Si al futuro presidente le sobraban las minas explosivas dispuestas por el régimen macrista, se suma ahora el golpe en Bolivia y una batalla geopolítica feroz a escala regional, con las fuerzas de seguridad, los militares y EE.UU. al fondo. Los movimientos de AF para conseguir más volumen político.

De lo que se presumía o deseaba, una victoria del Frente de Todos por 12, 15, 20 puntos, a una diferencia de 8 y el “empate técnico” vitoreado por Fruncido Majul. Del primer triunfo en las PASO arruinado por la espantosa reacción de Macri y la disparada del dólar al intento de conclusión de la derecha: una elección dignísima y Macri, ya, líder de la oposición. De la esperanza al dolor en Ecuador y Chile, y la incertidumbre. De la emoción por la liberación de Lula al golpe de Estado en Bolivia.

Así vamos, de electroshock en electroshock. Si ya temíamos, mucho, por la cantidad de desgracias y dificultades que deberá superar el próximo gobierno, el golpe en Bolivia, el rol de los militares y Carabineros en Chile sosteniendo a Piñera, el bestialismo de Bolsonaro, el festejo de Trump, todo eso configura un escenario de batalla feroz en la región, con los EE.UU. medio que volviendo o replegándose al patio trasero y la doctrina Monroe. En ese escenario regional tumultuoso, más que cruel, en el que asoma hasta la posibilidad de una guerra civil en Bolivia y un empoderamiento de las FFAA según el caso, Alberto Fernández asumirá la presidencia. Menuda y puta herencia.

Foto: Horacio Paone.

Hasta ahora el abogado de la guitarra y el rock nacional viene manejándose con una combinación de equilibrio, sensatez y firmeza. También supo guardarse algunas cartas, manejar los tiempos. Ciertas cartas audaces, para lo que hay, se las guardó para estos últimos días. Alberto bien pudo hacerse el distraído en cantidad de episodios que vamos atravesando. Pudo demostrar ante Lula una simpatía distante, diplomática, tibia. Pero no. Viajó a visitar a Lula en la cárcel, festejó su liberación, hizo tándem con él con un resabio de los tiempos de la reunión del ALCA en Mar del Plata (Oh, tiempos. Oh, costumbres, diría Cicerón). Alberto definió con sencillez y pragmatismo que hace ese tándem con Lula pero que no piensa pelearse con Brasil pese a las provocaciones de 666 Bolsonaro. Antes hizo muy bien en encontrarse con López Obrador. De la creación del Grupo de Puebla tiraremos un par de líneas más abajo.

No tenía por qué

Pudo hacerse el gil AF y eligió el riesgo en un escenario implacable con los audaces. Se trate de Lula, de Evo, de la deuda, del FMI, de Trump, AF está eligiendo un cierto camino de dureza discursiva en un mundo que -aun con estallidos sociales por todos lados- gira más a la derecha y a la extrema derecha que hacia otro lado.

La deuda: AF se guardó hasta el final la frase exacta acerca de lo impagable de la deuda. Lo hizo cuando los titulares que hablan por los mercados -mal intencionados o no,, especulativos o no- hablan hoy no de la elegante y suave salida a la uruguaya sino de expectativas de reestructuración sin pago de intereses durante años y “quita agresiva” de hasta el 40%. Por ahora lo acompaña, hasta ahí, en el diagnóstico de la impagabilidad de la deuda un cierto clima político y hasta el desagradable Melconian.

A la hora de escribir estas líneas los principales titulares de los portales informativos subrayan que Alberto se metió con los festejos de Trump por el golpe en Bolivia y que tuiteó: “A mi juicio, Estados Unidos retrocedió décadas y volvió a lo peor de los 70, cuando avalaron intervenciones militares contra gobiernos elegidos democráticamente”. ¿Será que lo hace para negociar deuda desde una posición de fuerza? ¿Es como en los tiempos de Kirchner, deudor muerto no paga? Si nos ponemos temerosos: ¿será eso temerario, siendo que el presidente insólito de la mayor potencia del mundo, que fue un play-boy caprichoso y se maneja como tal, le mandó un par de gestos amistosos?

Desafíos y más desafíos. El gobierno de Alberto, como todo lo que no sea derecha dura en la región, deberá volver a enfrentarse a lo que es una relativa pero potente novedad histórica: ya no solo “pelearse con los diarios” o los medios nacionales, sino contra el funcionamiento en sistema de los grandes grupos de comunicación a escala latinoamericana y global. Ese sistema de respuesta o fuerza de tareas mediática a escala latinoamericana, fusionado con corporaciones financieras y del poder económico, usa un pobre pero eficiente puñado de argumentos conocidos, algunos de ellos viejísimos- y simplotes: corrupción, la acusación gaseosa de populismo y ahora (oh, dioses) de izquierdismo y comunismo, como en la Guerra Fría; demagogia, “perpetuación en el poder”, etc. Las únicas dos expresiones relativamente novedosas son institucionalidad y transparencia, con analistas que hacen hincapié en que esa es la presunta “nueva demanda” de las democracias y las sociedades, siendo que una vez en el poder, las derechas cometen aberraciones sistemáticas precisamente en materia de institucionalidad y transparencia. De paso, cañazo: bonitas maneras de obturar las discusiones económicas, sobre desigualdad, concentración de la riqueza, o fracasos sistemáticos de los programas neoliberales apoyados por el FMI.

