Harto del discurso de lo posible que hace imposible cualquier sueño, el cronista plantea otro escenario posible, donde la Patria no sea el Otro, sino cada uno de los otros, nosotros.

En mi generación, la de los viejos derrotados o ganadores -porque siempre hay de los dos – para construir un modelo de país, esa pregunta (¿Qué es la Patria?) no tiene demasiado sentido: el resultado se calcula en 30.000 compañeros desaparecidos.

La Patria, en todo caso, serían esos cuerpos recuperados, esqueletos desaparecidos para imposibilitar una columna vertebral capaz de construir.

No es así, claro, porque si fuera así tendríamos un país más justo.

En la década ganada, el discurso nac&pop construyó una frase casi vacía y, por lo tanto, posible de llenar con cualquier cosa: “La Patria es el otro”.

¿Se trataba del otro o del Otro? Una pregunta compleja que, a la vista de la historia, va por el lado de la mayúscula (el poder) y no la minúscula (el pueblo, nosotros).

¿Qué, quién es la Patria?

Si se mira bien la historia argentina, la llamada Patria es un territorio cuyos límites están marcados con los ríos de sangre derramada por sus apropiadores.

Se trata de sangre indígena chupada por la conquista y por la campaña del desierto derramada a pólvora y cuchillo de los padres del territorio que se hizo Patria; se trata del pogrom judío y de los obreros asesinados en la semana trágica; se trata de las rebeliones reprimidas a sangre y fuego en la Patagonia; se trata de  las masacres indígennas de Perón; se trata de la Libertadora; se trata del Plan Conintes de la Escuela Francesa; se trata de la Triple A y la CNU del tercer gobierno peronista; se trata de los 30.000 desaparecidos de  la dictadura.

Esa es una mirada trágica y cierta, pero que si se queda ahí es incompleta y lleva a la impotencia.

La Patria es (debería ser) la posibilidad de vivir con dignidad para cada ciudadano argentino (cada uno de los otros, y no ese “Otro” mandante del poder).

Hoy, mañana y pasado.

La Patria es de cada uno de nosotros, no lo que el gobierno anterior entregó al capitalismo financiero internacional y este gobierno legaliza en su acuerdo de entrega.

La Patria, la nuestra, es otra cosa.

Lo que se está jugando es la vida de cada argentino, de cada pibe, pero el mayor problema (lo que impide ver lo que se juega) es ese relato posibilista que te venden todos los días.

A este planteo se le puede contestar con variables económicas, con las jugadas del capitalismo financiero global, con los mercados, con esa cobardía cómplice de “la correlación de fuerzas”.

Pueden decir lo que quieran y ser discursivamente eficaces a nivel foca.

También se puede decir NO, porque lo que está en juego es la vida de quienes habitamos ese país; no El Otro, sino los otros de esta Patria. Nosotros.

¡Ah, sí! ¡Amén!

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