Una lucha que se une a otras luchas, lejanas y cercanas en el tiempo, nuevas modalidades y los reclamos de siempre, la que sostiene que la educación es un derecho para todos y contra ese derecho no hay ajuste que valga.
Asambleas, tomas, clases públicas, comisiones, todo desemboca acá, en esta marcha que atraviesa vientos helados. Los latigazos de lluvia vuelven todo más difícil pero que al fin de cuentas son inútiles para detener el paso de las más 350 mil personas que avanzan y cantan por la universidad pública, por la transversalidad de un movimiento de resistencias que une a docentes y estudiantes ¿Cómo ignorar la sensación de deja vu? ¿Cómo no pensar en aquel movimiento estudiantil que ponía el cuerpo para frenar el ajuste a fines de los noventa, comienzos del dos mil, si hasta en Bahía Blanca, en la UNS, ese imaginario está presente? Franco Balestra, por ejemplo, de la Facultad de Historia de allí, cuenta desde el sur bonaerense: “Tenemos la sensación de que es un momento histórico, la sensación de ser herederos de las luchas estudiantiles de la Reforma Universitaria, las tomas del 2001, de las puebladas estudiantes en el 95. Le ponemos el cuerpo a esta coyuntura a la que le damos pelea”. Son fuegos repartidos en todo el mapa: la Universidad de Cuyo, la de Rosario, la de La Pampa, la Comahue, en Neuquén. Más: Río Negro, San Luis, Entre Ríos, Córdoba, la del Litoral, en Santa Fe, la Nacional de Mar del Plata, la de La Plata. Son tomas, estudiantes y docentes organizados y en alianza, son cientos de fuegos en las cincuenta y siete universidades que tienen acá, en esta marcha que fue desde Congreso a Plaza de Mayo, su escenario principal pero, de nuevo, no es el único escenario. Recordemos: En Rosario marcharon unas veinte mil personas. En Tucumán, ocho mil. En Córdoba, más de cien mil. Diferentes días para repetir un grito bien claro: no a los recortes salariales y presupuestarios.
El deja vu se termina si subís la mirada y ves los celulares que filman la multitud, los drones en el cielo, volando bajo, como aves extrañas y atentas, esa postal de ciencia ficción, futurista, o si escuchás cuando desde el escenario, frente al Cabildo, interpelan a esa multitud con un “compañeres” (porque también hay lugar para pedir que sea pareja la distribución de cargos y haya tantos decanos como decanas).
Si antes, en 1999/2001, la canción decía: “Con los huesos de Cavallo/construiré una escalera/para que en las facultades/ pueda entrar la clase obrera”, ahora el candidato a material para tamaña construcción colectiva es Mauricio Macri. Y una vez más la Casa Rosada está del otro lado de la reja. 7mm de lluvia, sensación térmica de -4º. Los paraguas se doblan, como en una película de Akira Kurosawa, y pese a eso, ahí marchan centros de estudiantes, agrupaciones docentes, graduados, defensores en general de la universidad pública.
¿Cuántas marchas van? ¿Cuándo se detendrá este frío? Luego de cantado el Himno, una seguidilla de nombres que son bandera: los desaparecidos, Santiago Maldonado y los más recientes Sandra y Rubén, docentes que murieron cuando explotó una garrafa en la escuela de Moreno. Ahí se hilvana una cadena que va más allá del salario docente, más allá de los recortes a la investigación científica, un hilo que resume otros pasos, otras marchas, similares reclamos. Tomemos uno, bien reciente: la manifestación de los estudiantes platenses en apoyo a los trabajadores del Astillero Río Santiago, luego de la represión que sufrieron en la Casa de Gobierno.
Paso, tras paso, tras paso. Los carteles artesanales se doblan por el frío pero igual dejan ver su mensaje: “La universidad pública es mi derecho”; “¿Por qué tanto miedo de educar al pueblo?”; “Le encontré la solución al problema del presupuesto: le sacamos el sueldo a los curas y se lo damos a los maestros”. Y, en algunos rincones, esa nueva postal común: vendedores de pañuelos naranjas, para pedir por la separación de la Iglesia del Estado; verdes para pedir Aborto Legal, y ahora, también, azul, para expresar el apoyo a la Universidad Pública. Un arco iris, como ese que asomó por un instante, que ofrece una promesa, quizá, donde termina su recorrido, pero sólo si se llega a través de la lucha. Mientras tanto, otra estación termina y la historia continúa.