Fisuras

Sin embargo: siempre hay grietas, pausas, porosidad, nunca paisajes homogéneos. Ejemplo: la cobertura de Clarín sobre los diálogos que mantuvo Alberto Fernández para salvar la vida de Evo Morales y conseguirle refugio político fue casi (casi) de simpatía, o de empatía. Como mínimo mostró a un quasi presidente híper activo -al estilo Néstor de los primeros meses de gobierno- bien relacionado con distintos dirigentes de todas partes, más el diálogo de una hora con Macron, otros dos con el español Pedro Sánchez, y el recelo compartido con el francés en relación con Jair Bolsonaro.

La denominación o no de “golpe” a lo sucedido en Bolivia también permeó en los medios de la derecha y no hubo una respuesta homogénea sino una suerte de relativa discusión abierta. No hubo tampoco un aval explícito a la horripilante respuesta del gobierno argentino. Mientras se escribe esto, La Nación habla de Macri diciendo llamativamente en la bajada de una nota: “Volvió a hablar del tema (Bolivia) sin definir la situación como golpe de Estado”. Más abajo en los titulares: “Malcorra -antecesora de Faurie- se diferencia del Gobierno y habla de golpe de Estado”.

Repetimos: es llamativo, algo puede que huelan los medios sobre lo que sucede con sus audiencias. Todo esto no quita que no se sigan agitando los fantasmas conocidos: nuevas presuntas causas de corrupción K, el “enigma”, “las dos caras”, las ambigüedades también presuntas de Alberto, si Alberto es Cristina, si se van a agarrar a las piñas, etc. Eso sí: sobre todo Clarín potenció al mango los comunicados antojadizos de la OEA. Como en nuestro 1976, medios propiciando golpes de Estado.

En las coberturas sobre lo sucedido en Bolivia hubo mucho énfasis en las “irregularidades” del escrutinio y el fantasma nunca probado del fraude. Otros prefirieron hacer eje en la falta de respeto -de nuevo- de Evo Morales por las instituciones desde que intentó su tercera reelección. Hubo algún progre relativo que también enfatizó en eso y no en las repetidas asonadas y acciones golpistas registradas en Bolivia a lo largo del mandato de Evo, especialmente las provenientes de la Media Luna.

Semejanzas: esa Media Luna golpista es más que asociable a las amenazas deesestabilizadoras que tendrá que afrontar el gobierno de AF, algunas de ellas bien explícitas. Es el caso de los sojeros de la franja amarilla del país. Sojeros y demás poderosos que andan como ensoñados con una República Reaccionaria del Centro. Ya adelantaron el escenario de lo que piensan hacer -democráticos e institucionalistas como son- en caso de que el próximo gobierno aumente las retenciones: sacar una vez más tractores y cosechadoras a la ruta y te tiro el John Deere y el Massey Ferguson encima, estimado presidente democráticamente electo.

No sabemos cuántos Camachos tenemos en Argentina pero ya van emergiendo, evangelistas incluidos. Dos a favor:

  1. Aunque se lo pretenda construir como gran líder opositor, se verá en la cancha lo que suceda con Macri y lo que hoy es el macrismo. A ese espacio le falta un recorrido largo y difícil, ya emergieron de manera nítida broncas internas, entre ellas la posibilidad de que Emilio Monzó, un cuadro interesante y despreciado por MM, construya su propio bloque parlamentario, dialogante con el futuro oficialismo.
  2. Aun con todos sus defectos, traumas, contradicciones, miserias, acá existe el peronismo, esa cosa rara de la que carecen los países latinoamericanos -ya la quisieran en Chile, Brasil, no en Uruguay, donde se viene la derecha otra vez- y que de pronto arma, diría el General, sus propios anticuerpos. En esta oportunidad histórica no para que cobre la Tendencia o se arme la Triple A sino para sustentar la gobernabilidad.

Síntesis posible y debatible de lo que estamos viviendo cuando faltan, auch, unos 30 días eternos antes de la asunción del nuevo presi. A esta altura del partido y de las múltiples minas explosivas que deja el gobierno de Macri, uno pudo imaginar o suponer algún tipo de recule discursivo o político de AF, eventualmente explicable por prudencia, realismo o moderación. No está sucediendo eso sino lo contrario, sin garantías de éxito pero sí de pelea (que siempre se da hasta donde se puede). Las estrategias múltiples, a muchísimas bandas, de Alberto Fernández, incluyen el armado del por ahora débil Grupo de Puebla (es lo que hay, ya quisiéramos los tiempos de la Unasur). En ese espacio sucede algo que es importante: una revalorización y recuperación del término progresismo, tan denostado en los años kirchneristas. Un término que además tiene el agrado de lo políticamente correcto, algo más entrador para ciertos sectores de las clases medias que la expresión “nacional y popular”.

Alberto apuesta a sumar y sumar. Es como dice: necesitará imperiosamente de todo el volumen político que pueda conseguir y habrá que ser maduros para entender que en ese volumen deben entrar espacios y personas que no sean del gusto de nuestros negros paladares.

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