El documental en tres partes que recopila en todos sus detalles las sesiones del disco trunco de los Beatles es un Gran Hermano avant la lettre a través del cual ajustan cuentas con el documental estrenado en 1970. Y que confirma que el relato Beatles es una fuente inagotable para el goce y las reinterpretaciones de su historia.
Se sabe: los Beatles iniciaron 1969 con el proyecto de un disco que permitiera tocar el material nuevo en vivo, sin tanto artilugio de estudio, y además acordaron filmar las sesiones para un documental que contendría imágenes de su primer concierto público en dos años y medio. El resultado fue bastante distinto de lo proyectado: el concierto fue en la terraza de Apple, el disco quedó inconcluso y el documental dio cuenta del proceso de desintegración de la banda. Esa fue la imagen de la despedida del grupo, en 1970, cuando vieron la luz la película de Michael Lindsay-Hogg y el disco producido por Phil Spector.
Durante décadas, tanto como medio siglo, la historia beatle en función de su disgregación se escribió en gran medida en torno a las sesiones de Let It Be (originalmente, Get Back), y en cómo las imágenes de la película fueron la prueba palmaria de que la coexistencia no daba para más. A lo que se sumaba la posproducción del disco, un material en manos de Spector que Paul McCartney usó para justificar su salida en abril de 1970, sin control alguno sobre una cintas en las que se quedó sin intervención, y anticipando la salida de su primer disco solista al combo de LP y film que mostraron al mundo el ocaso beatle antes de las sesiones luminosas de Abbey Road.
McCartney siempre tuvo entre ceja y ceja el último disco que la banda sacó a la venta, una especie de sinfonía inconclusa en manos de un editor que según el propio Paul hizo lo que quiso. El arreglo de “The Long And Winding Road” por parte de Spector, con su muro de sonido, cuerdas y coro, sería el exponente de la tesis mccartneana de que el universo beatle no debería haber salido del control de George Martin.
En su batalla en sordina con Spector, Paul estaba en desventaja. Lennon le había confiado las cintas, tras haber trabajado juntos en su primer sencillo, y dejó la producción a cargo de Spector. Lo mismo haría Harrison a la hora de pergeñar All Things Must Pass. McCartney quedó como un lobo solitario, una especie de soldado japonés que no acepta la rendición y se queda décadas en la selva. A diferencia de esos guerreros solitarios, Paul no salió de la selva para aceptar la derrota, sino para subir la apuesta. Primero lo hizo con Let It Be…Naked. Ahora, con el documental Get Back.
Ajustes de cuentas
La maquinaria beatle posterior a 1970 para mostrar nuevos productos en base al material ya conocido no deja de ser interesante: los compilados rojo y azul en la primera mitad de los 70; la edición de las grabaciones en el Hollywood Bowl en la segunda mitad de esa década, la reedición en CD de toda la discografía a partir de 1987; el aperitivo a Anthology que fue el disco doble con las grabaciones en la BBC; la saga de Anthology; el diamante en bruto que resultó 1; la versión Naked de Let It Be; los arreglos para el Cirque Du Soleil; el segundo disco doble en la BBC; la afortunada reedición de los shows en el Hollywod Bowl; reediciones de luxe de sus últimos discos; y ahora el documental sobre el disco fallido.
Más de tres décadas después de la aparición de Let It Be (33 años para ser exactos), la versión Naked permitió reelaborar la experiencia de escucha del LP original. Mucha mejor calidad de sonido, arreglos en base a la idea original, la ausencia de Spector, generaron un disco superior al del 70.Escuchar uno en función del otro hace que la Sinfonía Inconclusa esté terminada y que esa versión acaso definitiva sea muy superior a la edición emparchada por un Spector que, más allá de sus trucos en la consola, hizo más lo que pudo que lo que quiso en base a un material que no estaba completo. Más aún: cuando terminaron aquellas sesiones, nadie apostaba a exhumar esas cintas durante 1969.
Con Get Back sucede algo análogo en relación a la película de Lindsay-Hogg. Si el disco de 2003 era un ajuste de cuentas con Spector por parte de Paul, ahora hay algo similar, aunque de manera más amable, con el director del film original. En principio, la película lleva el título del proyecto original: Get Back. Peter Jackson, con las latas de lo que se filmó en 1969, hizo una resignificación de Let It Be, con el crudo en base al cual Lindsay-Hogg había hecho su montaje. Y lo que logró hace que se modifique de manera drástica la visión del primer documental.
Los Beatles según Jackson
Jackson es afecto a películas de gran escala y aquí queda de manifiesto en lo que debe haber sido su decisión más arriesgada: dividir el documental en tres partes de dos horas y media, tres horas y doras y media. No apostó a una miniserie de ocho episodios de una hora, lo cual hubiera generado un último episodio de una hora dedicado al concierto de la azotea (60 minutos es lo que insume eso en su narración dentro del tercer episodio).
La expansión de la hora y media de 1970 a casi ocho horas deja al film de Lindsay-Hogg al nivel de una versión sintética. Pero no es solamente eso lo que cambia la percepción. En 1970, en los cines de todo el mundo, los espectadores presenciaron la disgregación beatle, las peleas, los enconos, Yoko Ono como supuesto elemento de ruptura. Una imagen que impregnó los años siguientes. Jackson cambia el enfoque: no es que no haya habido disputas en plena sesión y ante las cámaras, sino que Lindsay-Hogg privilegió eso a la hora de montar el documental. Con Jackson presenciamos procesos creativos que no son palpables en la primera película, momentos de camaradería, chicaneos, bromas y, sí, algunas disputas.
