Nada estaba muy tranquilo pero Cristina sacudió todo una vez más con una declaración pública cuyos motivos e intenciones todavía no quedan claras y que implica serios riesgos.
Empecemos por aquello que se puede responder con bastante certeza: ¿a quién se carga? A Juan Pablo Biondi, el vocero presidencial al que no solo descalifica por su no desempeño en su puesto sino al que acusa directamente de operar en su contra.
A Santiago Cafiero convertido en moneda devaluada a la que se quiere cambiar, por Wado de Pedro (de acuerdo a AF) o por Manzur, a propuesta de Cristina. Un poco esto salpica a de Pedro a quien ella desrrecomienda.
A Martín Guzmán, aunque no tan directamente, por la alta subejecución del presupuesto.
Hasta aquí, todo claro. Pero, ¿está Alberto en la mira también? En este punto, la cosa se complica. Es como una inversión, ahora sería: “Con Alberto no alcanza, sin Alberto no se puede”. ¿Qué hacer entonces con Alberto? Tres propuestas trae la carta: apoyarlo (más de una vez para que no queden dudas), quejarse de sus actitudes hacia ella y emplazarlo a cambiar. Aparentemente, mientras esto se escribe se estaría armando un nuevo gabinete, definido como “de equilibrio”.
Lecturas posibles de acuerdo a las tres actitudes. Quejarse de que las cosas no funcionan en proporción al caudal electoral que ella aportó al triunfo de 2019. Es decir, que más allá de cuestiones de nombres, no se está cumpliendo con el proyecto que llevó al poder a Alberto Fernández, del cual ella se considera garante y resguardo. Ella lo eligió, como se ocupa de remarcar. Y de paso subraya dos formas de la militancia; la que se basa en datos y análisis y la que se guía por las encuestas. Algo que se parece a una advertencia que alguna vez le hizo a Alberto en público, que no se ocupara tanto de los medios. Finalmente, lo del respaldo queda sujeto a que se cumplan los objetivos que dieron nacimiento al FdT. Acá la cosa recorre el delgado hilo entre la presión y la amenaza. Tanto que ella misma se percata de ello y se apura a aclarar que ella no será Cobos. No habrá abandono, al menos por ahora, del barco, actitud que reclama una parte del kirchnerismo, algo que queda claro en el audio de Fernanda Vallejos
En otra nota de hoy en Socompa, Eduardo Blaustein se ocupa –y muy bien- de la decisión de CFK de hacer pública la carta. Sea como fuere, la carta ya está y va a ser una guía para interpretar lo que suceda de aquí en más. Solo cabe especular sobre las intenciones de CFK, que no suele caer en arrebatos para que se la lea como un ataque de furia. Es algo pensado, aunque escrito en su habitual estilo pasional. O cree que es la única manera de hacer que el gobierno cambie un rumbo que, para ella, lleva a un inevitable fracaso, en principio electoral, que puede desembocar en una pérdida de identidad de la coalición. O piensa que no hay otra forma de recuperar espacio en las decisiones de Alberto. En ese sentido parecen ir las quejas por el hecho de que las reuniones en Olivos fueran mayormente solicitadas por ella. Finalmente, poner de manifiesto y a luz del día, que hay dentro del Frente de Todos dos proyectos –que pasan básicamente por lo económico, pero no únicamente–que no van por el mismo rumbo. Y la apuesta pasaría para que ese debate no quedara reducido a una interna. Tal vez hubiera sido una buena decisión usar las PASO para dirimir esas diferencias.
El riesgo de esta movida es el debilitamiento del gobierno, que se acentuaría ante la muy previsible derrota de noviembre, cuando aún queden dos años en el poder. Ese efecto podría darse en cascada con una fractura del peronismo y un aislamiento del kirchnerismo, todo lo cual allanaría el camino para el regreso del neoliberalismo al poder.
La consecuencia inmediata –habrá que ver si es positiva o no- es colocar en un centro excluyente, político y mediático, al Frente de Todos, borrando por completo a la oposición.
Por ahora, todo queda en suspenso, pero suena preocupante. Pero, no como sucede en Suiza, los argentos nos divertimos preocupándonos.