Querella criminal contra Macri & Asociados por el préstamo del FMI. Mayor frontalidad contra los discursos odiosos de la derecha. Reafirmación de los proyectos de reforma en el Poder Judicial. Promesa de dureza en la negociación con el Fondo. Cierta vaguedad en los temas económicas. Por momentos, AF se pareció más a CFK que a su perro Dylan.

Aunque calmo en la lectura, como ya se lo conoce, y hasta algo monocorde, el discurso presidencial de apertura de las sesiones legislativas contuvo una cierta novedad política, una reafirmación en las propias convicciones del proyecto político del Frente de Todos a través de un endurecimiento en el discurso institucional. Alberto Fernández, como regla general, venía apostando a la Gran Dylan (su perro, más bueno que Lassie, como dijo de sí mismo hace añares José Luis Manzano). Venía evitando el ladrido, no tanto en las intervenciones ante los medios. No es que haya exactamente ladrado, pero sí esta vez confrontó muy fuerte contra los discursos del odio. Los discursos y acciones de la oposición, los anticuarentena, los medios del poder concentrado. Escoger esta nueva dureza puede darle al Presidente y a su gobierno lo que en el box solía llamarse un cambio de oxígeno.

No es para nada curioso que, aunque AF llamó a “enterrar el odio”, Mario Negri lo haya increpado, aunque otros dicen que fue Fernando Iglesias, solo para volver a exhibir su adicción al protagonismo. Mientras Alberto hablaba, el título principal de La Nación fue puro y sensacional antiperiodismo. El diario antepuso el chateo de sus periodistas nada menos que al discurso institucional del Presidente, cosa de medio amordazarlo. Napoleón: cuando vos vas, nosotros vinimos, podría decir la cúpula directiva del diario.

Fernández largó fuerte en la introducción al referir a la llegada al Gobierno y a la pandemia con una sociedad “debilitada por el hambre y la pobreza, una economía escuálida y endeudada como antes jamás lo había estado, un sistema de salud quebrado que mantenía cerrado hospitales, dejaba vencer vacunas y permitía pasivamente la diseminación de enfermedades que creíamos retiradas. Debíamos enfrentar el incendio sabiendo que otros habían terminado con el agua”.

Apenas estallada la pandemia -dijo- “cualquier razón se volvió válida para incitar banderazos y romper el protocolo impuesto con la sola idea de deteriorar la credibilidad de un gobierno que solo buscaba preservar la salud del pueblo.” Agregó: “La pirotecnia verbal solo nos aturde y confunde. A lo largo de este año algunos sectores se han esforzado por generar incertidumbre y desánimo lanzando petardos cargados de falacias”. Bonita frase, algo balbiniana.

Dijo más: “Cuando debimos aislarnos en nuestras casas para recuperar los hospitales públicos que habían sido abandonados, firmaron solicitadas acusándonos de haber impuesto una ‘infectadura’. Muchos blasfemaron contra la vacuna elaborada por el Instituto Gamaleya. ‘Que se la apliquen sus votantes’, bramaba uno de ellos. Otros nos acusaron penalmente por envenenar a la población. Al poco tiempo, alzaron sus dedos acusadores con que el supuesto veneno que suministrábamos era insuficiente”. 

Fantasma de Cristina, voy a evocarte

Los columnistas de la derecha bien podrán decir que el espíritu satánico de la vicepresidenta se posesionó del alma presidencial cuando Fernández dijo, claro, con su prudencia habitual y con una onda me hago el tontito: “También albergo el deseo de que quienes tras el disfraz de la objetividad escriben preservando intereses de poderes económicos concentrados, adviertan el daño que están haciendo en la misma sociedad en que dicen querer desarrollarse”. Casi como si emitiera Radio Cámpora prometió no dejarse “aturdir con críticas maliciosas que responden a intereses inconfesables de poderes económicos concentrados que buscan sembrar la fractura, la polarización y la discordia entre el pueblo”. Intereses inconfesables suena viejardo. Pero no deja de ser una señal para la tropa más K y otra hacia afuera también: no les tenemos miedo.

En una línea también cristinoide, o como haciendo propia ciertas intervenciones públicas recientes y célebres de CFK, el Presidente insistió en la idea de que “ninguna sociedad crece empobreciendo los salarios. El diálogo va a contribuir en el proceso de desinflación (…) Es necesario que el salario le gane a la inflación”. El problema del párrafo es que la faltaron precisiones, medidas, modos concretos de intervención estatal a los que aludió, reivindicándolos, pero con escasa definición.

Fue más fácil –y necesario- revisar alguna cosa. Por ejemplo, cuando AF habló de la renegociación de parte de la deuda. “Hemos logrado la renegociación con un gran respaldo. El ahorro fue de 34.000 millones de dólares en el período 2020-2030”. No esquivó el desastre, al que de algún modo resumió en este párrafo: “Durante el primer trimestre de 2020 la pobreza aumentó de 35,5 a 40,9. Es una situación grave que vamos a revertir.”

