Serán días de lo más glamorosos pero por si acaso acumulen agua, fideos y otros alimentos no perecederos. Buenos Aires permanecerá bajo asedio para que los chicos súper poderosos no se pongan de acuerdo. Un GPS para Macri.
Genios. Barriletes cósmicos de la comunicación. Hay una página oficial argentina sobre la cumbre del G-20. Oficial, ¿sí? O sea: hecha por el gobierno de acá. Ahora bien: G-20 es por 20 países, ¿sí? Adivinen qué carita sonríe primero en la página oficial.
Exacto: #Gato majestuoso, estadista. #Gato cumbre. #Gato internacional. #Gato volvemos al mundo.
Al abrir la página aparece la carita de Macri y el primer link dice: “Conozca a los líderes del mundo”.
Genios de la comunicación: cobran toco de guita por estos hallazgos. El lunes pasado El Cronista publicó que el Banco Central busca un gerente de Comunicación. “Paga $217.000”, decía el título, como si refiriera a apuestas o a un remate de hacienda. Nada grave, nada que no tenga olor a… G-20. Como con la comunicación estatal no alcanza se necesita más. Para La Nación, esta cumbre constituye “la cita más ansiada por Mauricio Macri en sus cuatro años de mandato”. Su apuesta: ser el gran “mediador amigable” en la gran choripaneada universal. Puede que el autor de la nota, Jaime Rosemberg, cobre 217 mil mangos (es un chiste, Jaime) y por eso se entusiasme. Pero aun así la pifia en el análisis: el G-20 va a ser apenas una foto tan fugaz, una curda nada más. Se agradece el entusiasmo.
Para Wikipedia, el G-20 “es el principal espacio de deliberación política y económica del mundo”. Fuente: G-20. Claro que el Grupo de los más poderosos cuenta con la ventaja de reunir dos tercios de la población mundial y el 85% del producto bruto planetario. Aun así, nosotros –los ciudadanos de la Tierra- no participamos en una deliberación planetaria en la que se decidiera que el G-20 -antes G-8- se haya constituido en principal ágora democrática. Ya que estamos, en el mundo existen 193 naciones, aunque algunas son más chiquitas que Mar Chiquita. De los veinte países del G-20, Argentina ocupa el peor lugar en términos de PBI y producto per capita. Será por eso que Mauricio aspira a decir –“mediador amigable”- la casa es chica pero el corazón es grande. Aunque es más probable que le haga chistes de fútbol al representante de la India, impostando un inglés Gunga Din, a lo Peter Sellers (ver Pos Data debajo de todo).
Bajo asedio
Desde hace años –y no porque esta edición engalane a la Argentina- estas cumbres (de a 8 o de a 20 o las más glamorosas de Davos) se le aparecen a uno como la negación misma de la democracia. Fuerzas futuristas para velar no por la seguridad o bienestar de las sociedades sino de los megacapos del mundo. Negación de lo democrático visto como mínimo desde el punto de vista de la vitalidad presunta que deberían gozar las democracias, cosa que debería pasar por los pueblos, no por opinables presidentes rotativos. De nuevo pues: estas movidas cumbre en ciudades sitiadas (por ejércitos locales y extranjeros) parecen la negación misma del sueño democrático. Onda que vienen a decirnos –ahora en Buenos Aires- déjense de joder, hasta acá llegamos, somos los putos amos y ustedes la escoria.
Es tan elemental. Los tipos –los jefazos del mundo, que tampoco lo son del todo porque los jefazos más bien parecen ser las corporaciones y no tanto los jefes de Estado- van y vienen a las ciudades, las toman como a castillos medievales o las ponen bajo asedio con un poquito más que catapultas, escaleras y torres de asalto. Nos toca ahora a nosotros vivir bajo virtual Estado de sitio. No pases por Figueroa Alcorta o Recoleta, man, porque el centinela (¿un marine?) abrirá fuego. En tanto, Patricia nos desea y sugiere que aprovechemos el fin de semana largo para irnos a Chascomús (¿o Miami?) y la pasemos lindo.
