Según un informe de Lancet Countdown Sudamerica el número estimado de muertes relacionadas con el calor se ha incrementado un 160% entre 2017 y 2021. Las pérdidas económicas, solo considerando ciertos sectores en 2021, fueron de 22.000 millones de dólares.

Comentario de AgendAR (la agencia amiga lo puso al final, con delicadeza. Socompa lo ubicar al principio): Esta advertencia del brazo regional de Lancet -una prestigiosa revista que se publica en Inglaterra- nos parece válida pero mal dirigida. El aporte de los países sudamericanos al calentamiento global es mínimo y en gran parte está compensado por la fijación de carbono que hace sus bosques y praderas. Son EE.UU., China y la Unión Europea los mayores responsables del calentamiento global antropogénico, es a ellos a quienes debe dirigirse la exhortación. Aunque será muy difícil descarbonizar, por ejemplo, la guerra en Ucrania.

Un informe dado a conocer por Lancet Countdown Sudamérica –el brazo regional de la tradicional revista de medicina británica enfocado en las consecuencias locales del calentamiento– muestra en detalle el nivel de estas amenazas, alerta sobre los limitados planes sanitarios de adaptación y respecto de los problemas financieros existentes que hacen más difícil enfrentar la situación en toda la región. “El mensaje clave”, dijo Stella Hartinger, directora del Centro Regional Lancet Countdown Sudamérica, durante una rueda de prensa en la que se dieron detalles del trabajo, “es que el cambio climático perjudica la salud de los sudamericanos y estos efectos adversos se están acelerando, en particular sobre los más vulnerables; la tendencia va a continuar si no se toman las medidas inmediatas” que además detallan.

El informe, que reúne la colaboración de 28 investigadores de 21 instituciones académicas y agencias de la ONU incluidas la Organización Panamericana de la Salud (OPS), indica –entre otros efectos– que en los últimos diez años se han visto más intensas y más frecuentes olas de calor que pusieron en riesgo la vida de niños de menos de un año y de los adultos de más de 65. “El número estimado de muertes relacionadas con el calor se ha incrementado un 160% en el período 2017-2021 comparado con el período 2000-2004″, dice el estudio que agrega que partes de la Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela tuvieron anomalías (es decir, promedios superiores al rango normal) de hasta 2°C. “Las olas de calor se han vuelto más frecuentes e intensas, y ponen en peligro la salud y la supervivencia de estos grupos etarios”, señaló Yasna Palmeiro-Silva, investigadora de la Universidad Católica de Chile y del London College y autora del reporte.

Incluso se menciona el valor en dinero de esta mortalidad por calor como “el equivalente al ingreso promedio de 485.000 trabajadores en 2021″ y se añade la limitada productividad de quienes sobreviven: “Las pérdidas de la región asociadas por la reducción de la productividad debido al calor en 2021 fue de US$22.000 millones, con los sectores de la construcción y la agricultura como los más afectados, el 68% del total de la región” de 420 millones de habitantes. El mecanismo por el cual el calor excesivo puede matar es a través de daños cardio y cerebrovasculares y empeoramiento de las condiciones respiratorias, además de agravar cualquier otra comorbilidad. Por una cuestión de cierre de los datos que el trabajo recopila no está la ola de calor más grave de la historia argentina, que sucedió este mes y resultó el corolario del verano con más olas de calor jamás registrado. En este contexto, los autores señalan un dato a favor de la Argentina y que debería ser imitado por otros países, según se afirma: el sistema nacional de alerta temprana de calor argentino es “el único sistema de alerta temprana que se ha puesto en marcha y evaluado” (Brasil le sigue, pero no fue evaluado aún).

Dengue

Como todo está interrelacionado, que haya calor más sostenido en el tiempo genera las condiciones para que el Aedes aegypti, la especie de mosquito que puede transmitir el virus del dengue, esté a sus anchas durante más tiempo. Esa es otra pata del ataque del cambio climático a la salud sudamericana, que en estos días daña particularmente la argentina con una epidemia desbocada en el centro del país, como parte de la región que también está atacada por el virus chikungunya, que provoca una enfermedad similar al dengue y es transmitido por el mismo mosquito.

