Algo está cambiando en el país de los ayatolas. Las protestas sociales que se dispararon a raíz de la muerte de la joven Mahsa Aimi hablan de un descontento profundo que cuestiona los fundamentos de la República Islámica surgida en 1979, tras el derrocamiento del sha Mohammad Reza Pahleví.
La semana pasada, una joven kurda de 22 años, Mahsa Amini, visitaba Teherán en compañía de su familia. Mientras caminaba por las calles de la capital de Irán, fue detenida por la Policía de la Moral por no llevar puesto de manera correcta el hiyab, el un velo que las mujeres musulmanas usan para cubrir su cabello y parte de su cuerpo en presencia de personas que no sean de su familia inmediata.
En Irán, no llevarlo, o hacerlo de “manera equivocada” es una falta grave a la moral. Sin embargo, las mujeres iraníes desde hace bastante tiempo protestan en las redes por esta forma de control, y cada tanto vuelven las protestas violentas por diversos reclamos. El último movimiento de protesta de carácter nacional y que trascendió las fronteras de Irán -algo que, al parecer, molesta bastante al régimen islamista del imán Alí Khameni, líder supremo de Irán- tuvo que ver con la crisis del agua.
El año pasado, hubo escasez hídrica en diferentes regiones del país, lo que motivó diferentes movilizaciones que se extendieron, mientras la población culpaba a las autoridades, las que, a su vez, hablaba de la peor sequía en 50 años. Tal vez una y otra cosa eran ciertas, o ambas partes tenían su cuota de razón. Lo que no cambió es la respuesta: represión.
La misma respuesta ocurre ahora ante las protestas por la lamentable muerte de la joven kurda. El líder supremo Khamenei se apuró a ordenar una investigación mientras la policía ya adelantaba que la joven sufría problemas cardíacos y la familia negaba enfáticamente que tuviera una enfermedad que la pusiera en riesgo de padecer un ataque cardiovascular.
No obstante, hay videos que muestran una descompensación de la joven, su ingreso al hospital y fotos con su permanencia en terapia intensiva. Estos videos, que circularon en las redes y sitios de Internet, no pueden ocultar la raíz del problema: para la familia el tema es que perdieron una joven de 22 años en circunstancias no aclaradas que hacen desconfiar de un gobierno que reprime algunos delitos con pena de muerte en un país donde el estado de derecho es inexistente.
Para los manifestantes, se trata de terminar o atenuar las medidas de un régimen que los oprime, los vigila y los castiga constantemente. Para las mujeres iraníes, que inundan las redes con sus protestas, ya sean cortándose el cabello o quemando en las hogueras sus hiyab, se trata de vivir más libremente y de conservar su propia vida.
No será en estas líneas donde juzguemos la interpretación del Islam que hace la rama chiita de la religión musulmana, ni tampoco se intentará justificar las acciones del régimen iraní simplemente porque es sancionado económicamente por Estados Unidos, o porque es el principal enemigo de Israel, aliado de Estados Unidos en la región y enfrentado a algunos países árabes (cada vez menos) a partir de la ocupación de lo que se consideran territorios palestinos.
El régimen iraní es, efectivamente, castigado por la principal potencia mundial, y esto repercute en su economía claramente, toda vez que hay miles de millones de dólares a los que Irán –una potencia petrolera– no puede acceder debido al bloqueo estadounidense. Pero también es cierto que este régimen se encuentra inmerso en una carrera armamentista para la que destina inmensos recursos, mientras sus habitantes padecen escasez de agua y represión por la vestimenta.
Así como Socompa, en sus líneas, toma claramente posición a favor de los oprimidos en todo tiempo y lugar, sobre todo en aquellos lugares donde el imperialismo mete sus garras, no podemos mirar para otro lado cuando un enemigo de Estados Unidos como Irán elude la democracia, no escucha a sus habitantes, los vigila, al tiempo que oprime a sus mujeres a partir de la vestimenta o de cómo usan el pelo.
Irán no es un régimen democrático sólo para oponerse a Estados Unidos. Irán no es un régimen democrático porque no cumple con dos requisitos fundamentales: no hay una oposición competitiva ni hay libertad de prensa. Hay elecciones y hay representantes, es verdad; pero eso no significa que haya democracia.
Igualmente, no abundaremos en los conceptos sobre democracia, porque es una discusión en la que ni siquiera la ciencia política se ha puesto de acuerdo. La discusión sobre los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua atraviesan América latina y lejos estamos de un acuerdo respecto de los regímenes de gobierno en esos países.
La justicia social -que, dicho sea de paso, tampoco existe en Irán- no transforma a un régimen en democrático. Las sanciones internacionales y la condena a la que es expuesto Irán tampoco justifican un régimen dictatorial, así como esas sanciones no tienen razón de ser, porque nadie sanciona a Estados Unidos ni a Rusia, ni a otros estados, por tener capacidad nuclear.
Las sanciones estadounidenses al régimen iraní tienen que ver con su desarrollo nuclear, al que otros países de la región temen, y no sólo Israel. Los países árabes gobernados por el Islam sunita, como Arabia Saudita, temen el poderío militar de Irán. Por eso los lazos diplomáticos que han entablado algunos países árabes con Israel cumplen el doble juego de protegerse y de proteger, a la vez, al Estado de Israel, que es el principal aliado de Washington en Oriente Medio.
El régimen iraní se mueve dentro de una región que le es hostil, en un mundo que le es hostil, pero elige las peores armas para enfrentarlo: vigilancia, sometimiento y represión del pueblo. No será de esa forma como Irán se liberará del asedio.
Las calles iraníes hablan, las mujeres y los hombres iraníes que arriesgan su vida en cada movilización son la cabal expresión de que el régimen está perdiendo apoyo. Lejos están los días de 1979, cuando la Revolución se sacó de encima otro régimen -el del sha Mohamad Reza Pahlevi, que los gobernó durante 40 años- que los oprimía, sólo que tenía de aliado a Estados Unidos y no se cuestionaba si era democrático o no.
La revolución iraní, a más de 40 años de ocurrida, también dio lugar a otro régimen opresor, fundamentalista religioso. Los signos de los tiempos indican que es el movimiento de mujeres el que está a la vanguardia en muchos lugares del globo. Irán no es la excepción. La muerte de Mahsa Amini es una más de tantas injusticias que viven las mujeres iraníes. Tal vez llegó el momento de decir basta. En eso está la calle iraní: arriesgando su vida para decir basta.
Al cierre de este artículo eran 50 los muertos y 700 los detenidos durante las protestas.
Fuentes de consulta: france24.com, aljazeera.com, ynetespanol.com, biografiasyvidas.com