Cuando vio la luz el documental Anthology, en 1995, una de las críticas más marcadas fue que edulcoró el relato sobre la ruptura. Vale decir: la incidencia de Allen Klein y la negativa de Paul fue relatada de soslayo (en rigor, el final se puede decir, visto en perspectiva, fue en agosto de 1967, con la muerte de Brian Epstein). En Get Back pasa algo similar respecto a las disputas que Lindsay-Hogg puso en primer plano, aunque queda claro que, pese a un clima no muy agradable, no fueron las tensiones las que primaron, más allá de tener que armar un disco en apenas un mes de trabajo.
No está de más recordar un dato que se suele pasar por alto cuando se recuerda el momento en que comenzaron las sesiones de enero del 69: la banda venía de terminar el Álbum Blanco, que demandó prácticamente un año de trabajo. Quiere decir que apenas se tomaron unas semanas para descansar y abocarse a un proyecto corto pero de una intensidad inédita, con cámaras encendidas todo el tiempo. Lindsay-Hogg prefiguró, sin saberlo, un Gran Hermano que vio la luz más de medio siglo más tarde.
Algo queda claro a lo largo de todo el documental. Pese a la cuenta regresiva planteada desde el inicio para entregar un disco y tocar los temas en vivo en apenas tres semanas, sobraba material, lo cual da una pauta de la creatividad de la banda, que en términos cuantitativos venía de generar un corpus tan grande que lo desglosó en un álbum doble. El disco 2 de Anthology 3 da cuenta, no solamente de los temas que terminaron en Let It Be, sino también de algunos descartes de las inminentes carreras solistas de Paul y George, más covers de la guardia vieja del rock and roll y algo del material de Abbey Road. Todo eso queda resignificado en Get Back al mostrar la cantidad ingente de covers que se pusieron a tocar en plan de zapada; la casi totalidad de las canciones de Abbey Road y “On The Road To Marrakesh”, que derivó al año en “Jealous Guy” de Lennon solista. Material sobraba y no había por qué preocuparse.
Lo cual no invalida que había roces y tensiones, como la salida de Harrison, ya no de las sesiones, sino de la banda, como se aprecia en el final de la primera parte. Y que entronca, de algún modo, con las escenas de mayor descontento entre este y Paul en Let It Be. Sin embargo, pese a ello, pese a momentos muy íntimos en que hay rispideces (el diálogo entre John y Paul sobre la salida de George, recién instalados en Apple, merced a un micrófono oculto que puso Lindsay-Hogg, es revelador), da la sensación que, como en Anthology, se buscó edulcorar la situación. Aunque hay una diferencia: la serie no modificó el relato beatle, Get Back cambia la percepción sobre el documental original.
En eso tiene mucho que ver la decisión inteligente de narrar las sesiones día por día, a la manera de una crónica. Desde un comienzo, todo el relato conduce de manera inexorable hacia el concierto programado a modo de clímax. Esto permite comparar con el montaje de Lindsay-Hogg. Get Back se cierra un día después del concierto, con la sesión del 31 de enero, en la que hay tomas finales de “Two of Us” y “Let It Be”. Ese material se ve al promediar Let It Be, con lo que el espectador de 1970 tiene la imagen de un falso relato cronológico que culmina en la azotea.
¿Cómo volver a contar el concierto de la azotea?
El show improvisado del 30 de enero de 1969 es, se ha dicho, el clímax. ¿Cómo mostrar esas imágenes icónicas? Desde un principio, y tomando como parangón un caso cercano en el tiempo, la pregunta es la que surge al comienzo de Once Upon A Time In Hollywood de Tarantino: ¿cómo contar los crímenes de Cielo Drive? Tarantino hizo su reelaboración, y Jackson también.
El show está tomado en tiempo real, casi la única manera que le quedaba a Jackson de contar los 25 minutos comprimidos que cierran Let It Be. Y lo hace aprovechando el fenomenal despliegue de cámaras de Lindsay-Hogg, incluso con pantalla partida. Allí también hay una resignificación en torno a “Get Back” En el primer capítulo se muestra cómo la canción (cuya génesis, es decir, el momento en que Paul saca los acordes, es un momento extraordinario) tenía un mensaje político respecto de Enoch Powell, el líder de la ultraderecha británica. Los Beatles eligen abrir y cerrar su concierto con ese tema y es el propio Paul, en la segunda ocasión, quien les espeta la letra en la cara a los oficiales de Scotland Yard que subieron por la denuncia de ruidos molestos.
La resignficación también alcanza al título de la película, porque Get Back era el primer nombre del disco, pero también del documental. La versión Naked conservó el Let It Be, pero aquí se recuperó el nombre original. Por cierto: el Naked se publicó con un segundo disco, bautizado “Fly on the Wall” (“la mosca en el muro”), con sonidos de la grabación, un pequeño adelanto de 20 minutos de lo que vendría en 2021.
“Ahora somos dos”, dice Paul con los ojos brillosos, delante de Ringo, mientras George está afuera porque decidió irse y John no llega. Es una imagen premonitoria y que engarza con el presente beatle desde noviembre de 2001. Es un momento conmovedor, uno de esos pasajes de intimidad que tomó Lindsay-Hogg y que tiene especial significación ahora.
Al mundo de las reediciones Beatles quizás le quede explorar los primeros discos, habida cuenta las versión de luxe de Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band en adelante. Get Back es el mayor monumento audiovisual que los Beatles ofrecen al mundo, y lo hacen más de cincuenta años después de haberse filmado el crudo. Una especie de Borges de Bioy Casares, en el que el almanaque con los días tachados a modo de cuenta regresiva equivalen al mantra de “Hoy come Borges en casa”. Y con la posibilidad de ponerle imágenes a las canciones editadas por Spector. El graph que dice “Esta versión es la que salió en el disco” da la cuenta de la emoción que muchos fans sienten al ver la relectura de aquellas sesiones filmadas.