Algunos apuntes sobre la carta de la ex presidenta, donde se propone abiertamente como figura aglutinante de una oposición que dista mucho de buscar unificarse y no quiere saber de su liderazgo.

Como siempre pasa, cada vez que la ex presidenta hace una jugada genera movimientos en las otras fuerzas políticas. Esto, por sí solo, habla de su liderazgo y de su influencia política. Pero más allá de eso, animal político al fin, Cristina Fernández lo que necesita es ganar votos para consolidarse como oposición genuina al gobierno de Mauricio Macri y, en la provincia, de María Eugenia Vidal.

La primera reacción ante la carta publicada por la ex mandataria puede ser de condena, ante lo que puede tomarse como una actitud soberbia (algo muy rechazado por las capas medias que la abandonaron) por erigir a su fuerza política, Unidad Ciudadana, como “el mejor instrumento que tenemos HOY para que la voz de la mayoría social y electoral sea también una mayoría política en las instituciones”. Discutible, por cierto, el poco apego a la humildad a la hora de proponer tácticas electorales.

Sin embargo, la carta luego agrega que “no es arrogancia ni soberbia: es la lectura objetiva del resultado electoral del 13 de agosto”, para culminar reconociendo: “No les pedimos el voto para nosotros, sino que ofrecemos nuestra boleta para que pueda representar su voto opositor y trabajar en conjunto por un cambio de rumbo económico”. Una linda manera de decir votándome a mí se votan ustedes.

No vamos a descubrir en estas líneas la enorme capacidad política de Cristina Fernández, ni su indudable liderazgo, pero nos permitiremos analizar si esta estrategia es la mejor para la Argentina y para la fuerza que conduce.

Todo depende de qué se esté buscando y a quién le está hablando la ex presidenta. A juzgar por la carta, su única intención es consolidarse como líder de la oposición hablándole al electorado disconforme con el gobierno y que vio o aun ve en ella la única salida posible. Es decir, a algunos desencantados que en las PASO votaron a Randazzo o aun a Sergio Massa.

En modo alguno les habla a los líderes opositores que, presurosos, salieron a contestarle, como Sergio Massa, Fernando “Chino” Navarro o Alberto Fernández.

¿Alcanzan esos pequeños porcentajes para el objetivo propuesto según la carta? Sí, porque si candidata de Unidad Ciudadana suma algunos puntos hasta aproximarse al 40% de los votos será la ganadora de la elección y la figura indiscutida de la oposición en el Congreso. Volverá a hacerse dueña de gran parte del peronismo (aunque hoy declame otro objetivo más amplio desde Unidad Ciudadana) y seguirá siendo un dolor de cabeza irresoluble para el Poder Ejecutivo.

Para lo que no alcanza esa estrategia es para recuperar los votos que perdió Cristina desde el 2011, esos que le permitieron a Mauricio Macri imponerse en las presidenciales del 2015. Para ello, CFK necesitará mucho más que una carta. Muchos le piden una autocrítica, aunque no especifican de qué debería autocriticarse.

No parece, la ex presidenta, una dirigente política afecta a las autocríticas, aunque sí ha demostrado que es capaz de rectificar rumbos, volver al llano y pelear por el voto donde hay que pelear, en la calle y en los lugares donde más golpea el ajuste del Gobierno.

Como dijimos, hará falta mucho más que autocrítica y reconocimientos para ganar a los sectores medios desencantados con Cambiemos. Existen y seguirán creciendo en la medida que el Gobierno no acierte con las medidas y no rectifique el rumbo económico.

En la carrera por el liderazgo opositor, Cristina todavía gana por un campo. El sueño de Massa se diluye como el agua entre los dedos y la audacia de Randazzo y su estratega, Alberto Fernández, no lograron el apoyo esperado.

Está en Cristina, ahora, volver a construir esa confianza perdida para poder ser una opción en el 2019. El camino es largo y recién empieza. Y si alguien ve más allá de la coyuntura, ésa es ella. Habrá que esperar, entonces, los próximos movimientos y los resultados electorales, que demostrarán si la carta fue acertada o no para sumar voluntades.

A largo plazo hará falta mucho más.