¿Fue realmente tan sorpresivo -amén de las distancias- el resultado electoral? ¿Hubo un fracaso del duránbarbismo? ¿En qué momento lo real se impuso sobre lo virtual? ¿O es que nos psicopatearon hasta un segundo antes de emitir el voto?

Desde el domingo 11, días bien argentos. Entre la alegría y el espanto, fueron días de una intensidad tal que un suizo, un sueco, un belga híper desarrollado, no bancaría ni 24 horas.

Imágenes y momentos que al decir de Roosevelt cuando Pearl Harbour -combinado con Borges- deberían quedar en una historia nacional de la infamia. El largo proceso venía de mucho antes. Pero fue el domingo a la noche cuando comenzó la antepenúltima secuencia psicotizante protagonizada por Mauricio Macri: vayan a dormir/ los odio, soretes /les pido perdón y otra vez en campaña. Como ya dijo medio mundo: la lógica de un golpeador.

Sucede que pocos días antes del domingo hubo otro acting que -en el vértigo- no recibió toda la atención que ameritaba. De modo que antes de seguir con esta nota, ruego, pero de verdad ruego a los lectores, que clickeen en el siguiente video. Si necesitan saltear vayan pocos segundos antes del minuto tres.

Hacemos ahora nuestra propia digestión de esa escena. Pese al largo entrenamiento (o tortura, tortura cotidiana) al que nos viene sometiendo la comunicación macrista desde hace ya muchos años, la escena es impresionante. Al tipo, Macri, lo entrenaron -una materia más en el coaching- para emocionarse, unas cuantas sesiones de Actor’s Studio. Vamos a la escena: Macri-Pavlov recibe el estímulo y el muy perro se emociona un poco de verdad, no importa si actúa mal o bien. Por un segundo, lo apuesto, Macri se traga su propia emoción, cree en ella. Se autoemociona al hablar de María Eugenia Vidal, a la que maltrató y ninguneó negándole la elección desdoblada de puro hijo de puta, de yoico. Macri dice lo mucho que la quiere e inmediatamente la cámara enfoca, bien dirigida, a Vidal, que justo da la casualidad tiene el carilina en bollito para secarse dos lágrimas. Cuando la cámara vuelve a Macri, Macri está haciendo -¿se la cree también?- un ejercicio respiratorio para sobreponerse a la emoción. Es que se quebró mal, es humano. Eso da a entender y la platea se emociona como en un programa de la tele, quizá Gente que busca gente. La platea también se la cree o hace fuerza interior para creerle, porque necesita creer, afirmarse en su creencia previa, no entrar en conflicto ni en duda. Frunce Macri la boquita para expulsar el aire que lo oprime a bordo del escenario circular. Hace creer o se cree que le cuesta reponerse. Pero pasan los segundos y la expulsión de aire de los pulmones que practica, ahora caminando en su acto de 360 grados, ya es inverosímil, ahora es actuación pura. Luego la botella de agua y -magia- ya cambió de cara y larga el chiste preparado: está sensible porque es el día del gato. Risas grabadas.

Es muy repugnante. E impresiona.

Psicótico, psicópata (son asuntos distintos), le venimos diciendo desde el domingo, o el lunes. Asqueados, indignados, angustiados, asustados porque 666 no quiere irse de la Casa Rosada sin antes destruir lo que queda del país.

Pero la psicosis viene de mucho antes y acaso nos afecta o afectó a todos. Una hipótesis central de esta nota -una especulación, un juego- es que algún tipo de psicosis social explica que (presuntamente, ya veremos) “nadie vio venir” la paliza electoral que sufrieron el presidente y la gobernadora de los ojos húmedos y el cuellito torcido.

Dato de la época, y esperemos que la época no vuelva nunca más: un presidente que gasta horas, muchas horas de su tiempo, en entrenar, en entrenar para meramente hablar o fingir emociones. Una época en que fueron centenares los funcionarios sometidos a coacheos y manuales discursivos que repitieron disciplinadamente no como liberales sino como fascistas; no son emprendedores, son repetidores. Fueron centenares las convocatorias “participativas” a especialistas en lo que sea -a menudo apretados- para meramente afanarles ideas o discurso. Tales jornadas, sobre todo en la ciudad gobernada por Rodríguez Larreta, fueron dirigidas no por funcionarios, sino por expertos… en coaching político. Sí, se ha dicho mil veces esto. Pero lo naturalizamos, así como al coaching. La inyección sistemática de mentira, de odio y de veneno se convirtió en un sistema de gobierno y en cultura. Finalmente en… psicosis. O psicopatía.