“Los cambios en las condiciones ambientales también afectan la distribución geográfica de las enfermedades infecciosas”, subraya el trabajo de Lancet Countdown, ya que “la región es endémica en dengue, que tiene ciclos periódicos de brotes en la región y alcanzó un pico de incremento del 35,3% en 2012-2021 comparado con la línea de base de 1951-1960″. Por el corte temporal efectuado deja de lado a la Argentina y a Surinam, pero al señalar 16 millones de casos en la región en el período 2011-2017 admite que son daños sustancialmente subcuantificados, con la urbanización creciente y el aumento de la movilización de las personas como causas que ayudan al fenómeno. “Al punto de corte de datos de 2021 no había incremento de las zonas de dengue en la Argentina, pero es posible que las olas de calor y la ampliación de la idoneidad climática se muestre en futuros reportes con un incremento de la transmisión y se vea relacionado con los brotes hoy observados”, dijo Andrés Lescano, del Centro Latino Americano de Excelencia en Cambio Climático y Salud (Universidad Peruana Cayetano Heredia), coautor del informe.

Pero las vulnerabilidades de América del Sur no terminan ahí, según el informe que abarca en total 25 indicadores que incluyen metodologías para “monitorear el impacto de las temperaturas extremas en la inseguridad alimentaria, la contaminación del aire en los hogares y la alineación de la industria de los combustibles fósiles con un futuro saludable”. También se incluyen incendios forestales, relacionados con altas temperaturas y sequías como la que ha sufrido la Argentina últimamente. “A nivel regional, la exposición a un incendio forestal ha aumentado en nueve de los 12 países”, dice. Las sequías, por otra parte, también dañan la seguridad alimentaria y la subsistencia de millones de personas, dado que “las cambiantes condiciones medioambientales suponen una amenaza para la producción; la duración media de la temporada de crecimiento de cultivos del trigo de primavera, trigo de invierno, el maíz, la soja y el arroz disminuyó en un 2,5%, 2,2%, 1,6%, 1,3% y 0,4%, respectivamente” comparado con la línea de bases 1981-2010.

Por último, los autores también dejaron espacio para la salud mental. Pese a que “no hay un indicador global o regional, en el reporte aparece su importancia”, dijo Hartinger. “Hay ansiedad climática entre los jóvenes, pero es algo difícil aún de mensurar, por lo que debemos estar preparados y echarle un ojo”, explicó. “Los problemas de un cambio climático que erosiona el bienestar psicosocial varían desde desórdenes mentales comunes a problemas mentales severos y suicidios”. Y por si fuera poco son mal atendidos: “Solo uno de cada cuatro personas con algún desorden mental en América del Sur recibió tratamiento de algún tipo”, dice el trabajo.

Diagnóstico y soluciones posibles

Las ciudades, convertidas en hornos de cemento imposibles.

Como en otros informes de este tipo, el reporte se esfuerza no solo por trazar un diagnóstico, sino que del mismo modo enfatiza soluciones posibles que se deben poner en marcha cuanto antes. Por un lado, dice que “en los últimos diez años, las poblaciones de todos los países de la región han visto su salud cada vez más afectada por los peligros relacionados con el cambio climático. Esta tendencia no hará más que continuar si no se toman medidas inmediatas de mitigación y adaptación al cambio climático”. Pero enseguida agrega que los planes de descarbonizar la economía, para reducir las emisiones de gases contaminantes en línea con los objetivos de Naciones Unidas, “no solo ayudarán a la región a cumplir sus compromisos en virtud del Acuerdo de París, sino que también proporcionará importantes e inmediatos beneficios para la salud”.

“Estos indicadores muestran cómo el cambio climático provoca graves impactos en la salud en la región, y la importancia de la preparación y la prevención, acelerar nuestros esfuerzos hacia una transición con cero emisiones de carbono y la necesidad de compromisos financieros para responder a los retos que impone el cambio climático”, finalizó Hartinger. La clave en definitiva es dar el cambio climático como un hecho, hacerles caso a las previsiones de los científicos y adaptar también los sistemas de salud a los problemas que vienen.

Imagen de apertura: incendios en la Amazonia.

FUENTE: AgendAR.