El triunfo de Cambiemos a nivel nacional inicia la cuarta experiencia hegemónica desde la recuperación de la democracia en diciembre de 1983. Un mapa de aciertos y errores que configuraron un resultado que, además, desnuda una crisis del peronismo mucho más grave que la posterior a la derrota electoral de Ítalo Luder frente a Raúl Alfonsín.
Asistimos al nacimiento de la cuarta experiencia hegemónica en democracia. Primero tuvimos a Alfonsín, después a Menem y luego vino el kirchnerismo. La UCR arrasó en el 85 con guarismos mejores que los del 83, Menem se llevó puesta a la oposición en el 91 y el 93 y luego fue reelecto, y Kirchner ganó por paliza en 2005, con el revival de Cristina en 2011. Con la victoria de esta noche, Cambiemos consigue un triunfo de una magnitud comparable a la victoria radical del 85: gana una fuerza no peronista y en provincias consideradas bastiones del justicialismo, como las del norte, con el plus de haber ganado en los seis principales distritos.
– Esta victoria, ante un peronismo que queda acéfalo, es más relevante incluso que la del 85. Porque en esa elección se dirimió una interna peronista: Cafiero terminó con la ortodoxia de Herminio y los renovadores se posicionaron como oposición. Acá no asoma algo así.
– La derrota de Cristina, aunque sea por sólo cuatro puntos, la deja muy mal parada para lo que se viene, y va a pagar los platos rotos de sus errores de campaña. El diario del lunes confirma que fue un enorme desacierto no competir en las PASO con Randazzo. La construcción de Unidad Ciudadana (lo que equivale a decir su portazo al PJ) fue un salto al vacío, sin red, y esta derrota lo confirma. Va camino de tener un monobloque en el Senado, aislada del peronismo. Y la fuerza antes conocida como Frente para la Victoria es un partido provincial, o peor: limitado a la Tercera Sección Electoral, en un mapa casi teñido de amarillo. Corre el riesgo de que le pase como a Frondizi: la partición del radicalismo lo dejó afuera, y en el llano prefirió armar el MID. Unidad Ciudadana puede ser al peronismo lo que el MID a los radicales a comienzos de los 70, una segunda marca.
– Es cierto que se sacó de encima a varios impresentables como Aníbal Fernández y Luis D´Elía, pero el recambio dejó mucho que desear. Fernanda Vallejos era bastante limitada como abonada a 678, no se podía esperar mucho como cabeza de lista, con un corte de boleta que la dejó más lejos de Graciela Ocaña que Cristina de Esteban Bullrich. Si se apuesta a la endogamia, con cantitos anclados en 2011 (“los pibes para la liberación” y “el que no salta es de Clarín” se escucharon en el búnker de Sarandí) van a predicar en el desierto solamente para los convencidos. Así no se construye.
– Carrió apenas movió el amperímetro en Capital respecto de las PASO después de las barbaridades que dijo. No hubo castigo por ese lado, si bien la victoria estaba fuera de discusión. Bajo su ala llegan al Congreso dos energúmenos llamados Fernando Iglesias y Jorge Enríquez. Resta hacer el escrutinio definitivo, a falta de veinte urnas que no se contaron. Ojalá ese recuento permita la entrada de Marcelo Ramal en lugar del Torquemada Enríquez.
– Gran elección de la izquierda, metiendo dos diputados en la provincia, más las bancas en la Legislatura y un sprint final impresionante en Jujuy. El avance electoral, sumado a su presencia en muchas comisiones internas y en sindicatos, es una de las marcas de los últimos años y conviene resaltarlo.
– No sé si hay antecedentes en el mundo de una elección dada vuelta de la manera que lo hicieron los líderes de la rama exótica del peronismo en San Luis. También es de notar cómo remontó Cambiemos en La Rioja, donde Menem ganó por paliza en las PASO y ahora entra él solo al Senado.
– La debacle massista permite entender el triunfo de Cambiemos en la provincia. Ya no harán falta los votos renovadores en la Legislatura, lo cual le quita peso a nivel bonaerense, si bien pueden ser determinantes sus diputados en el Congreso.