Lo que para otros es una maravilla, ser por tres días el centro hipotético del mundo, lo leemos de otro modo. Nos pegan una patada en el orto, nos ordenan que nos metamos chitos en casa bajo la cama, como en aquellos ensayos antinucleares de los yanquis durante la Guerra Fría: los niñitos WASP o negritos o chicanos, todos bajo el pupitre a una señal de la maestra. Otra metáfora posible: vacían la megalópolis como si hubieran hecho estallar en la atmósfera un arma biológica. ¿No es encantador?
¿O qué te creías?
Hay entonces un mensaje crucial y naturalizado de estas cumbres que parece que no se entiende y es más bien grave: calladitos todos que acá estamos los Jefazos. Los grandes capos de la democracia occidental + la China Roja semi capitalista vienen con sus portaaviones y sus marines y sus ultra aparatos de escucha 007 modelo siglo XXVII. Jefes de Estado paranoicos a tope o dados a exhibir obscenamente su poderío militar y político (porque no jodamos, importan más los 800 monos que trae Trump que los canguros que traigan los australianos) para cagarse de risa de nosotros, mientras nos pisan el marote bajo la bota: ¿Qué te creías, boludito, que en la democracia mandabas vos?
Naturalizada, como siempre, viene la mano. Con la habitual little help of my friends: la de las corporaciones mediáticas. Que dicen que esto no es un secuestro de Buenos Aires y sus (jaaaaa) vecinos. Nos dicen mientras nos atan a la silla y nos meten cinta de embalar en la boca que esto es el no va más de la historia de las democracias occidentales, un espectáculo de masas 3D, y para el caso de la Argentina macrista una caricia y un respaldo al estadista XL que pidió que la final se juegue con visitantes.
La represión como paisaje
En las redes mucho más que en los medios, por estos días circularon imágenes de brutas protestas sociales habidas en Francia y en Gran Bretaña. En la capital francesa hubo humaredas bellísimas en torno del Arco del Triunfo, patrulleros incendiados, se rompió de todo al grito de “Macron, dimisión”. Hasta grúas que tiraron mierda sobre edificios gubernamentales se vieron en París. Pero también estas cosas se van naturalizando, como las protestas que hubo en Hamburgo en su momento. Todo es rutina, paisajes naturales poblados de ejércitos negros como los que ilustra en esta nota el artista finlandés Arvid Helminen. Que los progres veteranos vamos a contramano del mundo lo demuestra el hecho de que nos formamos en la épica del Cordobazo, cuando creímos que el pueblo hacía retroceder para siempre a la Montada, con relato de Sergio Villarruel en el viejo canal 13 (te quiero ver, Nico Wiñazky, relatando ese partido).
Pero siendo que las represiones globales y el achicamiento de las democracias son cosas de todos los días hoy puede que suenen como bella música para algunos los tremendos recursos bélicos y represivos que trae, entre otros, Donald Trump. Tendremos sobrevolando sobre nuestros cielos soberanos aviones de ataque Pucará, cazabombarderos Fightinghawk y helicópteros Sikorsky. Puede –dice Infobae– que se acerque algún portaaviones nuclear clase Nimitz. Contamos con la donación china de cuatro vehículos blindados Dongfeng CSK131, 30 motos de alta cilindrada, escáneres antiexplosivos. Nosotros –los locales- ponemos algo más que en la Libertadores: 13.400 efectivos de la Policía Federal, la Prefectura Naval, Gendarmería y la Policía de Seguridad Aeroportuaria que (apenas) trabajarán en tierra.
Ojo que a algún Ulises Dumont se le ocurra volar una avioneta para trazar con humo un mensaje que diga “Helados Laponia. ¡Los mejores!”. Lo derriban. Porque vienen nuestros visitantes con derecho a derribar artefactos voladores sospechosos. Así son las cumbres del G-20; el protocolo es el protocolo.
