Pasó el segundo semestre y dejó 128 mil desocupados, un 65, por ciento de caída del salario real y una inflación del 41 por ciento. Los números que analizó el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina trazan un nuevo panorama social, con desigualdades más profundas y un gran desafío para los gremios y la CGT.

Sólo tomando al sector privado y al malhadado segundo semestre, en el que según el Gobierno veríamos la luz al final del túnel, se perdieron casi 128 mil puestos de trabajo. La cantidad seguramente es mayor en la actualidad y, si bien las pérdidas de puestos laborales parecieran haberse desacelerado, abundan las informaciones sobre cierres de fábricas y vacaciones forzosas. Los nuevos desocupados provienen también del Estado nacional y de casi todas las provincias, excepto tres. La caída interanual del salario desde que gobierna Mauricio Macri es al menos del 6,5 por ciento. La tasa de desocupación ya se situaba en más del 8,5 por ciento en el tercer trimestre del año pasado –la fuente es el INDEC- contra el 5,9 del año anterior. La inflación, se sabe, fue de más del 41 por ciento en su promedio anual, tomando los datos cruzados del IPC de varias provincias.

Todos estos datos–que por sí mismos no terminan de reflejar los niveles de sufrimiento social desatados por las nuevas políticas económicas- provienen del informe de este mes de CIFRA (Centro de Investigación y Formación de la República Argentina), el instituto de investigación de la CTA que estuvo más cerca del kirchnerismo y que en los últimos años de ese gobierno tuvo la virtud de distanciarse de los poco creíbles balances hechos por el INDEC, a menudo mediante la simple operación de usar como fuente los informes provenientes de seis o más estados provinciales. Nicolás Arceo, Mariano Barrera, Mariana González y Pablo Manzanelli conformaron el equipo a cargo de la elaboración del informe.

A grandes rasgos se sabe de los daños sociales y económicos causados por las nuevas-viejas políticas de gobierno pero no algunos de sus trazos finos y de las razones de tanto estrago. Primer asunto: las mayores caídas de puestos de trabajo se dieron en la industria y la construcción, “en paralelo a la reducción en el nivel de producción de esos sectores”. Remarca el informe que fueron todos los sectores de la industria los que perdieron puestos de trabajo y que el proceso fue mucho peor en el seno de las grandes empresas, mientras que las empresas más pequeñas “tendieron a preservar más el empleo”. Los 127.905 puestos de trabajo perdidos entre el cuarto trimestre de 2015 y el tercero de 2016 representan una caída del 2,0 por ciento, fenómeno que contrasta con el crecimiento sostenido del trabajo sucedido entre 2003 y 2015, exceptuando el 2009.

Las mayores caídas de puestos de trabajo registrados –dice el informe de CIFRA- se dieron en la industria (39.918 puestos), la construcción (42.049) y las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (36.455). En el caso de la industria manufacturera, la metalmecánica y la automotriz, se acumularon las pérdidas mayores: 16.401 puestos. Algo parecido padecieron el sector de alimentos y bebidas y la industria textil y del cuero. Estas últimas recuerdan mucho un proceso sufrido también durante el menemismo.

Cerca de la mitad de los 128.000 puestos de trabajo perdidos se concentra en Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires. La destrucción del trabajo se expresa en una tasa de desocupación que alcanzó el 8,5 por ciento en el tercer trimestre de 2016, según el propio INDEC, contra el 5,9 por ciento de un año antes. También las estadísticas de la CABA hablan de una suba de la desocupación: si en el tercer trimestre del 2015 era del 7,2 por ciento, al año siguiente subió al 9,8.

Despoblar y repoblar el Estado

Casi todas las provincias perdieron también puestos de trabajo registrado. A las que peor les fue son Tierra del Fuego (con una caída del 13 por ciento que se explica en buena medida por la crisis de la industria electrónica), Santa Cruz (10,5 por ciento, con problemas en la producción petrolera) y San Luis (7,8 por ciento).

Una mirada más abarcadora indica que en el período que va de diciembre de 2015 a febrero de 2016 la cantidad de asalariados registrados en el Estado cayó en alrededor de 55.500 puestos. Con el llamativo detalle de que la cifra actual de empleados volvió a subir desde entonces a 66.800, lo que significa un 0,4 por ciento más de la registrada al final del 2015. ¿Cómo se explica esto en  un gobierno de discurso antiestatal y ñoquifóbico? Más que seguramente porque, sin mencionar los imponentes salariazos que se decretaron para los funcionarios de mayor jerarquía, el gobierno de Cambiemos repobló aquello que había despoblado con su propia gente.

Despedidos de donde sean, precarizados o con un laburito aceptable o un kiosco, a todos, parejamente, les toca el impacto de la inflación. Si se toma como referencia el IPC-9 provincias, en 2016 el aumento general de precios fue de 41,1 por ciento en el promedio anual. Los factores de suba fueron varios: la devaluación, la quita o reducción de derechos de exportación, los tarifazos en los servicios públicos, los abusos con los precios de medicamentos y servicios de salud. Contra todas las críticas justas o exageradas que se hicieron al INDEC de la etapa kirchnerista y la inflación, el aumento anual en el nivel de precios en el ciclo neoliberal no solo fue mucho peor que el del 2015 (26,5 por ciento) sino que quedará para el Guiness nacional como el más alto desde 1990, cuando salíamos de la hiperinflación. Pocos creen en las previsiones modelo 2017 del Banco Central, una inflación de entre 12 y 17 por ciento. De hecho ya se programaron –con idas, venidas, apuros y papelones- nuevos incrementos en las tarifas de los servicios públicos y combustibles.

A más inflación, más pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Los aumentos negociados en paritarias quedaron bien atrás del aumento de precios (de nuevo: una caída en el poder adquisitivo salarial del 6,5 por ciento). Si en estos días la CGT al fin decide paros y movilizaciones para la segunda quincena de marzo, es de suponer que este año los gremios se la harán menos fácil al gobierno a la hora de adelantarse a la inflación futura y –añaden los investigadores de CIFRA- a la hora también de compensar las pérdidas del 2016.

Mal, pero desiguales

Un fenómeno menos conocido del cuadro social que vivimos es que la desigualdad de los ingresos de los ocupados “aumentó significativamente en un año que fue regresivo para el conjunto de los trabajadores”. Dice el informe de CIFRA que “la relación entre los ingresos promedio de los ocupados que más y menos ganan pasó de 16,8 veces en el segundo trimestre de 2015 a casi 20 veces en el tercer trimestre de 2016”.  Creció la participación en el total de ingresos laborales del 20 por ciento de los ocupados con mayores ingresos, en detrimento del 80 por ciento restante. Como consecuencia del menor salario real y menor empleo, los asalariados vieron disminuida su participación en el valor agregado, que pasó del 38,0 por ciento al 35,5. Y el primer semestre del 2017 recién comienza.