– ¿Se acuerdan de la UCR? ¡Volvió en forma de figuritas! El partido más antiguo de la Argentina es socio de la alianza de gobierno. Pero es un socio minoritario, diluido a la par o, quizás por debajo, de la secta de Carrió y el PRO. En la Alianza 1.0 era el socio mayoritario. Hoy, 2001 mediante, es una federación de intendentes, ligados al ruralismo más cerrado, conservador, lejos de cualquier resabio alfonsinista. Lo que es peor, pierde su esencia de partido tradicional al ser subsumido por la concepción marketinera de la política que tienen Durán Barba y Peña. Presenciamos la mutación de las características esenciales de un partido nacional. Para peor: a la sombra de conservadores como aquellos que combatía Yrigoyen.
– De cara a 2019 nos acercamos a una elección como las de 1995, 2007 y 2011, con resultado casi puesto por ausencia de una construcción opositora. Macri podría renunciar a su reelección, fogonear a Vidal o Rodríguez Larreta y ganan con tranquilidad. El problema lo tiene el peronismo, que como nunca desde el 83 tiene por delante una elección presidencial corriendo muy de atrás. Vale decir: alguien va a tener que inmolarse como Massaccessi o Binner, salvo que la bomba de tiempo del endeudamiento explote dentro del próximo año y medio, cosa que no parece factible.
– Cambiemos puede postular dentro de dos años al Mago sin Dientes para Jefe de Gobierno y ganar en primera vuelta. Así de contundente después de la paliza en Capital, que consolida una mayoría absoluta en la Legislatura que permitirá grandes emprendimientos de tipo inmobiliario, esos que nunca le cuestionó el kirchnerismo cuando faltaban votos. Lo cual habla de lo que fue la oposición a nivel porteño.
– La Cristina ensoberbecida post-54 por ciento chicaneaba con lo de “Armen un partido y ganen una elección”, y Laclau lanzó aquello de que era más fácil que él llegase a emperador de Japón que Macri a presidente. Desde que Kirchner inventó la candidatura porteña de Filmus en 2007 se dedicaron a alimentar al monstruo. Néstor pensó que era negocio estimular algo a la derecha del Frente para la Victoria. Ahí están las consecuencias. La nueva (vieja) derecha argentina es un fenómeno singular en la Argentina: logró la hegemonía por las urnas y gana la batalla cultural en los medios, sin que se avizore una ruptura en la alianza mediática. Alfonsín tuvo los medios del Estado, Menem se las rebuscó con el intento del CEI para contrarrestar a Clarín, el kirchnerismo anduvo a los besos y abrazos con Magnetto y después armó un grupo de medios cuya implosión merece alguna autocrítica por la masacre laboral que produjo. Cambiemos hegemonizó el discurso y el manejo del caso Maldonado en relación a esta elección así lo demuestra.
– El proyecto hegemónico de la Argentina atendida por sus dueños en democracia es algo inédito. Si no era vía golpes de estado, era cooptando al peronismo con Menem y después con la Alianza. Cambiemos vendría a ser algo así como el Partido Popular español o la UDI chilena. Trata de poner en contexto una dictadura como hacen las derechas tributarias del franquismo y el pinochetismo, quiere una economía de mercado y es bastante puritano en cuanto a las cuestiones de moral. Si en estos dos años, habiendo llegado al gobierno en un ballotage que ganó por 600 mil votos, pudo hacer lo que hizo, y así y todo ganar de manera rotunda la elección de medio término, mejor ajustarse los cinturones para lo que se viene. Reforma laboral, emprendimientos inmobiliarios a gran escala, hostigamiento a medios y periodistas críticos, revisión negacionista del terrorismo de estado, avanzada contra Gils Carbó, sólo para mencionar algunos ítems. Del otro lado hay que construir casi desde cero, con política y quizás con poco rédito en el corto plazo. Uno preferiría algo progre, tampoco es difícil ponerse a la izquierda de estos tipos, que cuestione la fenomenal crisis de deuda que incubaron y, de ser posible, desduranbarbizando (perdón por el espantoso neologismo) el discurso político. Ellos criticaron la concepción de “relato”, pero oh casualidad, crearon su propio relato. Si billetera mata galán, la consigna debería ser que política pincha globo.