En la conferencia de prensa de su marcha atrás con los recortes a jubilados y el autoperdón por la deuda del Correo, el presidente Mauricio Macri repitió su hábito de hablar de otra cosa cuando un periodista lo apunta con un interrogante concreto.
Tuvo algo de déjà vu: “El punto de partida fue el de un país quebrado. Y tenemos que poner el hombro. Las decisiones que tomo, las tomo convencido. Me levanto pensando de qué manera los voy a ayudar. Me dolió cada aumento. Pero nos íbamos a quedar a oscuras todos si no se aumentaba la tarifa de luz. Gracias a eso, los cortes se redujeron a la mitad. Lentamente pusimos en marcha el país”
Así contestó Macri a una pregunta que le formularon en la conferencia de prensa en la que dio marcha atrás con el acuerdo del Correo y con la corrección del índice de actualización de las jubilaciones. La respuesta presidencial haría suponer una pregunta general sobre el rumbo de su gobierno. Pero no fue así. Un periodista de Ra
dio el Mundo le había planteado lo siguiente: “Lamentablemente, más allá de las buenas intenciones, los números no van con la realidad que plantea. Hay despidos permanentes. Hubo 4 mil despidos, por ejemplo, en el sector prensa solamente. Ante los cuadros tarifarios, aumentos de transporte… yo gano 12 mil pesos… ¿cómo vamos a hacer para pagar todo esto? Y nosotros trabajamos día a día, somos trabajadores”.
Algo no encaja. Nada tiene que ver la respuesta con la pregunta que es muy específica y a la que se contesta con generalidades, atravesadas, en este caso, pero en otros parecidos también, por apelaciones de marca autoayuda (“tenemos que poner el hombro”) con referencias a su papel central en este proceso de cambio al que está sometiendo a la Argentina. A eso se suman afirmaciones faltas de toda precisión e incomprobables como la reducción a la mitad de los cortes de luz. Para decirlo de otro modo, no se trata del habitual recurso de irse por las ramas para armar un simulacro de respuesta. Se trata de no responder. No hay anclaje alguno entre lo que se pregunta y lo que se contesta. Son mundos separados.
No es la primera vez que esto sucede. En la entrevista que concedió a la periodista mexicana Cecilia González, Macri apeló al mismo recurso para enfrentar dos temas complicados. Respecto de la cuestión del número de desaparecidos, respondió aludiendo a generalidades respecto cuáles son los derechos humanos. Otro tanto hizo cuando debió hablar del aborto: “Tengo convicción de que la vida es algo tan maravilloso que aunque llegue en circunstancias no pensadas tiene que privar esa energía que se genera.”
Esta estrategia de no responder a lo que se le pregunta –lo cual no deja de invalidar hasta cierto punto la idea de conferencia de prensa- se suma al tono admonitorio que suele marcar los dichos de Macri. Lo de andar en casa en remera y en patas, lo de cerrar una crítica a los paros con un escolar “y eso está mal”. Hay un costado del presidente al que no se le ha prestado suficiente atención, su afán pedagógico. La escena más emblemática de esta actitud fue hacer declamar “sí, se puede” a los chicos de las escuelas durante el acto del Día de la Bandera.
Pedagogía del reprimido
Esa pedagogía –que en parte es una marca de estilo de Cambiemos pero que en Macri es más patente- implica establecer una relación de desigualdad entre propios y ajenos. No se les contesta o se aprovecha cualquier ocasión para enseñar algo a los interlocutores a quienes se les muestra de manera permanente lo que está bien o está mal. Hay algo en ese estilo que se contradice con la tan meneada vocación de diálogo. Se dialoga entre iguales, un diálogo es un espacio en el que todas las palabras tienen el mismo peso.
No es sólo un modelo económico lo que trae el macrismo al poder. Entre aportes propios e incorporación de muchas cosas que encuentra en los medios y en una buena cantidad de discursos sociales, propone un sistema de vida en el que unos lo ejercen porque lo traen de su frecuentación de colegios privados, escuelas de negocios y coaching polirrubros, además de espiritualidades difusas, al estilo Shankar y consumo de autoayuda. Los otros deben imitarlo. Fijarse en el ejemplo que se les propone, en el cual la austeridad no es un tem menor. Con la diferencia de que para quienes tienen dinero y poder, la austeridad es una opción que eligen por cuestiones de moral, en los demás es una obligación. Pero esa elección moral los hace superiores. Son austeros porque entienden el valor de la austeridad, no hay nada ni nadie que los obligue a serlo.
En esa soledad del ejercicio de la pedagogía, las preguntas de los educandos no se contestan, se les dice lo que deben repetir como en el acto del 20 de junio, o se les cambia de tema para que no fastidien y se aboquen a lo que importa. Algo que se define de un solo lado.