.000 millones en 2022 y 33.600 millones en 2023”.
Ya lo dijimos, es un espanto, es imposible -lo sabe el mundo pero se hace el boludo- desactivar las 200 atómicas que dejará plantadas Mauricio Macri y su gobierno de CEO’s no para unos ricos, sino para unos pocos ricos allegados, o funcionarios.
Sin embargo la clase política opositora está evitando hasta ahora -no así la izquierda, a la que se le hace más fácil vía Teorema de Baglini- hablar de canje, de quita, de minga. Se ha escuchado a voceros K y massitas decir que el acuerdo con el Fondo es incumplible pero usan la prudente palabra renegociación. ¿Querrán renegociar el FMI o los acreedores? ¿No se espantaron ya con la megaquita efectuada durante el primer kirchnerismo?
Una consultora difícilmente guevarista, Analytica, cuyo CEO es Rodrigo Álvarez, ex Ecolatina, y que tiene entre sus clientes a Acindar, Arcor y el Banco Ciudad, sugirió hace unos cuantos meses que “la oposición como el oficialismo deberían trabajar en la reforma del artículo 65 de la Ley de Administración Financiera para flexibilizar las condiciones que permitan realizar canjes de deuda”. La columna si preveía lo obvio que esconde lo peor del establishment mediático y financiero: en algún momento, si llegamos, llegará un año denominado, por ejemplo, 2024.
Más acá en el tiempo, en noviembre, Rodrigo Álvarez escribió otra columna titulada “La trilogía del riesgo argentino”. La citamos con alguna extensión porque su autor no es de agitar sucios trapos rojos:
- “El año 2019 es una bisagra en la que confluyen fuerzas con elevado potencial de desestabilización. Identificamos una trilogía de riesgos cuya dinámica no solo condiciona la performance económica en el corto plazo, sino también y, fundamentalmente, la capacidad de pensar la Argentina en el mediano y largo plazo”.
- “El gobierno que asuma en diciembre de 2019 deberá enfrentarse con un mercado de crédito cerrado, básicamente porque la preocupación de los inversores va a ser el denso perfil de vencimientos de deuda que se debe afrontar a partir de 2022 por los abultados vencimientos con el FMI. Es altamente improbable que los inversores estén dispuestos a aumentar su exposición a la Argentina para que el próximo gobierno pueda cancelar la deuda con el organismo internacional”.
- Luego lo típico desde el establishment: ¿Qué onda, qué peligro si gobierna CFK?
- Finalmente: “La próxima administración deberá, necesariamente, renegociar la deuda con el FMI y/o plantear un canje. Bajo este supuesto, ¿habrá margen para que, por ejemplo, si un candidato de Unidad Ciudadana resultara electo, pueda montarse sobre la competitividad cambiaria y los precios de tarifas para atrasar todo otra vez? A nuestro juicio, no”.
Agarrate, Catalina. A la hora de finiquitar estas líneas, día lunes, sube el dólar y Ámbito pregunta cuándo ocurrirá la próxima corrida. Seguramente marzo, profetiza. Media corrida medianamente pulenta puede hacer estallar todo por el aire ya. El consuelo presunto: acaso eso evite tenerle tanto pánico al 2020.