Internas que ya no se dirimen en la ONU
Alguna vez, desde el fin de la Segunda Guerra, algunas de las cosas que puede que se conversen entre los muchachos del G-20 se discutían en la Asamblea General de la ONU o en sus organismos subsidiarios. Mafalda le prestaba merecida atención –recordarán ustedes- a esas conversaciones sobre la paz, el desarme y el hambre en el mundo. Que la ONU –que fue un sueño interesante de la humanidad- se haya convertido en un organismo burocrático vaciado entre otros por los EEUU no necesariamente debía llevarnos a estas cumbres del G-20. Y si alguna vez en la ONU se hacían escuchar las naciones del así llamado Tercer Mundo, hoy no hay ni una CFK ni un Lula que metan alguna nota discordante. La ONU es sí un socio del G-20. Envía alguna representación, pobre ONU.
Sobrevolarán pues los cazas y auditarán a la entera ciudad los expertos en escuchas y revisarán explosivos de pollo en cada tacho de basura.
Y todo esto –mientras acá nos cagamos de hambre y angustia- para que la Cumbre más que seguramente termine en una serie de fracasos sucesivos. Introducidos tales fracasos con fotos sonrientes glamorosas, enérgicos estrechones de manos, besos mejilla-mejilla en el caso Merkel (podrían ligar tales besos la presidenta de Singapur o Theresa, que no Tereso, May) y habrá roces de manos confianzudas sobre las espaldas de los menos winners.
Ahora bien. ¿Qué puede suceder en la Cumbre?
Que Trump se agarre las bolas ante los demás si es que pretenden hablar sobre el cambio climático.
Que Trump evite o no chistes y agresiones de mal gusto ante las delegaciones china o las europeas.
Puede que el finísimo representante de Francia le pregunte quesquecé a Trump por aquel tuit del presidente magnate que decía: “Emmanuel Macron propone crear un ejército para proteger a Europa de Estados Unidos, China y Rusia. Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial había que protegerse de Alemania. ¿Cómo le fue a Francia con eso? En París estaban empezando a aprender alemán hasta que llegó Estados Unidos”. Puede que ambos se rían del incidente y se palmeen las espaldas.
Puede que Trump no le dedique un chiste ácido a su buen y fiel aliado el príncipe saudí, que le perdone todos sus pecados. O puede que al príncipe saudí lo agarren de las pestañas acusado de ser el mentor intelectual del crimen del periodista Jamal Kasshoggi (difícil que el chancho chifle, dicen en el juzgado de Ariel Lijo, a donde llegó la denuncia de Human Rights Watch).
Puede que EEUU y China, además de discrepar en materia de aranceles y guerra comercial, disputen por lo bajo cómo colonizar Argentina. Es decir quién se queda con cuánto de Vaca Muerta, o con contratos de obra pública, o con las represas patagónicas avanzadas durante el kirchnerismo y que Macri borró de un plumazo. O cuál de ambas potencias termina de aplastar –a gusto de Cambiemos- nuestro desarrollo nuclear y tecnológico.
No se van a poner de acuerdo China, EEUU y los países de lo que queda de la Unión Europea con el proteccionismo de Trump -“América First”- y Macri no va a entender nada de esa discusión porque pensó un proyecto económico para hace quince o veinte años atrás, cuando la globalización era una maravilla y el nacionalismo económico una pésima señal.
Qué va a pasar en la Cumbre del G-20. Macri va a gritar entusiasta “¡Déficit Cero!” y Trump se le va cagar de la risa diciéndole al oído “Nosotros vamos fenómeno con un déficit comercial de más de 400 mil millones de dólares por año”.
Mientras tanto La Nación titula con un sueño húmedo: “Juliana Awada prepara su agenda propia para la cumbre del G-20”. Esto es: se verá con Máxima de Zorreguieta y con la señora esposa de Macron y visitará “espacios culturales emblemáticos”. Muy pero muy bien vestida, la darán como la más bonita de todas las chicas súper poderosas.
Aprovechen la oferta, estimadísimos, serán cuatro días locos. Sepan apreciar desde el encierro de sus casas, mediante sus televisores –acumulen agua y fideos- los encantos de una ciudad bajo sitio medieval. Nosotros a los ranchos, hermanitos. Pobres siervos de la gleba.
- Agenden esto: A las 17 del día jueves, el premier indio, Narendra Modi, participará del evento “Yoga por la paz”. En La Rural, claro.