Se lo suele recordar por su rostro y gestualidad de loquito psicodélico en “Easy Rider” y “Apocalipsis Now”, pero mucho antes participó de clásicos macizos del cine y las series de TV. Talentoso emergente del buen o mal reviente, este repaso por la vida de Dennis Hopper es un lindo regalito.

Dice la leyenda, incierta como lo fue casi todo en la vida de Dennis Hopper, que Francis Ford Coppola no le dijo que los cuerpos de los muertos que aparecen en el refugio del coronel Kurtz en una de las escenas finales de Apocalipsis Now eran reales. Al horror que en él despertaron esos cuerpos se debe, al parecer, esa cara de perpetuo alucinado que Hopper luce en la película, donde interpreta a un fotógrafo fuera del tiempo y la realidad, miembro de la corte de locuras del coronel Marlon Brando. Lo cierto es que Apocalipsis es apenas un episodio más en esa legendaria leyenda, esta vez real, que fue la vida de Hopper, actor, director, fotógrafo, coleccionista de arte, residente hasta poco antes de morir de un improbable cielo lisérgico desde el que tal vez continúa mirándonos con ese aire de rebelde sobrado, duro y hasta un pelín psicópata, una mirada similar a la que todavía lucen los inolvidables personajes a los que dio vida en la pantalla durante el último medio siglo.

Hijo de una familia de clase media acomodada de Kansas, Dennis, que había nacido en 1936, se crió en el campo de sus abuelos luego que su padre partiera a combatir en la Segunda Guerra seguido de cerca por su madre, que durante esos años fue voluntaria de Cruz Roja. Ya desde pequeño se apasionó por el teatro y el primer golpe de fortuna, una fortuna que habría de aparecer como destello fugaz en los próximos años, lo tuvo al volver su familia de la guerra, cuando se trasladaron a Kansas City. Ahí Dennis conoció por primera vez la pasión por el arte. En el Art Institute de la ciudad tomó clases con el muralista Thomas Hart Benton, el hombre que con sus pinturas del Lejano Oeste construyó un imaginario social portentoso que el cine del western llevaría luego a su apoteosis.

Obligada por una enfermedad que se le declaró a su hermano, la familia tuvo que trasladarse a San Diego, un episodio triste que sin embargo significó para Dennis un soplo providencial. Allí se incorporó al Old Globe Theater y comenzó a interesarse por el método actoral del célebre Lee Strasberg, que llegó a ser su maestro durante cinco años. A los 19 años debuta en el cine a lo grande, formando parte de la mítica pandilla de James Dean en Rebelde sin causa, de Nicholas Ray. Su aire de chico malo encandilando a la bella Natalie Wood, deslumbró a Hollywood y su amistad con Dean se volvió mitológica. La película iba a transformarse con el correr de los años en un clásico, el símbolo de la irrupción de la generación beat, los chicos de la posguerra que venían a cambiar un mundo en decadencia a golpes de drogas, sexo y rock and roll.

Hopper, por una vez elegantemente ataviado, en “Gigante” (1956).

Un año después de un debut tan apoteósico, la Warner lo sumó al que iba a convertirse en el último proyecto de James Dean, Gigante, dirigida por George Stevens. Allí Cooper se codeó con estrellas como Elizabeth Taylor, Rock Hudson y Sal Mineo. Y sintió por primera vez los mareos que provoca el abismo. La muerte de su amigo James Dean a bordo de su Porsche mientras la película se encontraba todavía en postproducción le produce un profundo shock. Algunos de sus biógrafos sostienen que durante esos días se forjaron las bases de sus futuros desórdenes psíquicos, que acabarían por hundirlo en un mar de cocaína y alcohol.

Un destello de luz sobre el rebelde malvado

Strasberg le ha enseñado a mimetizarse con sus personajes hasta perder el límite y Dennis no tardará en extraviarse en los bordes de esta peligrosa frontera. John Sturges lo convoca en 1957 para que forme parte del elenco de Duelo de Titanes y será Henry Hathaway el primer director en lanzarle una maldición que lo expulsó de Hollywood. Durante el rodaje de From Hell to Texas, en 1958, se enfada con Hopper luego de haber tenido que repetir una toma 85 veces y lo expulsa del plató al grito de “nunca llegarás a nada en esta ciudad”, una amenaza no muy difícil de cumplir en la California de aquellos años en los que la industria del cine se encontraba concentrada en un puñado de estudios.

