El auto negro circundó el Lago Oeste de Hangzhou. A medida que se internaba por el valle Fei Lai Feng, sus pasajeros oteaban el esplendor de las pagodas, jardines y árboles ornamentales…

 

Sonaba música en su interior? Aceptemos el circunloquio, el último, para que el paseo sea más vívido. Supongamos, otra vez, que escuchaban el fragmento de una ópera china, con sus recitados ininteligibles para la pasajera, y que una traductora le decía: “se trata de Zhengmo, que da vida a papeles de gobernantes, letrados y guerreros y similares”. Y que suenan el dizi (la flauta de bambú) y el paigu (los tambores), el gong y el milenario paixiao, parecido a un aerófono andino; campanas y cuerdas punteadas.

Pero no, no puede ser.

¿Cómo sumirla en el marasmo tradicionalista?

Cambiemos la música de la Dinastía Han por el pop chino que tanto atiborra los supermercados y lavanderías de Buenos Aires. Suenan Chen Chusheng, de la isla de Hainan, o Coco Lee, la chica plástica de Hong Kong. ¿No sería mejor Dingdingse, a la que llaman la Madonna mongolesa, a pesar de que el bisturí ha erradicado de su rostro todo exotismo? Lo único que sabemos es que la comitiva no se detiene. Antes de llegar al santuario de las cinco dinastías, a los salones del Rey Celestial y los quinientos Arhats, con sus cuatro bodhisattvas que representan los puntos cardinales, ella debió contemplar pasmada el Pico Norte. Parece acariciar las nubes. Le contaron seguramente la leyenda.

“No se sabe cómo llegó esa montaña desde la India: ha volado desde lejos”. JA sí sabía qué la acercaba al misterio. Las razones eran mayores que hacer que hacía las compras en el barrio chino de Belgrano. Cruzaron un riachuelo. Es el momento en que se divisan las diferentes tallas de Buda esculpidas en la roca desde tiempos remotos. Mientras MM era absorbido por las reuniones del G-20, la Primera Dama marchó junto con la esposa del embajador Diego Guelar, Viviana Fontanini, al Templo de Lingyin, conocido también como el Templo del Retiro del Alma. Lo había construido el emperador Xianhe de la dinastía Jin oriental y era el más antiguo del sur del río Yantsé: 1700 años de historia. JA fue recibida por cantos monásticos y la pétrea sonrisa del Buda Maitreya. Todos aquellos que anhelaron la dicha le frotaron su prominente convexidad. “En su barriga cabe todo aquello intolerable en el mundo. Su boca siempre está dispuesta a reírse de todos los arrogantes bajo el cielo”. ¿Ella también lo acarició?

Sigamos.

“China. Con los monjes budistas en el Templo Lingyin”, escribió JA en Instagram. En la fotografía se ve que uno de ellos le señala el camino con su mano. Llovieron los likes y encomios.

lovelyloneSencillez. Me encanta.

alfrecityUNA LADY !!!

zo_niacorsocomo se parece a Zulemita Menen.

marilingabeQue la Luz Divina te acompañe Juliana…

coto.rodriguezPresiosa Juliana q dios bendiga a ella y a su esposo nuestro presidente.

cris.dasilva.520Estoy orgullosa q seas nuestra primer dama!!!!

carmen7246Impecableeeee.

taorminavivi58Juliana me encanta tu estilo de vestirte…me dirías de que marca son tus

sandalias….estoy por viajar y quiero comprarmelas.

Parecía que sus seguidoras y seguidores no terminaban de entenderla. Su viaje no había sido completamente recreativo. Solo uno de los comentarios se acercaba a las razones del desplazamiento:

nelida_elvira_castroHermoso momento con mucha armonía con los monjes te felicito.