En paralelo

Pero hay también otra línea cronológica y racionalidades, paralela a la anterior. En esa línea vamos a revisar cosas escritas en los últimos tiempos en Socompa. Primer asunto: nunca olvidar que la primera, lejos, que vio venir lo que se venía y llamó a armar un frente ciudadano amplio y opositor fue CFK en el ya remotísimo discurso ante los tribunales de Comodoro Py. Ya había mascullado sin decirlo lo que fuera de su autocrítica. Supone uno que sobre todo lo que fueron rasgos expulsivos del último kirchnerismo. Pasó tiempo, demasiado tiempo y sufrimiento social e individual. Un día Alberto largó aquella frase de “sin ella no se puede y con ella sola no alcanza”. Más tiempo. Luego ambos se vieron, se dijeron cosas (algún día, esperemos, se conocerá la letra chica de lo que se dijeron). Según el relato reiterado de Alberto volvieron a hacerse a amigos y “no me van a hacer pelear otra vez con Cristina”. Luego CFK ungió a Alberto y la jugada hizo estallar la tercera vía argentina y a Sergio Massa no le quedó otra que la que le quedó.

Todo eso fue racionalidad política. Racionalidad política versus política tecnocrática del big data y el uasap, que es valiosa, astuta, pero nunca omnipotente cuando al fin se impone la realidad y no los anteojos de ciego ante un juego de realidad virtual.

Digámoslo de otro modo. Ahora todos se ríen de Durán Barba y su salida del país y todos le echan la culpa a Marcos Peña, Messi de las campañas. No se rían tanto. No se rían tanto porque si duraron lo que duraron fue por esas astucias, por el blindaje mediático y por la psicosis social que supieron desatar. Hasta que fueron cayendo una a una las tremendas derrotas del oficialismo en las provincias. Pero aun así, de manera desgarrada y contra ese dato crucial de lo que sucedía en tantas partes, nos preguntábamos cuerpo a cuerpo, en las redes y en Socompa hasta dónde eran ciertas las posibilidades de ganar las PASO y vencer al Monstruo (algo que supera la insignificancia personal de Macri) en primera vuelta.

El que escribe publicó acá varias notas esquizofrénicas al respecto. Diciendo que sí, que las podíamos ganar, que los resultados en las provincias, que esto y el otro, pero que iban a ser elecciones muy jodidas por el poder de fuego de ex Cambiemos y el sistema epocal (medios incluidos) a su favor y por las astucias comunicacionales que el Frente de Todos presuntamente no tenía.

También escribí otra nota esquizoide, a la salida de un encuentro sobre campañas y tecnopolítica, subrayando lo que decía un cuadrazo y ex consultor político, Gerardo Adrogué, que se dedicó en su intervención a poner muy en duda -entre otras cosas- la infalibilidad de las campañas por uasap y a cuestionar el mito del triunfo de Bolsonaro, presuntamente logrado vía uasap.

Escribí también párrafos elogiando lo bien que se estaba manejando Alberto Fernández ya en campaña, con CFK necesariamente en un segundo plano. Escribí que venía buena y sensata la campaña del Frente, basada -según prescriben los manuales- en unas pocas ideas-fuerza, y amabilidad versus la polarización odiosa instalada por el oficialismo. Me equivoqué fiero cuando hablé de la cohesión de la campaña macrista porque entre desventura y desventura esa campaña terminó estallando en mil modos contradictorios -tal como Macri luego de las PASO- hasta llegar al show de Lavonne Smithorsmith, la morocha de Hurlingham.

En ese texto o el siguiente registré un cambio de clima en muchos programas periodísticos: desde Corea del Medio a los otros espacios ruidosos de media tarde, Fantino, Maxi Montenegro, Intrusos, Polémica en el bar. Mitos: lo que ahora todo el mundo llama panquequeada de periodistas no sucedió a partir del resultado del domingo, venía de un año antes y más. No con Lanata, no con Majul, no en Clarín y La Nación. Pero sí en muchos otros espacios televisivos y radiales. Habíamos anotado también el liderazgo de la señal de C5N como síntoma o termómetro social a tener en cuenta.

