Usado maliciosamente como personaje oculto en una nota anterior por Eduardo Blaustein, el periodista y poeta Daniel Riera le responde unas cuantas cositas y le avisa a los amantes del contrapeso exquisito que los espera en la esquina.
Leo un artículo del amigo Eduardo Blaustein cuyo título es “Sectarios, narcisistas y odiadores” en el cual me ha tocado en suerte un personaje: soy el autor de los chats privados referidos en su nota. El texto puede leerse aquí.
Soy el que le dijo “Breve adelanto: Fulano, Mengano, sociólogo Sutano, en menor medida Equis Periodista Mexicana, me parecen unos boludazos, y unos boludazos a menudo peligrosos. Gente que tiene miedo de ensuciarse y que por lo tanto no se anima a denunciar la barbarie por sí misma sin apuntar que lo anterior era más o menos lo mismo. El tipo de denuncistas que requieren un contrapeso para hacer sus críticas me parece básicamente deshonesto”.
Soy quien también le dijo luego:
“Querido: Fulano es un pelotudo. Vos estabas arrepentido de lo que le dijiste porque sos buena gente, pero vos sabés que no es momento para pelotudos. A mí, confieso, me desespera un poco que haya gente que vea las cosas de una manera tan… ¿té con leche?… en un momento tan tremendo. Y cuando son periodistas, claro está, me jode mucho más. Yo no les pido que sean peronistas, sólo que no sean boludos”.
Soy, por último, el autor de un posteo al que alude pero no cita (tampoco es que valga la pena), que dio lugar a los chats otrora privados y ahora semipúblicos y finalmente a la nota del amigo Blaustein. Y, como sobrevuelo tanto desde el anonimato su nota, me siento en la necesidad de dar una respuesta bien personal. Por las dudas, aclaro que no hablaba de Berco ni de Zloto ni de María O’Donnell y que estaba pensando en otra gente y que no me pidan que haga nombres, ya está. Me cae bien Berco, solía caerme bien Zloto (desconocía la anécdota del tuit sobre los empleados que sobraban en Télam: me parece una horrorosa agachada en el momento menos indicado), me cae súper bien María (le tengo mucho cariño, se ha portado bien conmigo, ni ganas tengo de analizar sus tomas de posición, me consta en todo caso que es buena gente y una periodista honesta).
Coincido con varias de las cuestiones que enuncia Eduardo: no tengo nada per se contra los que enuncia como “personas que se consideran de izquierda, o profundamente progresistas y democráticos, o que se han definido públicamente como profesantes de un liberalismo político del piola, con toques estatistas en cuanto a la cuestión económica y social”.
No puedo tener nada, de hecho, porque es más o menos eso lo que he sido la mayor parte de mi vida y ya no soy, en parte porque Néstor y Cristina me hicieron leer -y sobre todo me hicieron vivir- a Perón, en parte porque Macri.
Quiero decir, hay un presidente y una presidenta, casualmente marido y mujer, que ponen en práctica el peronismo en este siglo y ponen en acción una serie de ideas en las que reconozco lo mejor de la tradición histórica del peronismo con un toque de derechos humanos y otro poco de derechos civiles. Y luego de eso, lo que viene es una atrocidad que apenas me animo a nombrar: el programa de las botas pero por los votos, una síntesis fatal de endeudamiento externo, fuga de capitales y transferencia de ingresos. Un paso atrás gravísimo.
Y entonces creo (y esto es personal, no le pido a nadie que crea lo mismo) que no hice lo suficiente para defender lo que teníamos y que esos valores, esas ideas que se reúnen en la frase “La Patria es el otro”, posibilitaban una vida más feliz para casi todos. Y entonces la militancia en una organización llamada, justamente, Peronismo Militante: desde lo colectivo, para luchar contra el destrozo, reconstruir apenas se pueda lo que hoy están destruyendo, evitar que vuelvan a destruirlo; desde lo personal, para evitar volverme loco, encontrar compañeros y compañeras en una misma sintonía, articular juntos. Vivo, a los 40 y pico, el mismo proceso que vivieron muchos pibes a los 20: la mayoría de mis compañeros son bastante más jóvenes que yo. La posición del librepensador medio bananita que apoyaba lo que le parecía bien y criticaba lo que le parecía mal me empezó a resultar incómoda de tan cómoda. Hablo desde un lugar de pertenencia y si tengo que pegarle a los propios lo hago desde adentro, entre compañeros: he dejado de ser como aquellos muppets del palco. Pero no le pido a nadie que sea como yo.
Lo que no me banco es el sonlomismismo, lo siento, no puedo, no. El amigo Blaustein me atribuye la invención del término, tal vez porque lo uso mucho, más de lo que desearía. Me hubiera encantado, pero no fui yo: hasta donde sé, es un invento genial del humorista Daniel Paz, que define con bastante precisión a una corriente de pensamiento (por llamarla de algún modo) que considera que es más o menos lo mismo pagar un 1800 por ciento más o un 1800 por ciento menos las tarifas de los servicios públicos, que es más o menos lo mismo el dólar a 10 pesos que a 30, que es más o menos lo mismo la moratoria previsional que la reforma previsional, que es más o menos lo mismo endeudarse que desendeudarse, que es más o menos lo mismo ampliar derechos que perder los que tenías. Como no se atreven a enunciarlo de ese modo, lo que hacen es quejarse con contrapeso, no sea cosa que se los vayan a confundir. Casi nunca pueden hablar de Macri o de Vidal sin nombrar al peronismo en general y al kirchnerismo en particular: se sienten en la necesidad de decir que Cristina, que Kiciloff, que Berni, que (¡horror de horrores!) Guillermo Moreno, que la mar en coche, de aclarar que ellos tampoco, no, eh, no sea cosa que…
Quédense tranquilos, chiquis. Nadie los va a confundir. No tengan miedo.
En las redes me cruzo de tanto en tanto con algunos de estos personajes, a menudo colegas. Deslizo una ideíta como para dejar en claro mi incomodidad, no me enrosco demasiado, no la sigo for ever, ya no. Pero tampoco se las dejo pasar.
Y vuelvo a repetirlo: no le pido a nadie que sea peronista. Lo que les pido es que -si realmente les preocupa el desastre que están haciendo Macri y los suyos- no sean boludos. No me parece justa ni razonable ni intelectualmente honesta ninguna clase de equiparación entre un gobierno que procuró que los laburantes vivieran un poco mejor cada día y otro que hace lo posible por hacerlos mierda. Si no podemos acordar que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, pues no veo cómo seguir adelante en debate alguno. Se requiere un marco de coincidencias mínimas como para conversar con alguien sobre algún tema. Si no, se hace complicado. Si vas a sonlomismearla, no me pidas que te tome demasiado en serio, y mucho, muchísimo menos, que cuente con vos para el día en que intentemos sacar a Macri a votazos.