La asunción de Dujovne en Hacienda profundiza la apuesta al eterno dogma liberal: más ajuste, más apertura comercial y entrada de capitales golondrina. El equilibrio fiscal, una obsesión.

 

La designación de Nicolás Dujovne como ministro de Hacienda no aporta grandes novedades. Sí algunas decisiones y señales cuya carga simbólica indican la dirección elegida por Cambiemos para transitar un año electoral clave para las expectativas de esa alianza partidaria. Algunas de esas señales se pudieron vislumbrar durante los últimos días de la gestión de Alfonso Prat-Gay, tensionada desde el inicio por las diferencias con el círculo íntimo de Macri. Otras quedaron en primer plano en la maratónica ronda de entrevistas que concedió el flamante ministro a media docena de medios gráficos y en su primera decisión al frente de Hacienda.

El conflicto que mantuvo el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, con la ex presidenta de Aerolíneas Argentinas, Isela Costantini, es sintomático. Presionada para profundizar el ajuste en la línea de bandera, Costantini prefirió dejar su cargo. El conflicto presupuestario en el Conicet y la decisión de eliminar planes sociales -bajo el argumento de que muchos de ellos se superponen- fueron también un anticipo de la hoja de la ruta marcada por la tríada que integran Marcos Peña y los managers económicos de Macri: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana.

El plan es conocido: ahorrar unos 65.000 millones de pesos para alcanzar la meta de un déficit fiscal del 4,2% del PIB en 2017. Su ejecutor será Dujovne, que no contará este año con el ingreso extraordinario de los $ 106 mil millones producto del blanqueo impositivo. Un monto que sirvió para compensar la suba del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias y la reducción y/o eliminación de las retenciones a las exportaciones agropecuarias y mineras.

Más allá de la intención de llenar un vacío mediático con entrevistas y conferencias bimestrales que prometen comunicar en forma didáctica el avance del ajuste -tarea que el Gobierno considera central para convencer al capital concentrado de concretar inversiones-, la lupa del Gobierno apunta a la periferia del Estado nacional. Se trata de poco más de medio centenar de empresas públicas o mixtas donde, además de las emblemáticas Aerolíneas Argentinas e YPF, se destacan Tandanor, el Correo Oficial, Fabricaciones Militares, Enarsa, Aysa, Nucleoléctrica Argentina, Arsat y Casa de Moneda; además de otras con menor grado de exposición, como Lotería Nacional, Telam, Belgrano Cargas y el Banco de Comercio de Exterior e Inversiones.

En la práctica, más allá de los rangos y del organigrama ministerial, Dujovne reportará ante el equipo creado el año pasado para monitorear a las empresas públicas. Lo encabeza Abbott José Reynal, quien se desempeña en la Casa Rosada bajo la órbita de Peña y Quintana.

Apremiado por el contexto mundial, marcado por un mayor proteccionismo comercial y un encarecimiento del crédito internacional, pero también por la decisión dogmática de resignar recursos tributarios en pos de una reactivación que se demora, el Gobierno quedó atrapado en su propio laberinto. ¿La salida? Rascar el fondo de la olla. Una prueba: el recorte de programas y el ajuste en las empresas públicas. Otra prueba: la eliminación de la devolución del 5% del IVA a los usuarios de tarjetas de débito. Pruebas de amor insuficientes para el famoso “círculo rojo”, esa variopinta constelación de empresarios, celebridades y periodistas VIP que mira con desconfianza y espera que las cuentas cierren.

Apremiado por el contexto mundial, marcado por un mayor proteccionismo comercial y un encarecimiento del crédito internacional, pero también por la decisión dogmática de resignar recursos tributarios en pos de una reactivación que se demora, el Gobierno quedó atrapado en su propio laberinto. ¿La salida? Rascar el fondo de la olla. Una prueba: el recorte de programas y el ajuste en las empresas públicas. Otra prueba: la eliminación de la devolución del 5% del IVA a los usuarios de tarjetas de débito.

De allí que en sus primeros mensajes como responsable de Hacienda, Dujovne haya remarcado la promesa de alcanzar la meta presupuestaria pautada. En el Ministerio de Finanzas a cargo de Luis “Toto” Caputo aseguran que las necesidades financieras serán menores que las esperadas. Pronóstico optimista que dependerá en última instancia de la marcha de la recaudación, siempre atada al nivel de actividad de la economía. Obviamente, la posibilidad de acelerar el endeudamiento queda abierta.

Más de lo mismo. Con la salida de Prat-Gay no quedan dudas que el triunvirato que integran Peña, Quintana y Lopetegui se convirtió en el principal responsable de la gestión económica. Sus convicciones reflejan la ecuación en marcha. Peña y Lopetegui están convencidos del poder de seducción de Macri sobre los grandes grupos económicos. Quintana es una abanderado del equilibrio fiscal. Todos comparten la fe ortodoxa en el libre mercado.