Según La Nación, JA fue “la más buscada” en la ciudad de la reunión del G-20. “Una suerte de estrella de Hollywood”. Y como tal, en un costado de su corazón, en medio de los actos más sosos del protocolo (saludos, poses, asentimientos, mohines), le hizo lugar a las nuevas espiritualidades. Dijo su biógrafo, Franco Lindner: puede convivir el papa Francisco y Sri Sri Ravi Shankar, el bautismo católico y la autoayuda. “Tal vez Awada crea en todo eso a la vez, o lo que es lo mismo, en nada. Tal vez solo crea en sí misma, lo cual no está mal”, la despachó Noticias con algo superioridad moral. Espero no caer en lo mismo a lo largo de estas líneas. Me interesan otros indicios: lo que ese bricolaje privado ha aportado al discurso social. Su papel en la “convertibilidad”, perdón, digo, “conversión” de MM. Podría pensarse de algún modo que JA fue al templo de Ling yin también en nombre de su marido, a quien no se lo deja de asociar con una forma desnutrida del budismo. Semejante adelgazamiento podría resultarle anodino u ofensivo a los seguidores y estudiosos de las enseñanzas de “El Despierto”. Sin embargo, esa fe, aun en su estado macrobiótico (¿macribiótico?) ha despertado el enojo de sectores de la Iglesia Católica. Durante la campaña electoral, el siempre tolerante y seráfico arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, dijo que le “extrañaba mucho” que MM hubiera recurrido a una armonizadora espiritual que invoca el legado del príncipe Siddharta. Si un político es católico, “le resultaría más fácil y más barato ir a ver a un sacerdote confesarse y así poner en claro su propia conciencia ante Dios”.

Devociones: el general Juan Carlos Onganía promocionó durante la Revolución Argentina la alternancia de “cursillos de cristiandad” y largos bastonazos. Durante el juicio por sus crímenes, el dictador Jorge Videla leyó Las siete palabras de Cristo en la cruz, del teólogo Charles Journet: no había cielo que lo contemplara. Se ha dicho que Raúl Alfonsín fue masón. Carlos Menem fue más oneroso y sin culpas en su economía del goce personal: se convirtió al catolicismo pero preservó el culto privado a la danza del vientre. Los Kirchner se advocaron ante crucifijos y también los soslayaron, según las necesidades, lo que los hizo pasar de la defensa del matrimonio igualitario a los reparos al aborto como derecho. MM no necesito descifrar un kōan como un novicio (“Este el sonido de dos manos, ¿cuál es el sonido de una sola mano?”. La tradición oral se lo atribuye al maestro Hakuin Ekaku): apenas la inarmónica sonoridad de cuencos milenarios para sosegarlo. Podría decirse: un culto barato y reminiscente de la antiquísima Asia, visitado en momentos que el continente es carcomido por la globalización. Y añadirse que MM, como muchos, se “asiatizó” en un curso veloz, huero, buscando en el pasado ajeno un futuro propio. Pero, ¿cómo se entrevera ese imaginario shanzhai con la gestión y sus severidades, la violencia cortante de ciertas decisiones?

En principio, MM dirigió su mirada hacia Sri Sri Ravi Shankar, uno de los alumnos Maharishi Mahesh Yogi. Sí: el mismo al que John Lennon le dedicó una canción despiadada e irónica, “Sexy Sadie”, después de enterarse que se había insinuado sexualmente a Mia Farrow en el ashram de Rishikesh. Los Beatles habían ido al norte de la India a asistir a un curso de meditación trascendental. De hecho, “Sexi Sadie” fue la última canción escrita allí. “Estaba dejando al Maharishi con un mal gusto”, diría luego Lennon. Cuando este le preguntó por qué lo abandonaba, el beatle le respondió con su sarcasmo usual: “Si vos sos tan cósmico, seguramente sabrás las razones”. El demo de esa canción es letal: “Maharashi, ¿quién mierda te crees?”. Para moderar los ánimos de un grupo ya agrietado en 1968, y por pedido especial de George Harrison, Lennon no solo borró el nombre del gurú sino que cambió el pronombre, como si se tratara de una canción de despecho por una mujer muy especial. Canta John: “Sexy sadie what have you done/ you made a fool of everyone (¿Qué has hecho?/ Te burlaste de todo el mundo)”. Y, sí, me estoy alejando un poco de Sri Sri Ravi Shankar y del Templo del Retiro del Alma. Lo admito: pero no puedo dejar de relacionar ese “qué has hecho” con el inventario de los daños de estos meses. ¿Una escucha algo tendenciosa? No: me parece importante tratar de establecer una genealogía que explique algo más que la declamada espiritualidad presidencial, y los Beatles aparecieron en el medio. Vuelvo entonces a Sri Sri. El discípulo de Maharashi fundó en los años 80 su propia empresa en California, El Arte de Vivir, y un cuarto de siglo más tarde desembarcó en Buenos Aires. Durante su gestión como jefe de Gobierno de la ciudad, MM lo acogió con entusiasmo. Hasta firmó un convenio en 2008 con su fundación para reducir la violencia en barrios y escuelas y atenuar el estrés de los empleados públicos. No todo se trata de saber respirar mejor. En abril pasado, el Arte de Vivir abrió un country en Luján: “Nirvana”, con 206 lotes de 1000 m2 que se promocionaron como “un barrio slow, sano y eco-friendly”.