En las últimas semanas previas a las elecciones comencé a sentir un cierto optimismo electoral, haciendo cuentas, tomando en cuenta como cualquier hijo de vecino lo que todos sabíamos y lo que Horacio Verbitsky dijo con mucha mayor convicción: que los efectos deletéreos de las políticas del gobierno finalmente iban a hacerse sentir en las urnas. De modo tal que podemos ir diciendo que la sorpresa no debió ser tan sorpresa, sí la distancia entre los candidato.

Voto reprimido, jugar callando

En la calle, mientras tanto, cuando uno provocaba al prójimo con chistes u ocurrencias para conocer el voto, se topaba con silencio, incomodidad, miedo a opinar. Aun así se intuía que la tristeza, el desánimo y la anomia se estaba convirtiendo en bronca contra Macri. Para lo que finalmente sucedió con todos esos callados que no votaron a Macri se supone que ha de emplearse la fea expresión “voto vergonzante”. Pero es que fue vergonzante porque la presión psicotizante de la época macrista mantenía a muchos votantes en el placard, no fuera cosa de que los miraran mal.

Quedan por revisar las encuestas, finalmente, y las quejas sobre su fracaso. Fácil también reírse de los encuestadores. Algunos de ellos admitían durante la campaña que les estaba resultando muy difícil encontrar respuestas firmes sobre intención de voto. Algún consultor dijo que se necesitaban cuatro intentos para que un ciudadano opinara, casi como confesando su voto. Se volvió a hablar también de las limitaciones técnicas de ciertas encuestas, la gran mayoría, el uso del teléfono fijo versus las presenciales, un clásico conocido. Hubo también la encuesta de Celag (la última fue del 1° de agosto, con 2000 casos presenciales) revelada entre otros espacios en C5N, que daba once puntos de diferencia, 42,5 a 33,4. Mucho antes, entre junio y julio, un estudio de Hugo Haime hablaba de 44 a 34,7. Todos dijeron que luego Macri recuperó, cosa que resultó muy parcialmente cierta. Hubo otro trabajo realizado por el sindicato de Sanidad, originalísimo, con un universo de nada menos que 25 mil trabajadores del sector: dio casi exactamente los números del domingo.

¿Sorpresa?

Había también encuestas optimistas del Frente de Todos que no se difundieron por una cuestión de prudencia. Sumando y descartando las encuestas truchas, forzadas (incluyendo la de un fondo de inversión brasileño varias veces mencionada en Clarín) resulta literalmente imposible que el Gobierno y sus equipos de campaña, realmente sofisticados aunque desorientados, no conocieran al menos la línea gruesa de los números. Si no los conocieron los cuadros altos o medios o las bases de ex Cambiemos es porque deliberadamente se les escondieron los datos.

Llegó el domingo. Los primeros boca de urna tanto del oficialismo como del Frente de Todos, los de las 12 hs, también daban una ventaja considerable. El Frente prefirió comunicar con discreción, tal como fue sensata y prudente la campaña. Si finalmente el resultado sorprendió y recontra bajoneó a Macri y su banda -volvemos a la hipótesis inicial- fue por psicosis pura, habían perdido todo registro de la realidad. Se creyeron lo que necesitaban creer, la culpa del fracaso fue de los otros, los bárbaros incorregibles. Retomaremos esto al final.

Como síntesis de nuestros propios sentimientos y racionalizaciones contradictorias, días antes de las elecciones, 7 de agosto, posteé un cartelito que decía: “Tengo una angustia grave devenida de cierto optimismo electoral. Ayuda”. Mucha gente del palo se rio y dijo sentirse identificada con ese sentimiento -de nuevo- esquizoide. Es que ya comenzaba a sentirse más esperanza en las redes, en un rango de antimacrismo generoso y variado que excede a una categoría que desde unas cuantas semanas está en suspenso: kirchnerismo. Sufríamos días antes de las elecciones un raro síndrome de Estocolmo. ¿Por qué? Sigue la hipótesis: porque esta gente, esta cosa, el monstruoso Gran Hermano macrista, con sus encuestas truchas en Clarín, con sus redes de uasap, su microsegmentación, su big data, su despliegue de presuntos saberes y poderes, nos había debilitado, nos había asustado con su capacidad de daño y de castigo, nos había casi traumado al punto de no permitirnos creer en nuestras propias cavilaciones o intuiciones.

