Las predicciones generales de calentamiento global aún no han cambiado, pero los modelados no alcanzan a determinar si los fenómenos extremos que estamos viendo ocurren fuera de los límites de los hallazgos, o deberían ser tomados como un advertencia temprana de fenómenos estructurales.
Millones de personas están experimentando los efectos del cambio climático de primera mano. Las olas de calor abrasador han batido récords de temperatura en todo el mundo este verano, quemando los cultivos, cortando el suministro eléctrico, provocando incendios forestales, deformando carreteras y caminos. Solo en Europa, se estima que puedan haberse cobrado ya miles de vidas.
Hemos pasado muy rápidamente de una amenaza abstracta a una era de récords de temperatura, enormes sequías e incendios más grandes. Esto hace que mucha gente se pregunte si el cambio climático es más rápido de lo que esperaban los científicos, o si son estos fenómenos más extremos de lo que los estudios habían predicho que serían, dados los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Se trata de dos preguntas distintas, con respuestas diferentes y matizadas.
En su mayor parte, los modelos informáticos utilizados para simular cómo responde el planeta a las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera no están del todo equivocados, especialmente si se tiene en cuenta que no están diseñados para predecir temperaturas extremas regionales.
Pero la reciente acumulación de las olas de calor muy intensas hace que algunos científicos se pregunten si los modelos podrían estar subestimando la frecuencia y la intensidad de tales fenómenos, si algunos factores tienen un papel más importante que el representado en ciertos modelos y qué puede significar todo esto para nuestras condiciones climáticas en las próximas décadas.
Vamos a abordar estas cuestiones una por una.
¿Es el cambio climático en gran parte el culpable de estas olas de calor extremo?
Sí. El calentamiento global ha establecido un suelo más alto para las temperaturas de verano, y eso aumenta drásticamente las probabilidades de las olas de calor más frecuentes, más extremas y más duraderas, ha quedado claramente demostrado en un estudio tras otro.
“El cambio climático impulsa esta ola de calor, igual que lo hace con todas las olas de calor”, afirma, en un comunicado de prensa, Friederike Otto, codirectora de World Weather Attribution. Sobre las temperaturas sin precedentes en Europa en los últimos días, Otto añade que olas de calor que antes eran raras “ahora son comunes” y “olas de calor que antes eran imposibles ahora ocurren y se llevan la vida de la gente”.
¿El cambio climático avanza más rápido de lo que esperaban los científicos?
La respuesta es que no, al menos en líneas generales. De hecho, el aumento global de temperatura vinculado de los niveles de gases de efecto invernadero ha seguido estrechamente los modelos predictivos, incluso si nos remontamos a las simulaciones climáticas más sencillas que se hicieron allá en la década de 1970.
Varios investigadores y estudios -incluido el último informe climático de la ONU-, han destacado cómo las temperaturas observadas han seguido los aumentos previstos. Es inquietante como coinciden… casi parece que el mundo tenía que haber prestado atención hace décadas a las advertencias de los científicos del clima.
De hecho, la preocupación actual entre los investigadores es que la última generación de modelos podría estarse pasando, proyectando niveles excesivos de calentamiento a causa del incremento de CO2 en la atmósfera, según señalaron los científicos Zeke Hausfather, Kate Marvel, Gavin Schmidt y otros a principios de este año en la revista Nature.
¿Se equivocan los modelos climáticos sobre los fenómenos extremos?
A veces, pero es una pregunta compleja.
Según los científicos, algunos fenómenos del mundo real han pasado más rápido o en mayor grado de lo previsto por los modelos anteriores o actuales, incluida la pérdida de hielo marino en el Ártico, la cantidad de la tierra quemada por los incendios forestales y el rápido incremento de los eventos de temperatura extrema en Europa en las últimas décadas.
“Cuando se trata de ciertos tipos de fenómenos extremos, creo que hay alguna evidencia de que están cambiando más rápido de lo esperado “, resalta Daniel Swain, científico climático de la Universidad de California en Los Ángeles.
“Esto no debería sorprendernos”, sin embargo, según explica, ya que, en su mayor parte, los modelos climáticos no fueron diseñados para predecir los fenómenos extremos regionales. Su tarea principal es simular los cambios de temperatura media durante largos períodos de tiempo y áreas amplias.
