El decreto para el bono deja más gente afuera que la que incluye. Al día siguiente de firmado, Dujovne celebra el mayor ajuste jamás contado. Con tal de quedar bien con el poder económico, el gobierno remienda a la marchanta lo que descose por vocación.

Toda una pieza el decreto que firmó Macri para el pago (o no pago) del bono de fin de año que incluye, además, las modalidades que deben tomar los despidos a partir de su vigencia. Por de pronto, tiene la rara cualidad de fijar una medida con más excepciones que reglas, que deja más gente afuera que la que abarca. Solamente cumplirían con lo que establece el decreto aquellas empresas que no “se encuentren especialmente en crisis o declinación productiva”. Por supuesto, no se explicitan cuáles serían las exigencias para que una empresa entre en esta categoría. ¿Qué es crisis? ¿Cuán tiempo de declinación productiva?

Por lo tanto, los trabajadores de estas empresas deben aceptar que la situación por la que dicen estar pasando sus patrones es una verdad a prueba de cualquier refutación.

También se relativiza el alcance de los 5.000 pesos que pueden aplicarse a futuros aumentos, por lo cual dejaría de ser un bono para transformarse en un anticipo a ser descontado una vez culminada la próxima paritaria. En este caso lo que hoy se presenta como una suma no contributiva, al transformarse un anticipo aportaría a cargas sociales. Un galimatías que se resolverá (o no) cuando llegue el momento. Que se suma a la indefinición por el tema impuesto a las ganancias.

Se aclara taxativamente que “quedan excluidos de los alcances del presente decreto los trabajadores del sector público nacional, provincial y municipal, cualquiera sea su modalidad de vinculación y/o el régimen laboral aplicable.”

Como esto difícilmente sea aceptado sin generar conflictos, hay como una continuidad del decreto por otros medios. El otorgamiento o no de los 5.000 se convierte en un rumor y una especulación mediáticos:  Rodríguez Larreta afirma no tener fondos para pagar el bono y Vidal no dice ni sí ni no, atenta a la conflictividad social en su provincia.

La mayoría de las provincias y municipios guardan un prudente silencio. Por supuesto, para los trabajadores informales y quienes cumplen con jornada laboral completa y cobran por factura (sucede en Clarín y en muchos otros lados) no habrá bono.

Trabajadores rurales y personal doméstico no van a cobrar los cinco mil pesos (unos 150 dólares).

Es difícil dar precisiones, pero un cálculo muy rápido revela que quienes van a percibir el bono en las condiciones que fija el decreto es una minoría bastante acotada.

Para decirlo rápidamente es el típico emparche que acostumbra Cambiemos. En definitiva, de lo que se trata, y en eso coinciden los deseos del gobierno y de la cúpula cegetista que no quiere olas, es de evitar un paro general, sobre todo en el marco de la cumbre del G-20.

Al día siguiente que se diera a conocer el decreto y en paralelo de la votación del presupuesto en el Senado, Dujovne salió a jugar a la sinceridad. Declaró: “En la Argentina nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno”, para luego congratularse: Más allá de haber recurrido a impuestos transitorios, es muy importante que no recurrimos a controles de capitales, cepos, confiscaciones ni represión financiera”.

Interesante el novedoso concepto de “represión financiera”, pero tiene el mérito de poner las cosas en claro. Cambiemos ha llevado las cosas a un punto donde ya no hace falta esconder demasiado. Traducido, no se va a obstaculizar la deriva del capital ni se van a afectar sus negocios, lo cual implica adherir al más ortodoxo ideario neoliberal que consiste en poner la política al servicio de los poderes económicos. Y aquí el macrismo tropieza con un problema insoluble: preside un país en el que la mayoría de la gente no forma parte del circuito financiero, especulador o agroexportador. Pero para convencer a estos grupos necesita armar simulacros en los que parezca que todo está bajo control. Por eso el apuro para que se apruebe el presupuesto (una forma de evidenciar la voluntad de ajuste ante el FMI). Y ahora la comedia del bono, como para que parezca que la paz social está garantizada. Como no es dueño del poder real, el gobierno se disfraza de poder y expande medidas chambonas para cubrir con actividad simulada lo que no se hace ni se está dispuesto a hacer. No son medidas chambonas por impericia sino porque las reglas de juego adoptadas no permiten hacer otra cosa.

Mientras tanto la miseria, que no es ningún juego, no se para con un bono.