Duro golpe para un gobierno debilitado por sus propios errores y por postular un ecumenismo ingenuo en una sociedad desigual y conflictiva- El tema es cómo revertir a futuro.
Que un gobierno pierda semejante porcentaje de su caudal electoral en poco menos de dos años no es algo común y resulta muy difícil de explicar, Aquí algunas hipótesis escritas al calor de lo inesperado,
Cuando Néstor y Cristina perdieron las elecciones de medio término les ocurrió estando a la cabeza de gobiernos sólidos, bien plantados. Eso no implica desconocer las dificultades, los errores y las crisis. La derrota no fue causa ni consecuencia de una pérdida de autoridad. La siguieron ejerciendo manteniendo o cambiando el rumbo. Porque el poder no es solo una suma de decisiones más o menos felices sino una imagen. El poder debe emanar de quien lo ejerce.
Desde el mismo comienzo de su gobierno y en aras de la decisión utópica e irreal de ser el presidente que terminara con la grieta, Alberto Fernández fue entregando jirones de autoridad. Ya desde el primer día cuando durante la asunción recibe a Macri con un beso. No hacía falta llegar al desdén de Cristina pero con un apretón de manos alcanzaba. Esa fantasía recorrió muchos de sus actos de gobierno, desde los más nimios como llamar Héctor a Magnetto, o referirse a su “amigo Horacio”. También en reuniones con empresarios y sindicalistas siempre en busca de la concordia entre clases sociales y espacios económicos.
También resignó autoridad al dar entrevistas casi cotidianas a medios amigos y enemigos. El poder de un presidente implica un grado importante de inaccesibilidad. No puede estar disponible ni sus datos personales ser casi del dominio público (una vez le dijo a Morales Solá, “me celular lo tiene todo el mundo”). Esa disponibilidad tiempo completo tiene como consecuencia una devaluación de la propia palabra y obliga muchas veces a estar a la defensiva, cuando no es su función explicar los actos de gobierno a quien lo requiera. Hay espacios institucionales para eso. Lo mismo puede decirse del abuso del tuit para comentar lo que sea. Como si hubiera una frontera muy borrosa entre lo público y lo privado que termina de quebrarse por completo con la fiesta de cumpleaños de Fabiola. Ya volveremos sobre eso. Lo cierto es que, para bien o para mal, las decisiones del poder se toman a puertas cerradas.
Ese desplazamiento errático entre lo público y lo privado tiene su eclosión en las fotos y filmaciones del cumpleaños de Fabiola, celebrado en medio de lo más duro de la pandemia. Acá no había posibilidad alguna de desplazar culpas y echar funcionarios como sucedió con el llamado Vacunatorio VIP. La responsabilidad fue toda del presidente. Por partida doble, el hecho en sí y, además un `pecado de ingenuidad no admisible en política.
Sin dudas, el Frente de Todos recibió un país en ruinas a lo que sumó la pandemia lo que presenta un escenario muy complicado para poder gobernar. Es verdad que el Covid introduce una atmósfera de miedo, donde hay terror a perderlo todo (de allí que hayan tenido cierta aceptación absurdos como la pronta llegada del comunismo o el inevitable destino de ser Venezuela o Cuba). Tampoco se encontraron las armas para combatir adecuadamente la inflación.
Podría apelarse al latiguillo victorhuguesco de la prensa enemiga, con Magnetto a la cabeza. No hay rastros de que allí puedan encontrarse muchas explicaciones, pero sí hacerse preguntas sobre la eficacia de la prensa afín al oficialismo empeñada en seguir hablando en exclusiva de los chanchullos del macrismo, como si no hubiera otras cuestiones más actuales sobre las que profundizar e investigar.
Pero si el presente es desolador, el problema es cómo seguir a futuro. Hay alguna probabilidad de que las legislativas se mejoren las cifras. El tema es cómo se sigue de aquí en más para asumir el poder y no dejárselo servido a una oposición que gana por descarte y no por proyecto.