Durante más de cuatro décadas, Afganistán ha sido un tablero de ajedrez de las grandes potencias internacionales. Uno de los momentos clave en esta partida geoestratégica fue 1979, cuando se produjo la entrada de la Unión Soviética en Kabul, bajo el mandato de Leonid Brézhnev.

Así empezaba el remate de la Guerra Fría y una nueva escalada de tensión entre la URSS y Estados Unidos. Lo que comenzó como una operación destinada a mantener el control y la influencia soviética en el país se convertiría entonces en un conflicto que duraría diez años y que supuso un avispero para la URSS: la retirada de las tropas soviéticas ha sido históricamente comparada con la manera en la que los americanos abandonaron Vietnam.

Por otra parte, si a mediados de los años 70 había comenzado en la región una tendencia de querer recuperar la pureza del islam basándose en aspectos fundamentalistas, en los años 80 lo que unió a los diferentes países fue la búsqueda de la expulsión de los soviéticos. En este contexto nacía en Pakistán, concretamente en agosto de 1988, al Qaeda (en árabe, La Base), un nombre que hace referencia a un campo de entrenamiento de jóvenes muyahidines creado para luchar contra la URSS, entre ellos un joven líder de 31 años llamado Osama bin Laden.

Civiles afganos se sientan a la espera de salir del aeropuerto de Kabul. (Foto de Wakil Kohsar / AFP).

Los muyahidines, o guerrilleros islámicos, también contaron con un importante apoyo económico de Estados Unidos y de Arabia Saudí, que no iban a permitir que un país con la importancia estratégica de Afganistán quedase en manos de soviéticas. Así, la milicia sin fronteras de los muyahidines, apoyada por los servicios secretos de Pakistán, la CIA y de la inteligencia saudí, logró en 1989 la retirada soviética.

La marcha de los soviéticos dejó a unos combatientes islámicos orgullosos que habían luchado no por ninguno de los países que les apoyaban, sino por Dios, al que atribuyeron su victoria. Fue justo en ese momento cuando el embrión talibán comenzaba a tomar forma.

El vacío de poder

Una vez que los soviéticos abandonaron Afganistán, el país sufrió una guerra civil en la que distintos grupos políticos lucharon por el poder central. Al mismo tiempo, diversos señores de la guerra aprovechaban la situación y se enriquecían a costa de las luchas entre etnias y tribus.

En medio de un escenario fuertemente marcado por el vacío de poder, los veteranos muyahidines que ya habían luchado contra los soviéticos fueron organizándose siguiendo una doctrina islamista modernista, que rechazaba tanto la anarquía de aquellos años como la influencia occidental. En 1994, en la provincia meridional afgana de Kandahar, este movimiento integrista adquiría el nombre oficial que sigue utilizándose a día de hoy: talibán.

La etnia pastún, la vertiente sunita y el nacionalismo

El nombre viene de talib (estudiante en árabe y pastún), ya que muchos de los integrantes son pastunes, una etnia sunita y predominante en Afganistán, que habían sido estudiantes en madrazas de Pakistán.

El proyecto nacionalista pastún de los talibanes buscaba instaurar un emirato en Afganistán. Para ello contó con el apoyo de Pakistán, país en el que viven entre 25 y 30 millones de pastunes, y también de Arabía Saudí, la monarquía sunita por excelencia.

El presidente iraní, Ebrahim Raisi,  asegura que la “derrota” estadounidense en Afganistán debe convertirse en una oportunidad para “una paz duradera”. Foto: Presidencia Irani / AFP).

Los talibanes tomaron el poder en Kabul en 1996, y cabe señalar que en un principio fueron apoyados por el pueblo afgano, harto de disputas entre los señores de la guerra. Sin embargo, su conservadurismo radical reflejado en ejecuciones públicas, la destrucción de los budas gigantes de Bamiyán o la vulneración sistemática de los derechos de la mujer propició su impopularidad local, regional e internacional.

Los talibanes gobernaron Afganistán desde 1996 hasta 2001, un periodo en el que las mujeres pasaron a estar completamente relegadas a un papel figurante en el hogar, pues tenían prohibida cualquier actividad laboral o que tuviera que ver con la educación. Durante el gobierno talibán, las afganas no pudieron salir de sus casas sin acompañar y trataban de vivir entre múltiples prohibiciones, como la de cantar o reírse en voz alta, por no hablar de mostrar su rostro. La vulneración de derechos de las mujeres era el aspecto que más chocaba con la realidad internacional, una sensación de alarma que desafortunadamente se repite.

El turno de Bush

No fue para garantizar la seguridad y derechos de las mujeres por lo que se movilizaron las fuerzas. Tuvo que ocurrir un atentado de la magnitud del ataque a las Torres Gemelas para que la esfera internacional actuase. Se habían acumulado sospechas de que Afganistán podía ser un campo de entrenamiento para al Qaeda y que Osama bin Laden se encontraba en el país bajo protección de los talibanes, dada su cercanía yihadista. Fue este recelo ligado al terrorismo el que provocó que en 2001 se produjera la invasión estadounidense en Afganistán, un mes y una semana después del 11 de septiembre.

En poco más de tres meses, la OTAN liderada por Estados Unidos hizo retroceder a los talibanes instaurando el Gobierno de transición de Hamid Karzai en diciembre de 2001. Era el momento de George Bush de elegir un enemigo con el que saciar la sed de venganza por el mayor atentado terrorista que ha sufrido la sociedad estadounidense. Dos años tarde, el país elegido para ser el gran enemigo de Estados Unidos, y de todo Occidente, sería Iraq.

Los talibanes vuelven a Kabul

No obstante, ni esta operación llamada “Libertad Duradera”, ni la muerte del mulá Omar, hecha pública en 2015, hizo que los talibanes desaparecieran de Afganistán. El grupo se ha mantenido presente durante dos décadas reivindicando su presencia por todo el territorio afgano.

Combatientes talibanes en Kabul mientras miles de personas asaltaban el aeropuerto tratando de huir. (Foto de Wakil Kohsar / AFP)

El lunes 15 de agosto tuvo lugar un nuevo hito para este movimiento: los talibanes han vuelto a tomar Kabul, esta vez sin demasiado esfuerzo. Después de 20 años, las tropas estadounidenses han abandonado el país, dejando un escenario repleto de proyectos fantasma y de deserción de fuerzas afganas que los talibanes han aprovechado para avanzar sin pausa desde el pasado mes de mayo. Voces expertas en el tema, como la de Ahmed Rashid, escritor paquistaní y especializado en yihadismo, aseguran que la ofensiva actual de los talibanes es la más dura desde su creación en 1994.

El reciente avance talibán ha dejado imágenes que probablemente pasarán a la historia: desde la entrada de los milicianos al palacio presidencial de Kabul sin ninguna resistencia, hasta la desesperación de los civiles que se agarran a ruedas y alas de aviones con tal de salir del país.

 

Publicado originalmente por El Salto (elsaltodiario.com) el 17 de agosto de 2021.