Excluido del paraíso, al que había entrado por la puerta grande, Hopper se refugia en las series de televisión, llegando a participar en las más importantes de la época, desde Bonanza, a La dimensión desconocida, pasando fugazmente por Cheyenne y El hombre del rifle, casi siempre haciendo un rudo papel de malvado con un aire ligeramente trash, un arquetipo que se convertirá con el tiempo en su marca de identidad.

En esos años comienza a cultivar una pasión heredada de su amigo Dean: la fotografía. Con una cámara al hombro hará grandes retratos de Paul Newman, Martin Luther King y su nuevo amigo en el universo de las estrellas psicodélicas, Andy Warhol, bajo cuya influencia cultivará otra de sus grandes aficiones, el coleccionismo de arte.

En 1965, Hathaway, el mismo director que lo había expulsado de Hollywood, lo convoca para formar parte del elenco de Los hijos de Kathy Elder, una película menor. Pero su retorno a Hollywood se produce en un momento muy especial para la industria del cine. “Todo el mundo en la calle consumía marihuana y LSD, pero en las pantallas se seguían viendo las viejas películas de los años cincuenta”, recordará más tarde. Un día se mete en el cine a ver The Trip, un film de motoqueros alucinados dirigido por Roger Corman, que le produce una profunda impresión. Convencido de que es posible llevar el ambiente de libertad que se respira en la calle a las pantallas, sacudiendo la industria, encuentra en Peter Fonda un aliado con el que encarar su próximo proyecto. Decidido a meterse detrás de las cámaras, Hopper debutará como director en 1969 con Easy rider (Busco mi destino).

Con un coste de sólo 400 mil dólares, Easy Rider no tardó en convertirse en una vaca sagrada. Al mismo tiempo que recaudaba 50 veces el valor de su costo, la historia de los motociclistas marihuaneros que se van en busca de América por las carreteras, con una alta dosis de ácido en la sangre y sed de aventura en las venas, para terminar encontrando la muerte, se transforma en un ícono de la época. Además de producir la irrupción de Jack Nicholson en el mundo de las estrellas (quedará para siempre en las retinas su frase lapidaria “esta es una sociedad que se llena la boca hablando de libertad, pero le teme a cualquiera que la ejerza”), el film transforma a Hopper en el director de moda, conecta al cine con los jóvenes y acaba por barrer el viejo sistema de estudios que manejaba la industria desde la posguerra. “He tenido algunos destellos de brillantez en mi vida” sostuvo Dennis muchos años después. Está claro que Easy Rider fue uno de ellos. Tal vez el más brillante.

“Es un hombre muy enfermo y peligroso”

Pero el destello se apagó pronto y luego del éxito vino la caída. Mientras Easy Rider defendía la marihuana y el LSD pero criticaba el consumo de cocaína, Dennis terminó por hacerse adicto al polvo blanco y en poco tiempo pasó a consumir tres gramos diarios, acompañados de una treintena de cervezas y un par de litros de ron. Con semejante burbujeo en la sangre era difícil que su cerebro pudiera volver a producir semejante luz. Así que cuando presentó su segundo film, proféticamente titulado The last movie, con un montaje hecho siguiendo los consejos de otro de sus amigos psicodélicos y extravagantes, el tarotista y director Alejandro Jodorowski, nadie se asombró de su fracaso. La película, que narra la convulsión que se genera en un pueblo perdido de la selva peruana cuando llega un equipo de Hollywood a filmar, resultó incomprensible y el público le dio la espalda. Dennis no volvería a ponerse detrás de las cámaras hasta una década más tarde.

Su travesía por el desierto de las adicciones contribuyó a terminar de forjar su fama de rebelde indomable, y su participación en proyectos off Hollywood, como en la inconclusa The Other Side of the Wind, de Orson Welles en 1971 y El amigo americano, la genial película de Wim Wenders en 1977, le dieron un toque especial a su figura que ya nunca perdería. Para completar el mito apareció Francis Ford Coppola en 1979 sumándolo al equipo de la desbordante Apocalipsis Now, en la que Hopper da luz al fotógrafo estrafalario y drogón que forma parte de la corte del coronel Kurtz en el infierno de la selva vietnamita.

