Cristina Fernández de Kirchner planteó una vuelta a la política, en contraposición al show mediático que se propone desde el oficialismo y habló de la situación económica, la necesidad de una oposición fuerte y la desaparición de Santiago Maldonado.
La ex presidenta de la Nación relanzó en su ciudad, La Plata, la campaña de cara a las elecciones legislativas de octubre, tras confirmarse que ganó las PASO en la provincia de Buenos Aires por un margen muy estrecho de votos.
En el Club Atenas de la ciudad de las diagonales la ex mandataria habló por espacio de 50 minutos, en el discurso más largo que dio desde que volvió al ruedo tras dejar el poder, en diciembre de 2015.
Un análisis superficial del discurso de CFK podría arrojar dos datos irrebatibles: se adjudicó el tirunfo en las elecciones y criticó la política económica del Gobierno.
En cambio, un análisis más en detalle nos indica que, una vez más, Cristina Fernández es quien organiza la política argentina, y más precisamente, quien organiza a la oposición. Sin atacar a nadie, sin nombrar adversarios, CFK y Unidad Ciudadana se plantan como la “verdadera” oposición al modelo de ajuste instrumentado por el gobierno de Cambiemos.
Está claro que el aval que recibió en las urnas, junto con la baja performance de Florencio Randazzo e incluso de Sergio Massa, quien se había plantado como la garantía para superar “la grieta”, posicionan a la candidata de Unidad Ciudadana como líder de la oposición.
Ahora bien, la fragmentación campea en este sector. Los opositores van desde la intransigente izquierda nucleada en el FIT y en otros partidos menores, incluida la fuerza de Luis Zamora en Capital Federal, hasta los más negociadores del ex Frente Renovador, hoy 1País, más proclives a no poner palos en la rueda e incluso votar junto con el gobierno algunas leyes clave, como el acuerdo con los fondos buitre.
Lo que Cristina planteó en La Plata es que hay una mayoría que votó por una oposición dura, con legisladores en el Senado y en Diputados que no le van a allanar el camino a las leyes que provengan del Ejecutivo.
Para fortalecer Unidad Ciudadana y la oposición al macrismo, la ex presidenta plantea un eje central: todos son militantes. Por eso Cristina convocó a una “campaña ciudadana”, el camino elegido, de paso, para evitar los medios de comunicación masivos, especialmente la televisión. Por eso es que se jactó, Cristina, de haber ganado una elección sin haber pisado un set de televisión.
Sabe que allí la están esperando, incluso en los últimos días ensayaron una operación mediática que decía que estaba negociando una entrevista son Susana Giménez. Finalmente, ayer la Su rechazó realizar una entrevista que, al parecer, nunca existió realmente.
Cristina no está en los medios, pero está. Está en la calle, en las fábricas, en las redes sociales, y en los militantes. La ex presidenta plantea una vuelta a la política, en contraposición al show mediático que se propone desde el oficialismo, que llegó al colmo de festejar un triunfo para la televisión, a sabiendas de que en el conteo final de votos iba a perder.
La estrategia de CFK no es mala, su elección en las PASO fue buena si tenemos en cuenta que arrancó con un techo muy negativo. Está perforando ese límite. Tal vez será hora de plantearse cómo convencer a aquellos que no la votaron pero que no encuentran en el Gobierno la salida y el cambio que esperaban.
No alcanza con el discurso. Y de eso parece haberse dado cuenta, Cristina Fernández. Se está adaptando a los nuevos tiempos. Le esperan momentos difíciles. La aparición del “arrepentido” ex supuesto dueño de Radio América y Tiempo Argentino, Martínez Rojas, habla de que las operaciones de prensa no cesarán y, por el contrario, se incrementarán.