A favor, el Presidente dijo que en 2020 la inflación se redujo 18 puntos, con pronóstico reservado. Hacia adelante, además de mencionar la reactivación de mil obras públicas en ejecución en el país, AF anunció que este año se destinará un 2,2% del PBI al impulso de la obra pública, el doble de la proporción de 2019. Reseñó también proyectos de ley relacionados con la reactivación industrial: desde laboratorios medicinales nacionales a electromovilidad, industria del cannabis, mejores sistemas de compras de alimentos y los siempre aludidos proyectos de ley para agregar valor a exportaciones o el desarrollo de recursos hidrocarburíferos.

Con relación a algo más urgente, el cuidado del bolsillo popular versus los abusos de las empresas de energía, Alberto Fernández dijo: “El aumento de las tarifas de luz y gas se convirtió (en años de Macri) en un martirio para los argentinos. Las empresas y distribuidores obtuvieron cuantiosas ganancias (…) sin que el Estado les exigiera un plan de inversiones”. Ahí vino el anuncio: “Llega el momento de regularizar el sistema tarifario que estuvo congelado todo este tiempo. Las tarifas deben corresponderse con las necesidades y capacidades de nuestra gente (…) La incertidumbre de no saber cuánto va a llegar de luz y gas, ha llegado a su fin. Enviaré al Congreso un proyecto de ley que declare la emergencia de servicios públicos con el objeto de desdolarizarlos definitivamente y adecuarlos a los ingresos en pesos”.

Dios lo y nos ampare.

Nuestra marcha es con querellas

A los diarios de la derecha se les hizo complicadito titular con el remate del análisis presidencial sobre la deuda monstruosa contraída con el FMI y el remate de ese repaso: una querella judicial que para decirlo rápido irá contra Mauricio Macri por su responsabilidad en el asunto. Empezó así: “El Gobierno que me precedió solicitó el préstamo más grande del FMI. Los 44 mil millones de dólares recibidos se esfumaron antes de que asumiéramos (…) A una Argentina en default, el Fondo le otorgó un préstamo de 55 mil millones de dólares, el más alto de su historia. De esa cifra se desembolsaron 44 mil millones de dólares que solo sirvieron para facilitar la salida al mercado financiero argentino de capitales especulativos con la absoluta anuencia de las autoridades de entonces”.

Foto: Franco Fafasuli- Infobae

AF volvió a recordar inmediatamente lo conocido por no tantos: “Sabemos por boca del mismísimo presidente del BID que en sus días de director del FMI impulsó el otorgamiento de semejante crédito para favorecer al entonces presidente Macri en la búsqueda de su reelección”. Hasta que llegó el momento bonito: “Para que pongamos fin a las aventuras de hipotecar el país es necesario que endeudar no sea gratis (…) por eso he instruido a las autoridades permanentes a que inicien una querella criminal para determinar quiénes han sido los autores y partícipes de la mayor administración fraudulenta y mayor malversación de caudales que nuestra memoria recuerda”.

De cara a las negociaciones con el Fondo, Fernández prometió: “No va a haber ningún ajuste que caiga sobre las espaldas de nuestro pueblo (…) No hay más lugar para ajustes recesivos. El acuerdo será enviado al Congreso Nacional. Esto permitirá que nunca más el Poder Ejecutivo pueda endeudar al pueblo a sus espaldas”.

 ¡Embate contra la Justicia!

Fernández otra vez fue enfático al referirse largamente al Poder Judicial. “El Poder Judicial de la Nación está en crisis. Es el único poder que pareciera vivir en las márgenes del sistema republicano (frase fuerte, che). Sus miembros disfrutan de privilegios de los que no goza ningún miembro de la sociedad (…) En el caso de los miembros de la Corte Suprema, acceder a la declaración jurada de sus bienes es virtualmente imposible. La relación corporativa que los vincula ha permitido que muchos de ellos permanezcan en sus cargos más allá del tope de edad que la Constitución impone”.

Fernández/Dylan optó por no mencionar el apellido Stornelli cuando recordó que “En la Argentina de hoy hay un fiscal procesado por delitos tan severos como el espionaje ilegal de ciudadanos o el de extorsión que sigue en funciones como si nada de esto lo afectara. A él no se le aplica la doctrina que recomendaba la detención preventiva de personas cuando su poder residual pudiera afectar la investigación”. Aplausos de la tropa propia.

Luego sentenció: “Vivimos tiempo de judicialización de la política y de politización de la justicia. Elevé hace un año un proyecto de ley para que se reforme el fuero federal. Espero que obtenga la sanción total. También sería importante que se trate el proyecto para designar al Procurador. Espero que se trate”. Anunció también un proyecto de ley para reconstruir el Consejo de la Magistratura y “despolitizarlo”.

Dedicó un párrafo interesante al tema seguridad. Fue cuando dijo “las fuerzas federales tienen funciones claramente establecidas. No serán utilizadas para carreras políticas ni espectáculos mediáticos”. Puede que estuviera pensando en Patricia Bullrich y sus clones y parientes. Seguramente Sergio Berni, que la viene jugando tan callando, diría el poeta, también lo estaba escuchando.