Cinco años antes de la disputa por la presidencia, MM comenzó a ser asociado con el budismo. ¿Tuvo una iluminación? ¿La sacudida mental que Barthes atribuye al satori? ¿Ascesis o un modo de hacer más tolerable el despelote político? Así se lo explicó al relator deportivo Alejandro Fantino: “lo he utilizado tratando de conocer la naturaleza humana y el sentido de la vida. Soy católico pero he leído y he hecho armonización y me ha ayudado muchísimo. Yo empecé en el 2010.Había mucha más agresión hacia mi persona…todo lo que habíamos vivido por el tema de las escuchas (telefónicas ilegales a dirigentes de la comunidad judía). Y necesitaba entender qué estaba pasando. La verdad es que me hizo muy bien utilizar más partes de la mente para tener más capacidad de dar y recibir”. En su cháchara con Magdalena Ruiz Guiñazú completó: “la grieta me tocó a mí como uno de los principales victimarios de esa agresión”. Un colaborador, al verlo tan abatido, le propuso que se encontrara con una armonizadora. “Me ayudó a liberar energías. Te ayuda a reflexionar y después te genera a través de los cuencos tibetanos y de los gongs una capacidad de adentrarte en vos mismo”.

Nada de epifanías, se impuso el sentido práctico. A partir de esa “revelación”, los contornos de la subjetividad de MM fueron descritos con otra aureola. “Su interioridad está modelada por el psicoanálisis, el budismo y algunas disciplinas de autoayuda”, lo caracterizo Carlos Pagni.

“¿Quién es realmente Mauricio Macri? ¿Es una persona diferente a la que era porque el budismo, el ejercicio electoral, y la nueva mujer y la paternidad lo transformaron? ¿Nunca fue quien se suponía que era? ¿Lo connotaban los prejuicios de ser el heredero de un megamillonario?”, se interrogó Jorge Fontevechia. El director de Perfil dejó picando la posibilidad de una sutil, absurda y sardónica analogía. Siddharta Gautama nació como hijo del rey Suddhodana, alrededor del siglo VI AC. Vivió rodeado de las bellezas de un mundo ideal, sin tener contacto con el dolor. Un día, decidió abandonar el palacio, abandonar toda su pompa y riqueza, dedicar su empeño a descubrir las causas del sufrimiento y el modo de conjurarlo, salir en definitiva de la rueda del error, el dolor y la reencarnación; liberarse del tedio de la repetición karmika. Silenció su mente y ascendió uno tras otros los peldaños de la contemplación hasta ingresar al nirvana, para luego enunciar las cuatro nobles verdades y el “Óctuple Sendero” que harían girar “la rueda de la ley”. En vez de Siddharta, MM sería el príncipe SIDECO. Habría trasmigrado sin abandonar Barrio Parque. Si se fuerza esta semejanza insensata, apóstata, habría que decir que él también desafió el mandato paterno, enfrentó situaciones difíciles, dijo comprender, no sin tedio (y bostezos), la angustia de los otros. Hasta se propuso redimirlas con una cuota de compasión jerárquica. Esa sensibilidad hacia el mundo lo mostró con una renovada postura: se dejó fotografiar sentado con las piernas cruzadas y con la espalda erguida, en posición de loto, como si estuviera meditando y, en el instante del click, su respiración se hiciera suave y profunda, abierta a espacios sensibles, facilitando la extinción del deseo sin necesidad de una garantía divina. A medida que se fue acercando al poder, la prensa sustituyó las menciones genéricas al budismo -que podrían asociarse con su vertiente hindú- para empezar a hablar de un MM seguidor de la escuela mahāyāna, surgida en Japón a través de la China, y que pone el acento en la meditación.

La muletilla tuvo algo de retahíla

“La actitud zen del Gobierno, tan novedosa después de doce años de azote al que pensaba distinto, y tan productiva en estos primeros 100 días de Macri presidente para alcanzar acuerdos con la oposición”, aplaudió Clarín.

“Macri: como un maestro zen, le bajó la temperatura a la confrontación”, dijo MDZOL.

“Ganancias, un desafío al zen de Macri”, dijo Julio Blank, de Clarín.

“Macri se toma con actitud zen la oleada de críticas de Carrió”, advirtió el diario Río Negro.

