El escándalo del Correo Argentino fue uno de las pocas balas que le entraron a un Presidente que parece ser inmune a todos los males.

Hace apenas una semana, la sensación era que el gobierno de Macri había entrado en una pendiente irremediable, provocada por la condonación de la deuda del Correo Argentino, por un lado y la baja en el ajuste de las jubilaciones, por el otro. Hasta los propios exégetas de Cambiemos oscilaban entre el asombro y la indignación. Pese a las disculpas un tanto torpes a la conducta presidencial (la relación de Mauricio con Franco),  Luis Majul  coincide con muchos de sus colegas oficialistas, como el indignado a perpetuidad Jorge Fernández Díaz, en que la cuestión del Correo Argentino fue una pifia y de las peores y era pesimista en cuanto a la posibilidad de revertir en el corto plazo sus efectos negativos.

Pasados siete días y viaje a España de por medio, nada parece haber pasado. El tema del Correo ha entrado aceleradamente en un proceso de obsolescencia, mientras  que de  los jubilados ya nadie se acuerda. Se podría decir lo mismo de los Panamá Papers o de las cuentas off shore del presidente y su familia. Hay una dinámica del escándalo: tiene destino de corto plazo. No son los hechos, sino la manera en que se los cuenta lo que los agota o les da vida. O al menos eso es lo que se quiere hacer creer. A la manera de los sofistas (que eran bastante más ingeniosos), los relatores mediáticos de la realidad nacional son talibanes de la retórica. Apuestan a los efectos de un título engañoso o a que un copete anuncie como verdadero algo que en la nota aparece en el siempre utilitario condicional.

Los medios que comulgan con Cambiemos adoptan permanentes estrategias de distracción. Entre ellas,  la frivolidad no es un recurso menor. Las supuestas disputas de alta costura entre Letizia y Juliana hicieron lo suyo. También hay recursos perennes: la remanida apelación a la “ruta del dinero k” que, según su leal saber y entender, siempre garpa. Creen que una buena dosis de Báez tapa, por ejemplo, el impacto de los tarifazos. La cuestión es cambiar permanentemente de conversación, mientras se mantienen las resonancias en bajo continuo de temas como la corrupción del gobierno kirchnerista.

Esta estrategia de la prensa oficial parece poner en aprietos a los medios opositores, Como la agenda mediática cambia a velocidad crucero, se adoptan dos estrategias hasta cierto punto contrapuestas para adecuarse a ella: por un lado la insistencia en temas que han sido abandonados en el espacio público. Y, por otro,  un descubrimiento constante de nuevos negocios estatal-privados del presidente. Otra forma del escándalo. No es seguro de que se pueda salir de esta dinámica de trabajo en espejo. Ya no son estos tiempos en que resuene el “Clarín miente”, aunque siga mintiendo como siempre, pero la batalla está entablada en torno a formas enfrentadas de la indignación que es el modo de asegurarse la fidelidad de  espectadores y lectores. Los indignados por el presente ahora se indignan por el pasado, los que antes justificaban hoy se indignan en tiempo presente.

Decía René Descartes: “La indignación se observa mucho más en quienes quieren parecer virtuosos que entre los que verdaderamente lo son; pues, aunque los que aman la virtud no pueden ver sin ninguna aversión los vicios de los demás, solo se apasionan contra los más grandes y extraordinarios”.

Esta persistencia en la indignación –algunas de cuyas formas más repulsivas pueden leerse en los comentarios de lectores (lo que forma parte de los medios) y en las redes sociales- muestran que la política y el periodismo (no sólo el político) construyen y reciben una moralidad. Habría que ver si es posible o deseable salir del circuito de la moral para pasar a otra cosa que no se sabe qué es. Lo cierto es que el escándalo permanente de ayer y la indignación en cascada amenazan en terminar en el desánimo o en otras formas de callejones sin salida.

La oposición a la moralidad es la necesidad. En una semana, los docentes empezarán su paro, la CGT se movilizará contra la reducción de los salarios, las mujeres estarán en huelga para que no las sigan matando. Hay algo allí –aunque sea imposible adivinar su destino- que pone en cuestión las visiones mediáticas. Porque esas manifestaciones no son indignadas sino indispensables, hay demasiadas cosas que se juegan en ellas.