A comienzos de los ochenta viaja para pasar unos días en la selva mexicana, donde lo encuentran desnudo y abotargado de peyote, mientras intenta abordar un avión en marcha. El episodio le produce un profundo shock, por lo cual en 1983 entra en una clínica con el objetivo de desintoxicarse. Su amigo Francis Coppola lo incluye en otra película mítica, Rumble Fish (La ley de la calle, 1983) en la que interpreta a un drogata malvado repleto de coca, una versión más de si mismo a la que ilumina con una actuación deslumbrante.

Pero su consagración como malvado maníaco y psicópata llegará en 1986 de la mano de David Lynch, otro rebelde iconoclasta.  Lynch lo llama a cubrir el rol de un misterioso mafioso en Terciopelo Azul, “un hombre muy enfermo y peligroso”, como lo describe el personaje que interpreta Kyle MacLachlan, el jovencito que se esconde dentro del armario cuando él llega y metiéndose alguna rara droga con una mascarilla somete a la bella Isabella Rosellini mientras le murmura al oído “Mommy, mommy, baby wants to fuck!”. Una de las grandes escenas siniestras de la historia del cine.

Haciendo de batero en un episodio jazzístico de una gran serie bélica: “Combate!”.

Al año siguiente Hollywood se acuerda de él y lo eligen candidato al Oscar como mejor secundario por su actuación en Hoosiers, más que ídolos, pero se queda sin el premio. Tuvo que esperar hasta marzo de 2010, ya enfermo terminal, para que la academia lo sumara al panteón de los grandes, inaugurando una estrella con su nombre en el mítico paseo de Los Ángeles.

En 1980 había vuelto incluso a ponerse detrás de las cámaras, dirigiendo Caído del cielo, un film impregnado de nihilismo punk rodado en Canadá que vuelve a demostrar cuánto conecta Hopper con la estética del rock de la época. En 1988 dirige Colors, con Robert Duvall y Sean Penn, una historia sobre bandas callejeras en Los Ángeles que mostró cuanto músculo narrativo latía todavía en sus entrañas. En 1990 firma Zona Caliente, un redondo pero discreto policial negro con Don Johnson en el rol protagónico y en 1991 llevaba a cabo su última obra detrás de cámara, Camino de retorno, que culmina en un lío de tal magnitud con el estudio que se ve obligado a firmar la película como Alan Smithee, el pseudónimo que usan los directores cuando tienen algún embrollo legal con sus patrones.

Entre tanto, Dennis se casa y se vuelve a divorciar y se vuelve a casar, hasta cinco veces. Su matrimonio más famoso duró apenas una semana en 1970, cuando se esposó con Michelle Phillips, ex cantante de The Mamas & The Papas. Cuando lo pilló la muerte el 29 de mayo de 2010 estaba envuelto en una gran batalla judicial con su última esposa, Victoria Duffy. Había abandonado las drogas, pero no su mal carácter.

Durante los últimos años se lo vio en papeles esporádicos, siempre convertido en eterno secundario, capaz de dar un brillo atroz a sus malvados personajes. De vez en cuando también se lo veía en alguna serie, como cuando en 2001 interpretó a uno de los malvados en la primera temporada de 24 horas. En 2005 le puso el broche de oro a su carrera participando en Tierra de los muertos, una obra ácida de George Romero en la que parodió sin contemplaciones al entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld. En septiembre de 2009, mientras participaba en el rodaje de la serie Crash, sufrió una indisposición repentina. En pocos días le diagnosticaron cáncer de próstata. Murió el 29 de mayo de 2010. La luz del rebelde feroz comenzaba a extinguirse. Ahora sólo quedan los malvados personajes que creó y el póster de Easy Rider colgado en millones de dormitorios de toda una generación que supo identificarse con su irradiante locura.

Y acá un regalito del editor -incluyendo un cacho increíble de Jack Nicholson- para que tengan. A-lu-cine, hagan click, brothers and sisters.