“¿Alcanzará esa actitud zen para contrarrestar la maquinaria de quienes trabajan para erosionar la gobernabilidad de una administración que todavía no lleva un año?”, quiso saber el 25 de agosto el artesano de la lengua, Luis Majul en La Nación.

Pero, ¿a qué hacían referencia los avezados orientalistas? In(zen)sateces. Imposible saberlo cuando la referencia se usa como un sello de goma (en los sellos de jade de Quianlong, el maestro se encomienda al cielo. Uno de ellos reza: “es difícil ser soberano”. Recomendado para Buenos Aires donde corre la tinta de la vulgata). El budismo zen suele ser definido por una ausencia de subjetividad excluyente y una categoría de poder, ausencia también de una economía del dominio, de violencia e interioridad divina; ausencia de trascendencia y un centro dominador (el centro está en todas partes); ausencia de la pregunta del por qué y el misterio de lo manifiesto. El zen no aspira a nada. El vacío que busca no es ningún desierto sino lo abierto. Impide que el individuo se aferre a sí mismo. Su escepticismo respecto del lenguaje acarrea una escasez de palabras y un carácter enigmático. El decir brilla mediante el no decir (el silencio macriano no tiene esta pretensión). Qué sucedería si, a modo de juego, se siguiera al pie de la letra alguno de estos preceptos, si MM hablara a través de los antiguos maestros. A riesgo de rozar la caricatura y la distorsión, imagino por ejemplo una respuesta frente al crecimiento de la pobreza:

“La ejercitación del budismo zen hace que el corazón ayune, hasta que se le haga accesible otro ser, un ser que es sin apetencia”. Sobre sus vínculos con el magnate de la construcción, Nicolás Caputo, podría responder:

“El monje Huirán se nombra con el nombre del otro, Shansheng. Con ello parece que rechaza su propio nombre, se arroja al campo del vacío o se rechaza, se convierte en a sí mismo, un nadie”.

Sería todo más refinado, elíptico, pero utópico: la lengua de MM es áspera, aun cuando la reviste de una mandarinesca exhortación a la templanza:

“Cuando de golpe se encuentren en su casa en invierno, y se vean que están en remera o en patas, es que están consumiendo energía de más. En invierno, vos tenés que estar abrigado aún en tu casa”.

Eso ocurrió cuando lo consultaron sobre los aumentos de la tarifa del servicio de gas. Ya he citado ese elogio de la continencia que tanto ruido hizo. ¿Y si se estilizara a modo de haikú consolador?

Refleja mi iPhone

el agua muda

Camino descalzo

Esfuerzo vano: ese no sería nunca MM. Por lo demás, no hay acá budismo ni zen. Tampoco rastros de su escuela tradicional, o de Daisetsu Teitaro Suzuki, el filósofo que lo “occidentalizo durante la Guerra Fría: el único Suzuki enaltecido en 2016 es el Grand Vitara de cinco puertas que se había dejado de vender y recibió el beneficio impositivo de los autos de alta gama: te lo llevás por 45.000 dólares. Igual no deja de ser curioso que ciertos críticos incurran a veces en la misma adulteración conceptual.

“Estamos escuchando huevadas de la cultura Zen, Macri no dice qué estructura de país quiere”, dijo Felipe Solá.

“Se fue todo a la mierda y Macri sigue haciendo zen, sigue haciendo yoga”, explotó el erudito Baby Echecopar.

Solo el escritor Daniel Guebel advirtió con sagacidad la marca de clase en el giro espiritual: “mejor haría en hablar con algún analista que con la armonizadora del sector budista cheto a la que consulta”.

Buda, se dijo, conoció el lujo y lo negó sobre la base de un autohumillante ascetismo. Comprendió que no era la solución y tomó el camino del medio, que no es el centro, y menos una centro derecha que, en rigor, es derecha no confesional, con atisbos de corrección política y claras aspiraciones de centralidad kármica (reencarnaciones mejoradas).

Vuelvo entonces a la escena de la “conversión: MM sentado, sin sus zapatos, en actitud supuestamente contemplativa. ¿Meditaba? ¿Meditaba como Zen Eihei Dogen en las afueras de Kyoto? ¿Igual a Descartes en Estocolmo? ¿Meditaba sobre los descartes sociales por venir?

¿What have you done?

Flor de loto. Un sorteo cuyos ganadores no están en discusión.

(2 de octubre)

Nota de Socompa: Esta crónica macriana era hasta ahora inédita, ya que no está incluida en el libro de Abel Gilbert “Crónicas Macrianas”.