Ya con las riendas de las áreas de Hacienda y Finanzas, el triunvirato decidió que la primera medida de Dujovne fuera de neto corte neoliberal: eliminar totalmente las restricciones al ingreso de capitales golondrinas. La barrera, para evitar bruscas fluctuaciones cambiarias producto de la especulación, la había dispuesto el tándem Kirchner-Lavagna. Con mayor o menor intensidad sobrevivió durante quince años. Prat-Gay la había renovado al año pasado. Su eliminación es bocado de cardenal para los mercados a los que busca seducir Cambiemos.

Otras promesas al capital concentrado son menos concluyentes. Se dirían vagas en el cómo y el cuándo. Los empresarios lo saben. Se trata de la reforma tributaria y de la rebaja de los aportes patronales. La orientación, en cambio, es clara y responde al eterno dogma liberal: desatar las fuerzas del mercado y abaratar el “costo argentino”.

La idea de eliminar Ingresos Brutos -principal fuente de recaudación propia de las provincias- para reemplazarlo por un IVA provincial suena como mínimo audaz en épocas de vacas flacas. Ni que hablar de una reducción del tributo. Tampoco parece creíble la posibilidad de eliminar o reducir el Impuesto al Cheque. Lo obvio: cualquier modificación debe, como mínimo, garantizar el piso actual de recaudación. Lo contrario sería un salto al vacío.

La flexibilización de los convenios colectivos de trabajo y el tema de los aportes patronales -que Dujovne sorprendentemente calificó como un impuesto al trabajo- deberán pasar por muchos filtros. El principal: la resistencia de las centrales obreras. La idea, que puso en práctica Domingo Cavallo durante el menemismo, se reveló como un fiasco. Desfinanció el sistema previsional y, adicionalmente, sirvió como coartada para que muchos empresarios aumentaran la rentabilidad de sus empresas. La creación de puestos de trabajo prometida se convirtió en un salto abrupto del desempleo.

La flexibilización de los convenios colectivos de trabajo y el tema de los aportes patronales -que Dujovne sorprendentemente calificó como un impuesto al trabajo- deberán pasar por muchos filtros. El principal: la resistencia de las centrales obreras. La idea, que puso en práctica Domingo Cavallo durante el menemismo, se reveló como un fiasco. Desfinanció el sistema previsional y, adicionalmente, sirvió como coartada para que muchos empresarios aumentaran la rentabilidad de sus empresas. La creación de puestos de trabajo prometida se convirtió en un salto abrupto del desempleo. Nada indica que no pueda repetirse.

La otra idea del Gobierno dependerá en parte de Jorge Triaca. El objetivo anunciado es aumentar el empleo en blanco. El no declarado, la reducción de los subsidios que reciben las cooperativas de trabajo. La pulseada ya comenzó. La meta de Triaca es que las organizaciones sociales acepten que los subsidios se convierten en una suerte de vale que permita el ingreso de los beneficiarios al mercado laboral formal. El vale –o voucher, como prefieren llamarlo en el Ministerio de Trabajo- serviría para subsidiar una parte del sueldo en blanco. Sus promotores sostienen que funcionaría como un estímulo al empleo. Una vez discontinuada la contratación el vale quedaría sin efecto y el desempleado sin subsidio. Hoy, no menos de 250 mil personas dependen de algunos de los subsidios actuales para completar la canasta básica alimentaria. Otro inconveniente: la posibilidad, nada lejana, de que muchos empresarios reduzcan costos reemplazando a sus actuales empleados por los subsidiados. Un escenario de pobres contra pobres.

Hoy un juramento… Desde el Gobierno juran que el ajuste tiene un límite y prometen que Dujovne no dejará de lado lo que insisten en calificar como “gradualismo”. Agregan que lo que debió ser un paulatino descenso del déficit se convirtió en un incremento. Obviamente, la fe ortodoxa no computa los ingresos resignados. Como si se tratara de la conducción de una empresa corporativa repiten que el inconveniente es la falta de coordinación entre las diferentes áreas de gobierno. La mirada es como mínimo ingenua. No captura los límites que dibujan la política y la marcha de la economía.

Interpretaciones al margen, el sendero de Dujovne será muy estrecho. La pretensión oficial es congelar el gasto público en términos reales y esperar que la economía crezca. De ocurrir, el aumento del PIB reduciría el déficit en términos relativos. El día a día del gasto quedará en manos de Rodrigo Pena, el nuevo secretario de Hacienda, quien se desempeñó en la Casa Rosada bajo las órdenes de Quintana y Lopetegui. Tal vez, la propia estrechez del sendero a recorrer haya disparado la decisión del Gobierno de proponer un debate en torno a la edad de imputabilidad. Un tema sensible con amplia repercusión mediática que aleja las miradas de una economía anémica y de un programa que para seducir al “círculo rojo” apuesta a profundizar ajuste.