Los investigadores son muy conscientes de las deficiencias de los modelos climáticos y siempre han sido claros sobre eso. Aunque están mejorando continuamente, siguen siendo simulaciones aproximadas de ordenador y limitadas por la comprensión humana del sistema climático, por las complejas interacciones entre los sistemas terrestres, por la potencia de cálculo, y el coste de ejecutar varias veces los modelos para explorar el espectro de las posibilidades. Para que el cálculo sea manejable dividen el planeta en bloques relativamente grandes que varían en tamaño desde de cientos a miles de kilómetros cuadrados. Esto limita lo que se puede predecir con alta precisión sobre los fenómenos meteorológicos locales.
También resulta difícil saber si algunos de los eventos meteorológicos que estamos viendo ocurren fuera de los límites de los hallazgos del modelado. Por ejemplo, los modelos producen fenómenos como el que ocurre en Europa, pero se supone que son muy raros allí: pasan una vez cada 100 años en las condiciones climáticas actuales. La pregunta es si los fenómenos extremos, como la ola de calor actual de Europa o la del año pasado en el noroeste del Pacífico, son valores atípicos drásticos o señales de alerta temprana de que el cambio climático puede producir eventos más calientes con una mayor frecuencia de lo esperado.
Los científicos han tenido un período de tiempo demasiado corto con un sistema climático calentado por las acciones humanas para determinar las respuestas a ese tipo de preguntas.
“Hay mucha incertidumbre cuando se trata de estos fenómenos sin precedentes y que rompen récords”, responde, por correo electrónico, Flavio Lehner, profesor asistente de ciencias terrestres y atmosféricas de la Universidad de Cornell (EE UU). “No se puede decir, con toda la seguridad, que los modelos los aciertan o no, cuando se trata de determinados eventos extremos”, añade.
¿Qué otras fuerzas podrían estar contribuyendo a las olas de calor muy altas?
Varios investigadores están explorando el nivel en el cual ciertas fuerzas podrían estar agravando las olas de calor y si están representadas con precisión en los modelos actuales, indica Lehner.
Se trata de posibles efectos de retroalimentación, como la desecación del suelo y de las plantas en algunas regiones. Más allá de ciertos umbrales, esto puede acelerar el calentamiento durante las olas de calor, porque la energía que de otro modo se destinaría a la evaporación del agua va calentando el aire.
Otra pregunta científica abierta es si el cambio climático en sí mismo está incrementando la persistencia de ciertos patrones atmosféricos que claramente intensifican las olas de calor. Eso incluye la acumulación de cúpulas de alta presión que empujan el aire caliente hacia abajo, creando los llamados domos de calor que se ciernen sobre grandes regiones y las asan.
Ambas fuerzas podrían haber tenido un papel importante en la ola de calor del Noroeste del Pacífico el año pasado, según un artículo que se publicará pronto. En Europa, los investigadores han notado que una división en la corriente de chorro y el calentamiento de las aguas oceánicas podrían influir en el aumento de los fenómenos de calor extremo en todo el continente.
¿Por qué los científicos no nos advirtieron adecuadamente?
Bueno. Muchas publicaciones se han referido a la presencia de fenómenos meteorológicos cada vez más extremos. Para ser claros, los científicos han estado activando la alarma durante décadas y de todas las formas posibles, señalando que el cambio climático hará que el planeta sea más cálido, más extraño, más difícil de predecir y, en muchos sentidos, más peligroso para los humanos, los animales y los ecosistemas. Al mismo tiempo, han sido francos sobre los límites de su comprensión. La principal acusación a la que se han enfrentado hasta hace poco (y todavía, en muchos lados) es que infunden el miedo del fin del mundo y que exageran la amenaza por los motivos políticos o por la financiación de la investigación.
Los fenómenos del mundo real que resaltan las deficiencias en los modelos climáticos no equivalen al tipo de revelación “ajá, los científicos estaban equivocados todo el tiempo”. Ofrecen una prueba de estrés de las herramientas, que los investigadores utilizan con mucho interés para mejorar su comprensión de estos sistemas y de los modelos que han creado para representarlos, según explica Lehner.
Chris Field, director del Instituto Stanford Woods para el Medio Ambiente, expresó claramente su punto de vista en una carta en respuesta al New York Times tras afirmarse en este periódico que pocos pensaban que el cambio climático iba a llegar tan rápido: “El problema no ha sido que los científicos se equivocaran, sino que, a pesar de las claras advertencias, consistentes con la evidencia disponible, los científicos dedicados a informar a la sociedad han tenido dificultades por poder expresarse en una atmósfera llena de falsas acusaciones de alarmismo y motivación política”.