Se largó nomás, pero ahora, a las acusaciones de siempre contra Cristina, se suman los fusiles que apuntan contra su compañero de fórmula. Una velada jurídica ideal para que los medios reediten la grieta y hagan campaña.

En principio, se presentó la candidatura de Alberto Fernández como una muestra de moderación por parte del kirchnerismo. Y la moderación y Cristina no congenian para cierto periodismo y ciertas zonas de la política. Al principio fue Mario Negri quien lanzó la especie de que, una vez triunfante, Alberto tomaría la decisión de indultar a su compañera de fórmula. Aunque carece de toda base y no es constitucional, la hipótesis tuvo su recorrido y funcionó como aquello necesario para convertir a la sociedad  F y F en una asociación ilícita.

Todo eso fue apareciendo en ocasión del primer día del juicio. La Nación publicó un artículo de Diego Cabot (el de los cuadernos de Centeno) en el que se sostiene: “La incomodidad de los Fernández, Cristina y Alberto, es que en un juicio oral y público se empezará a ventilar este esquema. El precandidato a presidente también está inquieto. Durante su gestión como jefe de Gabinete se pergeñó la maniobra y varios de los decretos en los que se nombraron a los funcionarios tienen estampada su firma. Y más allá de que no hay imputación en su contra, el escenario de debate político irremediablemente lo expondrá ante la opinión pública”. El día anterior Ricardo Roa había afirmado en Clarín que la decisión de la Corte Suprema que podría haber postergado el inicio del juicio por la obra pública era resultado de una operación de Alberto. Fernando Laborda escribió una columna en la tribuna de doctrina pintando al candidato a presidente como una amenaza para el sano ejercicio de la justicia. Al final, no sería más que una Cristina con bigotes.

De lo que se trata es de una nueva teoría de los dos demonios que en este caso comparten fórmula. Por momentos, el odio acendrado a Cristina pudo más, como fue el caso de la transmisión de TN, con un extenso comentario de la causa por parte de Mariana Zuvic, quien oscilaba entre la indignación, el triunfalismo, la afirmación de cuanto tenía que ver ella con lo que estaba ocurriendo y el énfasis. Hay algo en el tono ARI (que comparten Carrió y Olivetto) que está en perfecta sintonía con el estilo del canal. Pero antes de salir de pantalla, dejó su palito a futuro: “Acá hay nombre y apellido de responsables, entre ellos el testaferro político actual, Alberto Fernández. Hoy tiene una nueva figura, que fue organizador, participó en las visitas a la Corte Suprema en lo que es la causa Ramos Padilla – D’Alessio, la denuncia que presentamos ante el juez Bonadío en la que señalamos a la ex presidenta de la nación y ahora vamos a incorporar al candidato a presidente en carácter de organizador”.

De todos modos, un juicio no es como en las películas sino un perfecto embole donde los tiempos jurídicos no están en sintonía con las urgencias periodísticas. Por lo tanto, por más que se repitiera en los zócalos el hecho “histórico” de ver a Cristina “en el banquillo de los acusados”, la transmisión fue languideciendo. Lo mismo ocurrió con los comentaristas. Es que nunca se hablaba de aquello que estaba ocurriendo y las palabras de la fiscalía se volvían una monótona música de fondo a la que nadie le prestaba la menor atención. ¿Entonces para qué transmitirlo? Todo fue como un partido de ajedrez visto por la tele en tiempo real.

Lo que realmente importaba se jugaba en el terreno de la repercusión. TN y La Nación insistieron en que se trataba de una nueva fundación de la justicia y que su grado de independencia quedaría demostrado si Cristina es condenada. Claro que para la eventualidad de que eso sucediera falta mucho y hay unas elecciones de por medio.

Y la fórmula F y F y las escasas posibilidades del peronismo alternativo abren de vuelta el lucrativo negocio de la grieta. Clarín publica palabras de Macri pronunciadas, probablemente cronómetro en mano, en el mismo momento en que transcurría la sesión en Comodoro Py y que apuntaban al futuro. Dichas junto a María Eugenia Vidal, o sea otra pareja político-electoral a la que une más la conveniencia (o la desconfianza) que el amor y que tiene sus bemoles como pareciera confirmar el lapsus de Diego Santilli, postulando a la gobernadora como candidata a presidente. Por otra parte, junto con La Nación, adjudicaron, aunque no explícitamente, la calma chicha de los mercados al inicio del juicio.

La nueva fórmula peronista le quitó uno de los réditos esperados de la llegada de Cristina al juicio oral. Y hay esfuerzos por dejar pegado al ex jefe de gabinete para que toda la movida judicial no se vaya disolviendo en la morosidad de los tiempos judiciales.

La operación Alberto acaba de empezar.

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