Retomamos entonces aquel acting de Macri y Vidal en escenario de 360 grados. El psicópata termina convencido de lo que cree o dice. Pero también contagia, convence a los otros, a nosotros mismos, enfermando, haciendo daño, desarmando.

El extravío de HAL 9000

Reducir lo sucedido con la previa y la post electoral a un asunto de psicosis o neurociencias por supuesto es una enorme exageración. Pero también una aproximación posible sobre lo que vivimos y sufrimos. Sin embargo repasemos cuánta locura acumulamos y seguimos acumulando. Ejemplo: aquellos dos o tres días divertidísimos en la que la Hal 9000 de ex Cambiemos entró en modo borrachera y aparecieron las Lavonne Smithorsmith y sus caricias significativas. La realidad superó la ficción de una sátira posible sobre la política moderna. Al menos nos reímos mucho en las redes.

Pasado el domingo, Macri y macrismo permanecieron en modo locura, ya se sabe, y seguirán así porque no parece que se les pueda dar el alta.

Ahí la tuvimos a Carrió denunciando fraude a manos del narcotráfico. A los Defensores del Cambio o los trolls gritando también “¡fraude!” en las redes y hasta denunciando a TN y a todo el periodismo por darse vuelta luego de los comicios. Marcospeñismo puro o psicosis. Pero muchos de ellos se la creen. Se la siguen creyendo. Amenazan con irse del país, algo que nunca harán. En cuanto al odio expresado por Macri el día lunes, es buenísima la frase de Capusotto: se creen los dueños de un país al que detestan.

La locura, en su forma de psicopatía, no cesa. Ahí está el último acto de Macri y el macrismo en el CCK.

Esta  vez -otro cambio vertiginoso en los modos y la puesta en escena- la mayor parte de la platea estaba vestida no de cheto informal o camisa celeste sino de traje y corbata. Lo mismo Macri: traje precioso y corbata, no el look casual con sweater y pantalón ajustado. Saludando como un triunfador. Todo muy motivacional. Mariu emocionada y sensible como nunca.

Psicosis, esquizofrenia, psicopatía con el cierre a cargo de la siempre discutida locura destructiva de Carrió. Síntesis sobre esa bruja: sí, está loca. Pero hay locos buenos y locos malos; ella es de los peores. Lo más loquísimo de todo es que se la sigue mencionando como a una líder política. Lo más loquísimo aun es que la loca le habla a la platea de los trajeados y las bien vestidas derramando insania, delirio, violencias y crueldades. Loca -con el acento agresivo de una señora grande con problemas de alcoholismo- aplaudida por los modernos racionales que saben hacia dónde va el mundo, tan superiores al gronchaje. Esquizoide también la secuencia porque hubo aplausos como de etiqueta, sin acompañamiento de gestos faciales, es decir de verdadero entusiasmo.

Alguna vez escribí que lo peor que hacen los medios no es tanto omitir, mentir, manipular o intentar inyectar dosis sistemáticas de neoliberalismo. Lo peor que hacen es intoxicarnos, enfermarnos. Lo mismo sucede con lo que acaba, la época macrista, que nos deja además pulverizados, empobrecidos, endeudados.

No solo vamos a necesitar un buen gobierno para volver a salir apenas del infierno al purgatorio. Vamos a necesitar terapia. Esperemos que no medicación.

Pos Data. A propósito, ¿qué es un psicópata? Respuesta tomada de una página de psicología la web:

“Recibe el nombre de psicopatía una condición en la que las personas manifiestan una destacable falta o ausencia de empatía, desapego emocional, ausencia de culpa e insensibilidad a las necesidades y sentimientos ajenos, tendencia a la mentira y al engaño, así como a la consecución de su propia gratificación independientemente de sus consecuencias, inestabilidad, estilo de vida parasitario con su entorno, impulsividad, irresponsabilidad, incapacidad para seguir y mantener un plan de vida, poco control conductual y poco respeto por las normas sociales”.

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